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La "playa de Mao", el exclusivo lugar donde la alta clase política de China pasa el verano

La "playa de Mao", el exclusivo lugar donde la alta clase política de China pasa el verano
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Elegida por el fundador de la República Popular China para que las altas esferas políticas se reunieran una vez al año, Beidaihe se ha convertido en un popular destino turístico, especialmente para la clase dirigente del país asiático.

A unos 200 kilómetros de Pekín, la capital de China, hay un balneario que se ha convertido en el destino de vacaciones preferido de chinos de todas las clases sociales, pero especialmente de un grupo: su alta clase política.

Beidaihe es para muchos sinónimo de poder. No es la playa con el agua más blanca ni la más paradisiaca de la región. Ni siquiera tiene el mejor clima.

Sin embargo, Beidaihe ha sido durante años el lugar donde los dirigentes más importantes del Partido Comunista de China, incluyendo su líder actual Xi Jinping, pasan una parte del verano con sus familias.

Turistas chinos disfrutando de una playa en Beidaihe.
Turistas chinos disfrutando de una playa en Beidaihe.

Fue Mao Tse Tung, fundador de la República Popular China, quien lo eligió en los años 50 del siglo XX como un lugar de encuentro para que las altas esferas políticas del país tuvieran allí sus reuniones cruciales, a puerta cerrada, en el mes de agosto.

Beidaihe era el lugar predilecto del líder comunista. Amaba nadar y para pasar sus vacaciones de verano en la zona y así huir del asfixiante calor que se vive en Pekín durante este periodo del año.

Por eso se la llama "la playa de Mao".

Un guardia de seguridad vigilando una playa privada.
Un guardia de seguridad vigilando una playa privada.

Un balneario dividido en dos

Pero el Beidaihe donde Mao pasaba sus veranos, y en el que actualmente pasa sus vacaciones la clase dirigente china, es diferente al que conoce la gente común: el balneario está dividido, según le cuenta a BBC Mundo Jinxi Cao, editor del Servicio Chino de la BBC.

En el centro y el este de "la playa de Mao" se encuentran la mayoría de los turistas, quienes se hospedan en hoteles económicos, luchan por encontrar parasoles libres y hacen sus compras en tiendas abarrotadas de gente.

Luego está la otra parte de la playa, donde incluso el agua del mar parece ser más clara. Esta zona es privada, por lo que solamente la élite de la clase dirigente china puede acceder a ella, explica Cao.

En este "Beidaihe paralelo" abundan las limusinas made in China y los guardias de seguridad que resguardan las lujosas mansiones de la zona.

Playa abarrotada de turistas
Playa abarrotada de turistas

Willy Lam, politólogo de la Universidad China de Hong Kong, destaca esta división social de "la playa de Mao":

"De un lado tienes a los líderes políticos y del otro lado tienes al proletariado. Los líderes se hospedan en residencias de lujo y viajan en trenes de alta velocidad, mientras que el proletariado se queda en hoteles modestos y viaja en trenes normales que pueden tardar hasta más tres horas. Estos grupos jamás se mezclan".

En caída

Lam asegura que la importancia política de Beihaide está decayendo. "Los que empezaron esta tradición veían las reuniones de verano como una oportunidad para hablar de negocios, escuchar a líderes más jóvenes y recibir sus críticas".

"Ahora que las viejas generaciones tienen alrededor de 90 años, esto se ha perdido poco a poco y el concepto inicial de lo que fue Beihaide en la década de los 80 se está desvaneciendo".

Según el profesor, otro de los factores de la supuesta decadencia de Beidaihe sería que el liderazgo actual del Partido Comunista Chino es mucho más fuerte que en décadas anteriores.

Un guardia de seguridad en frente de una propiedad privada.
Un guardia de seguridad en frente de una propiedad privada.

Para Lam, Beidaihe solamente se hizo popular por su cercanía a Pekín y sobre todo por las reuniones secretas que comenzaron en la época de Mao Tse Tung y se afianzaron después de su muerte. "Era un espacio para compartir ideas, escuchar y ser escuchado. Últimamente ha dejado de serlo", dice el politólogo.

"Esta tradición seguirá por unos pocos años, pero no le veo futuro. En la última que se acaba de celebrar no pasó nada importante", concluye.

Lam es de los que piensan que Beihaide tiene sus días contados, al menos en el mundo político.

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