Martin Schulz, el futbolista frustrado y defensor acérrimo de la UE que busca desbancar a Merkel
A sus 62 años, Martin Schulz ha sido casi de todo. En política y en la vida. Alcalde, futbolista, librero, alcohólico, alcohólico rehabilitado, eurodiputado, presidente del Parlamento Europeo...
Ahora aspira a convertirse en canciller de Alemania, el cargo con más poder en el viejo continente.
El candidato del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD, por sus siglas en alemán) sueña con desbancar a Angela Merkel en las elecciones generales que se celebran este domingo 24 en la mayor economía de Europa.
El desafío es mayúsculo, pero Schulz está acostumbrado a los retos.
El público alemán y el europeo lo conocen bien, porque lleva años en primera línea de la batalla política en los siempre convulsos entresijos del poder de la Unión Europea (UE).
Su carácter afable y accesible le granjeó a lo largo de los años las simpatías de los corresponsales que cubren a diario la información de Bruselas.
Lejos del estereotipo del carácter rígido con el que a menudo se asocia a los alemanes, Schulz es, en persona, un hombre simpático y siempre cordial.
Incluso en los días más críticos de la crisis del euro, cuando el proyecto de la Europa unida parecía a punto de naufragar, él comparecía en las salas de prensa con una sonrisa y bromeaba con los reporteros.
Su personalidad resiliente es fruto de una biografía llena de giros y vicisitudes, de éxitos y decepciones.
Futbolista frustrado
Schulz se crió en la pequeña ciudad de Wuerselen, un enclave minero en la cuenca del Rin, cercano a la frontera de Alemania con Bélgica y Francia.
Con parientes, alemanes, franceses y belgas, el joven Martin creció en el momento y el lugar donde se dieron los primeros pasos hacia una unión política de los Estados europeos.
Las viejas historias de los horrores de la Segunda Guerra Mundial que oyó de sus mayores reforzarían los firmes ideales europeístas que han marcado su amplia trayectoria.
Serían los que defendería en el cuarto de siglo que ha pasado dedicado a la política europea, en la que desempeñó diferentes cargos al más alto nivel.
Antes, la primera de sus pasiones fue el fútbol, deporte en el que despuntaría en el equipo local.
Pero una grave lesión de rodilla truncó su sueño de convertirse en jugador profesional.
Después cayó en el alcoholismo y, según un perfil publicado por la revista Der Spiegel, incluso llegó a intentar suicidarse.
Sin embargo, el apoyo familiar y su propia tenacidad lo sacaron de aquel bache.
¿Quién es Martin Schulz?
- Nació el 20 de diciembre de 1955 en Hehlrath, República Federal de Alemania
- En 1974 se unió al Partido Socialdemócrata alemán
- Fue propietario de una librería entre 1982 y 1994
- Lo eligieron eurodiputado en 1994
- Fue presidente del Parlamento europeo entre 2012 y 2017
Frustrado su deseo de ser futbolista, abrió una librería y se convirtió en un insaciable lector.
Nació así un espíritu autodidacta gracias al que aprendió seis idiomas, sin duda uno de los recursos con los que se hizo valer en la torre de Babel de las instituciones comunitarias en Bruselas.
Pero antes de su larga aventura europea, el hoy candidato se fajó en el barro de la política municipal.
En la década de 1980 dio sus primeros pasos en la política tras afiliarse al SPD, el partido al que ahora quiere ayudar a volver al gobierno en Alemania. Fue durante 11 años el alcalde de la comuna de Wuerselen, en Renania del Norte-Westfalia.
Apuesta por la credibilidad
En 1994 fue elegido diputado en el Parlamento Europeo. En 2000, la bancada socialdemócrata lo designó como su líder y en 2012 ascendió a la presidencia de la Eurocámara.
En una Europa golpeada por la crisis financiera internacionalque estalló en 2007-2008, las dudas sobre la viabilidad de la moneda única y el auge del euroescepticismo, Schulz hizo gala del carácter audaz que sus seguidores elogian y abogó por una reforma de las instituciones comunitarias para darle más poder a la suya.
"Los poderosos deben temer a esta cámara", llegó a afirmar como prueba de su ambición.
Su ahora rival electoral, Angela Merkel, fue uno de los gobernantes a los que tuvo que convencer de que los Estados debían ceder competencias para poder recuperar la credibilidad de la UE.
El activismo de Schulz lo diferencia de sus predecesores en un cargo que, antes de él, había sido más protocolar que político.
Desde el inmenso hemiciclo del Parlamento Europeo, plantó cara a figuras como el entonces primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, al que reprochó su política doméstica, o el euroescéptico británico Godfrey Bloom, que lo interrumpió en plena intervención parlamentaria llamándolo "fascista".
Schulz se opuso también públicamente a la candidatura electoral de Donald Trump, al que describió como "un irresponsable" y "un problema para el mundo entero".
En los años en los que la UE atravesaba sus momentos más difíciles, él se erigió en uno de sus más acérrimos defensores y no dudó en definirla como "el más notable logro de la civilización en el siglo XX".
Por eso, una de sus mayores satisfacciones fue la de recoger en nombre de la UE el Nobel de la Paz con el que se la premió en 2012, en reconocimiento a su contribución a la paz mundial.
Nuevo en la política nacional
Pero el europeísta Schulz libra ahora una batalla muy distinta.
Después de años alejado de la política de su país, en noviembre de 2016 anunció que no se presentaría a la reelección como presidente del Parlamento Europeo para competir por un escaño en el Bundestag, la cámara baja alemana.
Poco después, el SPD lo confirmó como cabeza de lista en las elecciones generales. Era el elegido de los socialdemócratas para tratar de vencer a Merkel.
Pese a que en las semanas posteriores a su designación las encuestas lo colocaban incluso por delante de la CDU de la canciller, el llamado "efecto Schulz" parece ahora disuelto.
A comienzos de 2017, el electorado alemán daba signos de estar cansado de 12 años de Merkel.
Schulz intentó explotarlo haciendo ambiciosas promesas electorales y abriendo la puerta a pactos con partidos de izquierda radical como Die Linke, hasta ese momento enfrentados con el SPD.
Su aparición fue considerada un soplo de aire fresco en el socialismo alemán, ávido de buenas noticias que mejoraran sus expectativas electorales. Se aplaudió, además, que su surgimiento había frenado el auge de opciones extremistas como la del partido antiinmigración Alternativa por Alemania (AFD, por sus siglas en alemán).
El SPD se desinfla
La gran pregunta es saber si el impacto de la irrupción de Schulz en la campaña electoral se trasladará a las urnas este domingo, más allá de que los sondeos indiquen lo contrario.
Ya en febrero, el periodista alemán del Aachener Zeitung Christian Rein advertía en declaraciones a la BBC que "será difícil para el SPD mantener este ritmo".
Los analistas afirman que el partido no ha sido capaz de trazar de forma nítida una política alternativa a la de los democristianos de Merkel, con los que en los últimos años gobernaron en una coalición en la que, a los ojos de muchos electores, se diluyó la personalidad de la histórica agrupación socialista.
Un reciente editorial de The Economist afirmó que "su política interna no se diferencia y la exterior apenas tiene credibilidad".
El resultado del reciente debate televisivo que mantuvieron Schulz y Merkel tampoco ayudó, ya que mayoría de los comentaristas señalaron a la actual canciller como la vencedora.
Merkel se muestra confiada de una nueva victoria con la que se convertiría en el dirigente con más tiempo al frente del gobierno del país desde la reunificación alemana.
Pero, como acredita su trayectoria y recuerdan quienes compartieron con él vestuario en el estadio local de Wuerselen, Schulz no es de los que se rinden fácilmente. Ni siquiera cuando las apuestas no lo favorecen.
Franz-Josef Hansen, que jugó con él, rememora: "No era el mejor técnicamente, pero su fuerza de voluntad nos llevó muchas veces al éxito, incluso contra rivales superiores a nosotros".
Vencer contra los pronósticos es precisamente lo que intentará Schulz en la decisiva votación de este domingo.