Por qué los brasileños están poniendo en peligro a los tiburones y ni siquiera lo saben
Brasil, el mayor consumidor mundial de carne de tiburón, puede convertirse en uno de los principales responsables del declive de las poblaciones de estos animales en mar abierto.
La advertencia fue hecha por cinco investigadores brasileños que firman un artículo publicado este mes la revista científica Marine Policy.
El estudio utilizó bancos de datos internacionales, boletines del gobierno, artículos científicos y otras fuentes para mapear el escenario de las cerca de 45.000 toneladas anuales que los brasileños llevan a sus mesas.
El motivo clave para ese protagonismo negativo, señalan los investigadores, son las flotas internacionales que alimentan el mercado de aletas de tiburón, muy apreciadas en el este Asiático.
La sopa de aleta está considerada un afrodisíaco y es también un símbolo de estatus y riqueza entre los chinos.
"Un kilo de aleta deshidratada de tiburón martillo, por ejemplo, llega a venderse por US$1.500 en Asia", dice el biólogo Rodrigo Barreto, becario del Centro Nacional de Investigación y Conservación de la Biodiversidad Marina del Sudeste y del Sur de Brasil" (CEPSUL-ICMBio) y autor principal del estudio.
En comparación, el kilo de la carne de tiburón se vende por entre US$8 y US$10 en Brasil.
Estos barcos internacionales, sin embargo, no pueden quedarse con las aletas y descartar la carcasa del animal en el mar, para hacer espacio para almacenar más aletas.
En 1998, ante el colapso de algunas poblaciones de tiburones, una convención internacional transformó a esta práctica en un delito.
Brasil fue el primer país en firmar el tratado ratificando esa prohibición.
Las empresas, ansiosas por seguir explorando el mercado de aletas y, al mismo tiemp aprovechar el resto del animal, encontraron en el mayor país de América del Sur un mercado.
"Estas flotas ofrecen aquí una carne que prácticamente nadie quiere", dice Barreto.
Según el biólogo, excepto Brasil y México, en ningún otro lugar se venden postas de tiburón.
Factor de peso
El rechazo generalizado a la carne de tiburón tiene un motivo.
Este gran depredador se encuentra en la cima de la cadena alimentaria. Por un proceso de bioacumulación, acumula metales pesados, como mercurio y arsénico, presentes en los organismos que le sirvieron de alimento.
Ingeridas más de la cuenta, estas sustancias pueden causar daños cerebrales.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, el límite diario no debe superar los 0,5 miligramos de mercurio por día.
Sin embargo, el estudio publicado en los Cuadernos de Salud Pública en 2008, revela que, en muestras de tiburón azul, la especie más pescada en el mundo, el índice excedió en más de dos veces el límite diario.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) recomienda no incluir tiburón, en ninguna cantidad, en el menú de embarazadas, mujeres que estén amamantando y de niños, sea en qué cantidad.
Etiqueta engañosa
Otro dato importante es la forma engañosa en que se etiquetan los productos que contienen tiburón y que hace que la mayoría de la población lo consuma sin saberlo.
Esto es porque en los estantes de los supermercados, las pescaderías, en los restaurantes y en las meriendas escolares, se lo ofrece bajo el nombre genérico de "cazón", una carne bien aceptada especialmente por la falta de espinas.
"Más del 70% de la gente no sabe qué cazón es tiburón", afirma Hugo Bornatowski, profesor del Centro de Estudios del Mar de la Universidad Federal de Paraná (UFPR) y uno de los autores del estudio.
En una investigación realizada por él y otros tres académicos sobre las etiquetas en Curitiba, la mayoría de los entrevistados afirmó haber comido cazón pero nunca tiburón.
La Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), encargada de la reglamentación de los rótulos para los envases de productos embalados, dice que no existe una norma específica para la designación de productos de origen animal en los envases, una competencia que le correspondería al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento (MAPA).
En este sentido, la agencia se remite a una instrucción del MAPA que determina que el etiquetado de peces y derivados debe contener el nombre común de la especie. Es decir, permite el uso tanto del nombre común "cazón" como "tiburón" para diversas especies.
Por esta razón, sostiene Anvisa, no es una etiqueta engañosa ni contradice lo dispuesto en la legislación sanitaria brasileña.
Control
"No decimos que el etiquetado de la carne de tiburón en Brasil es ilegal", rebate Bornatowski.
"Pero el consumidor debe saber lo que está comiendo y de dónde viene el producto".
No solo por un tema de salud, sino porque muchas especies vendidas bajo esa etiqueta, como es el caso del tiburón martillo, están amenazadas de extinción.
En la misma línea se encuentran las rayas, otro elasmobranquio bastante apreciado fuera del país, pero que también tiene su mercado interno como ingrediente de pasteles y otras delicias.
"Nadie sabe de qué raya estamos hablando porque nunca hubo en Brasil una resolución taxonómica adecuada que ayudara a controlar esos recursos", explica Fabio Motta, profesor del Instituto del Mar de la Universidad Federal de São Paulo y coautor del estudio.
Pesca
Brasil no sólo consume, sino que también pesca tiburones. Es el decimoprimer país que más los pesca, y el decimoséptimo que más exporta sus aletas.
El grueso, sin embargo, viene de la importación.
Según el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, Brasil lideró las importaciones de mielga (Squalus acanthias) y otros tiburones en 2014, cuando alcanzó el nivel de US$45,2 millones. En los dos años siguientes, Hong Kong asumió el liderazgo.
El ministerio no supo indicar cuáles especies estar bajo el sombrero "otros tiburones".
Mucha de esa importación, asegura Barreto, se refiere a animales pescados en el Atlántico Sur por países como España, China y Portugal.