Hay varias razones por las que la elección de Arabia Saudita como destino del primer viaje oficial de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede considerarse sorprendente.
Y no sólo porque, históricamente, el honor casi siempre le ha correspondido a Canadá o, durante la primera presidencia de George W. Bush, al otro vecino de EE.UU, México.
Arabia Saudita, en contraste, es la cuna del islam, una religión que Trump atacó repetidamente durante su campaña al punto de identificarla como uno de los enemigos de EE.UU.
Y en febrero de 2016 el ahora presidente también llegó a sugerir que funcionarios sauditas habían sido cómplices de los ataques del 11 de septiembre.
"¿Quién destruyó el World Trade Center? No fueron los iraquíes, fueron los sauditas -miren a Arabia Saudita, abran los documentos", acusó el entonces candidato.
Y, durante la campaña, también se quejó de que EE.UU. estaba "perdiendo tremendas cantidades de dinero" en la defensa del reino que ahora se apresta a extender la alfombra roja para recibirlo.
¿Qué cambió para que el país donde están dos de los sitios más sagrados del islam -Medina y La Meca- tuviera el honor de recibir la primera visita de un presidente que como uno de sus primeros actos de gobierno trató de prohibir la entrada a su país de los habitantes de siete países de mayoría musulmana?
Un enemigo común
Un posible acuerdo para la compra de armamento estadounidense por más de US$100.000 millones, que la administración espera sea formalizado el fin de semana en Riad, es, sin duda, parte de la respuesta.
Y Trump también espera poderse llevar la promesa de nuevas inversiones sauditas en EE.UU., de hasta US$40.000 millones, según algunas fuentes.
Aunque para el corresponsal de la BBC para asuntos de seguridad, Frank Gardner, hay un tema por encima de los demás que está ayudando a ambos países a obviar cualquier diferencia: Irán.
"Como presidente, Trump decidió que una forma de distanciarse de la política exterior de su predecesor, Barack Obama, es vilipendiar a Irán y amistarse con los sauditas", asegura Gardner.
Y para el analista de la BBC, su convicción de que Irán -una potencia chiita- representa una importante amenaza de seguridad para Medio Oriente ha sido "como música para los oídos" de los sauditas, la gran potencia sunita.
"Ellos habían dejado de confiar en Obama hace algunos años, y lo acusaban de ser demasiado blando con Irán en su apuro por conseguir un acuerdo nuclear antes del fin de su presidencia", explica Gardner.
Y lo mismo asegura The New York Times, que sostiene que el enojo de los sauditas y sus aliados sunitas en el golfo pérsico con Obama era tal que se mostraron más que dispuestos a tratar todo lo dicho por Trump como retórica de campaña y darle una oportunidad para empezar de cero.
"La gente dice muchas cosas durante la campaña. Y yo no creo ni por un minuto que el presidente Trump sea anti nada", le dijo también a The Wall Street Journal, el ministro de relaciones exteriores saudita Adel al Jubeir.
Y, según Jubeir, la decisión del mandatario de viajar a Arabia Saudita "dice mucho sobre su deseo de convertir su relación con el mundo islámico en una asociación productiva".
Cumbre árabe-islámica
Por lo pronto, los sauditas han estado haciendo todo lo posible por facilitar ese acercamiento y consolidarse como el principal punto de contacto entre los EE.UU. de Trump y el mundo islámico.
Para ello, han transformado la visita del mandatario estadounidense en una verdadera mini cumbre en la que Trump tendrá la oportunidad de dirigirse a más de 50 líderes y representantes del mundo islámico.
Durante su estancia en Riad, Trump se reunirá además con los líderes de Arabia Saudita, Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos y, en privado, con el monarca saudita, el rey Salmán bin Abdulaziz.
Y ambos mandatarios también inaugurarán el nuevo Centro Global para Combatir Ideologías Extremistas, con el que Riad parece querer responder a las acusaciones de no hacer todo lo posible para evitar la propagación de interpretaciones del islam como las que han ayudado a alimentar las filas del autodenominado Estado islámico.
"El tema de cómo enfrentar la amenaza terrorista, específicamente la del autodenominado Estado Islámico, seguramente va a dominar buena parte de las conversaciones", destaca Gardner, quien no cree que Trump vaya a aprovechar su visita para criticar el historial saudita en derechos humanos.
Antes bien, según el corresponsal de la BBC, es muy probable que, en la búsqueda de fortalecer su alianza en contra de EI e Irán, el actual presidente estadounidense revierta la decisión de Obama de suspender un contrato para dotar a Arabia Saudita con armamento aéreo de alta precisión.
Dicho acuerdo fue interrumpido el año pasado dado el alto número de bajas civiles en Yemen.
Compras millonarias
La lista de compras que los sauditas han estado discutiendo con EE.UU. también incluye sofisticados sistemas de radares, aviones y barcos, por un valor que se estima en US$100.000 millones durante un período de 10 años.
Y el anuncio del multimillonario acuerdo representaría un importante triunfo para Trump, quien como parte de esta su primera gira también viajará a Bruselas para participar en una cumbre de la OTAN.
La alianza militar también ha sido blanco de las críticas del magnate, que ha acusado a sus socios europeos de no estar pagando lo que deberían a cambio de "la protección" de EE.UU.
Y Trump también espera que empresas estadounidenses puedan beneficiarse de los planes sauditas para transformar la economía del país para hacerla menos dependiente del petróleo, abriéndose a más inversión extranjera.
Por eso, si bien en camino a Bruselas el mandatario estadounidense también parará en Israel y El Vaticano -las capitales del judaísmo y el cristianismo, respectivamente- es la cuna del islam donde, de cerrarse el trato, el presidente de EE.UU. podría obtener su primer gran triunfo en materia de política exterior.