Los latinoamericanos que salvaron a las ciudades de Estados Unidos de quedar obsoletas
Los barrios de Oak Cliff en la ciudad de Dallas y Little Village en Chicago están separados por más de 1.500 kilómetros de carretera, pero comparten una asombrosa historia en común.
A mediados del siglo XX, ambos lugares comenzaron a ser abandonados por sus habitantes blancos y recibieron una repentina ola de inmigrantes latinos, que pasaron de ser menos de 3% de su población en 1960 a más de dos tercios cuatro décadas después.
Tanto Oak Cliff como "La Villita" dejaron así de enfrentar un panorama sombrío y se volvieron sitios vibrantes de crecientes inversiones, actividad comercial y sociabilidad en sus calles.
Otro punto en común entre ambos barrios es que su cambio fortuito de destino es relatado por el historiador A. K. Sandoval-Strausz en su reciente libro "Barrio América: cómo los inmigrantes latinos salvaron la ciudad estadounidense".
Profesor de historia y director del programa de estudios latinos en la Universidad Penn State, Sandoval-Strausz explica que esa historia reciente de inmigrantes latinos poblando ciudades que perdían residentes se repitió a lo largo de EE.UU., desde Nueva York hasta Boston o Milwaukee.
"Hay 25 millones de personas que hoy no estarían viviendo en ciudades si esos latinos no hubieran llegado", dice el autor, él mismo nacido en Nueva York de padres inmigrantes.
"Y sin grandes porciones de su población, esas ciudades no funcionarían", agrega en una entrevista con BBC Mundo.
Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico, editada por motivos de claridad:
¿Por qué las ciudades de EE.UU. precisaban ser salvadas?
En esencia, debido a una combinación de desindustrialización y prejuicio racial, muchos anglosajones especialmente, gente blanca, se estaban mudando de las ciudades a los suburbios. Y eso dejó a las ciudades sin suficientes personas, puestos de trabajo y negocios para sobrevivir económicamente.
Por ejemplo, hubo muchas ciudades como Chicago y Detroit que perdieron un tercio de su población entre 1950 y 1980. Eso significaba que había vecindarios, casas, escuelas y negocios abandonados. Los que se quedaron allí vivían en lugares con muy pocas oportunidades económicas.
La delincuencia también aumentaba. Mucha gente que vivía en las ciudades temía estar en las calles.
Diversos observadores decían que las grandes ciudades ya eran obsoletas.
Entonces llegaron los latinos?
Exactamente. En EE.UU. había durante mucho tiempo una cantidad de mexicano-americanos o puertorriqueños mayormente, pero serían 3% o 4% de la población y la mayoría no vivía en ciudades.
Entonces los migrantes comenzaron a aparecer, especialmente de México, después de Centroamérica y luego de toda América Latina, en el preciso momento en que todos estos vecindarios vacíos podrían haberse quemado o decaído.
Estos migrantes empezaron a alquilar, a comprar casas, a ocupar negocios, escuelas e iglesias vacías. Y eso permitió que de pronto esos barrios volvieran a tener vida.
En algunas de estas ciudades hubo otros barrios que nunca se recuperaron. En Chicago, el principal barrio mexicano, La Villita, ganó población, pero el barrio más próximo nunca lo hizo. Y en ese barrio donde no llegaban los migrantes, 10.000 casas se destruyeron por negligencia o incendios.
¿Incendios provocados principalmente para cobrar los seguros?
Sí, en muchos casos.
La otra cosa es que las personas principalmente blancas anglosajonas que habían vivido en estos barrios y se fueron tenían la posibilidad de vender sus casas porque habían invertido mucho dinero en ellas y no había modo de recuperar ese dinero.
Cuando llegaron los hispanos, querían comprar casas y negocios. Esa fue una forma de inversión enorme en barrios y ciudades donde nadie quería invertir, como Oak Cliff en Dallas, La Villita en Chicago y barrios semejantes en todas partes de EE.UU.
¿Se refiere a ciudades medias y grandes?
Sí. Los mayores barrios estaban en las ciudades más grandes. Pero si miras ahora mismo a las 25 ciudades más grandes de EE.UU., dos de ellas tienen una mayoría de latinos, nueve tienen más de un tercio de latinos y 13 más de una cuarta parte de latinos.
Es una gran cantidad de gente que ha transformado una gran cantidad de ciudades.
¿Los latinos revitalizaron esas ciudades invirtiendo en casas y negocios?
Exacto. Lo que más se necesitaba era gente que pudiera venir y cuidar la infraestructura física básica de la ciudad. Recuerde que los hispanos son la fuerza laboral esencial de grandes partes de la industria estadounidense.
Desde mexicanos y otros hispanos que trabajan en la construcción de viviendas, el cuidado de niños, servicios de restaurantes, mantenimiento de edificios... Sin estos trabajos, las ciudades simplemente no funcionarían.
Seguro que hubo inmigrantes de otras partes del mundo que también hicieron eso, pero muchos más latinos: tres veces más que asiático-estadounidenses.
¿Entonces cuando dice que los latinos salvaron las ciudades de EE.UU. no lo hace de forma metafórica, sino literal?
Claro. Al final del período que hablo había 50 millones más de latinos y la mitad de ellos fueron directamente a las ciudades. Puedo decir que hay 25 millones de personas que hoy no estarían viviendo en ciudades si esos latinos no hubieran llegado.
Si no tuvieras oxígeno para respirar, morirías. Y sin grandes porciones de su población, esas ciudades no funcionarían. Recuerde que Dallas es 43% latina, Chicago es 30% latina?
Una de las cosas que preocupaban a muchos intelectuales anglosajones en 1960, '70 y '80 era que la gente se quedaba en sus casas, dándose la espalda unos a otros. Pero era mucho más probable que los recién llegados quisieran pasar tiempo al aire libre, jugando al dominó en la calle, divirtiéndose y hablando con sus vecinos.
Entonces, además de ser muchos, crean una vida interesante en la calle, crean sus propios negocios que les dan a todos una razón para salir: realmente revitalizan.
Usted habló al comienzo de prejuicio racial como parte de este fenómeno. ¿Cómo es esto?
Cuando surgió el movimiento por los Derechos Civiles en las décadas de 1950 y 1960, una de las cosas que la gente negra quería era vivir en otros barrios aparte de donde habían sido restringidos.
Pero cuando intentaron mudarse a un vecindario de gente predominantemente blanca, los blancos a menudo los amenazaban, atacaban o se mudaban a los suburbios.
Sin embargo, no querían vender sus casas a los negros por ser racistas. Los mexicanos y otros latinos no eran considerados blancos o iguales a los anglosajones, pero eran considerados lo suficientemente aceptables.
Entonces, debido a que tenían este estatus entre negros y blancos, en algunos lugares se convirtieron en un nuevo grupo aceptable en la ciudad, incluso en los barrios donde los blancos no querían a los negros.
Otro punto que usted señala es que los barrios latinos en EE.UU. tienden a tener tasas de criminalidad más bajas que barrios blancos similares. Eso contradice la retórica de gente como el expresidente Donald Trump, que culpa a los inmigrantes latinos por las tasas de criminalidad en este país...
Sí, completamente. Trump mentía sobre todo y una de sus mentiras fue esa.
A veces, si una mentira se repite con suficiente frecuencia, la gente la creerá. Y desafortunadamente hay muchas personas, en especial blancas, que cuando escuchan que este nuevo grupo tiene la culpa, lo creen pese a no ser cierto.
El apoyo a Donald Trump provino principalmente de áreas rurales y otras áreas alejadas de las ciudades. Entonces, las personas que creyeron sus mentiras sobre los inmigrantes no son las que realmente viven cerca de los inmigrantes.
Ahora hay una nueva ola de migrantes latinoamericanos que intentan ingresar a EE.UU. a través de su frontera con México. ¿Es una continuación del fenómeno que describe en su libro de latinos que vienen a revitalizar las ciudades, quizás luego de un nuevo éxodo urbano por la pandemia?
La pandemia parece estar llegando a su fin gradualmente, así que quizás sea demasiado pronto para hablar al respecto.
Pero en cuanto a su pregunta principal, la respuesta es sí. Vienen a veces por diferentes razones: en algunos casos hay violencia en sus países de origen, o no hay oportunidades de trabajo que paguen como en EE.UU.
Lo triste e irónico es que, como digo en mi última sección del libro, EE.UU. necesita gente desesperadamente. Nuestra tasa de natalidad ha caído por debajo de lo que precisamos para reemplazar a la población. Y si no fuera por los inmigrantes, estaríamos en una situación demográfica muy difícil.
La ironía es que algunos estadounidenses creen que la inmigración es un problema cuando, de hecho, es la solución.
Si estuviéramos en un momento político racional, veríamos que necesitamos más personas y les daríamos la bienvenida.
Un estudio reciente indicó que, aparte del nivel de inmigración actual, EE.UU. necesita unas 350.000 personas más cada año.
Son personas que están desesperadas por venir aquí, que trabajarán duro, que ya han sufrido mucho por el simple hecho de querer vivir aquí. Debemos reconocer eso como lo hemos hecho en el pasado. Pero lamentablemente hay suficiente racismo y estupidez para impedirlo.
Siento que los historiadores mirarán a este período un día y dirán: ¿cómo una tercera parte de la gente en la nación se volvió lo tan loca?
Un capítulo de su libro analiza los cambios e intentos de cambio recientes en el sistema de inmigración de EE.UU. El presidente Biden ahora propone al Congreso una reforma para regularizar el estatus de 11 millones de inmigrantes indocumentados. ¿Qué puede enseñarnos la historia sobre esto?
Hay un magnífico ejemplo de cómo funcionó y es la IRCA: la Ley de Control y Reforma Migratoria de 1986, que incluía una amnistía para casi 3 millones de migrantes, en su mayoría mexicanos.
Los sociólogos han seguido estudios sistemáticos sobre lo que sucedió con estos migrantes y encuentran que sus salarios subieron 20%, porque una vez que tuvieron estatus legal sus empleadores no pudieron amenazarlos con llamar a "La Migra" y negociaron por más salario.
Descubrieron que las personas que se acogieron a la amnistía compraron casas y sus tasas de propiedad subieron, porque una vez que tuvieron la seguridad de estar aquí pensaron: "Bueno, ahora que me voy a quedar me voy a comprar una casa". Recibieron más capacitación y educación, porque una persona que está amenazada de deportación en cualquier momento no va a invertir en sí misma a través de la educación; una persona con estatus legal sí lo hará. Son todas mejoras en la vida de estos migrantes por su cambio de estatus.
Y también significó que en los barrios donde vivían compraron casas, abrieron negocios.
Si hiciéramos lo mismo con 11 millones de personas, en lugar de 3 millones, el efecto sería bueno para todos.
Sería fantástico porque, de hecho, les daría a 11 millones de personas seguridad, una especie de bienestar psicológico y un gran aumento del dinero que ganan.
Pero eso aún está por verse, hay pocas posibilidades de que sea aprobado en el Congreso, ¿verdad?
Con el actual Congreso que tenemos creo que será una batalla cuesta arriba. Creo que la hay. Se habla de dividir el plan en un montón de proyectos de ley diferentes que tal vez solo puedan legalizar a los dreamers (Nota de redacción: se refiere a miles de jóvenes indocumentados que llegaron a EE.UU. siendo niños y recibieron protección con el programa DACA).
Pero creo que tiene razón. Desafortunadamente, con el actual equilibrio de poder en el Congreso no es probable que se apruebe todo el proyecto de ley, lo cual es muy triste.