Pasar por la Bab-al-Yaman, la enorme puerta que permite acceder a la antigua ciudad amurallada de Saná en Yemen, es como atravesar un portal hacia otro mundo.
Ves gran cantidad de edificios altos y delgados amontonados en estrechos callejones que conectan exuberantes jardines de frutas y verduras con el antiguo zoco (mercado) donde todavía se venden burros.
Vi cerrajeros remendando enormes llaves de metal que abren imponentes puertas de madera; un vendedor que ofrece tunas con una carreta, y el panadero local que saca pan fresco de un ardiente agujero en el suelo.
En una pieza diminuta, un camello caminaba en círculos impulsando una piedra de molino que machacaba semillas de sésamo.
Pero pese a todo aquel estímulo visual, era sin duda la arquitectura lo que dominaba la escena.
Saná está llena de edificios que son diferentes a los que puedes encontrar en cualquier otro lugar del mundo.
En la calle, donde la monotonía de las paredes de adobe solo es interrumpida por grandes puertas de madera, a menudo no había mucho que ver.
Pero al mirar hacia arriba, me di cuenta de que estos esbeltos edificios, algunos con solo una o dos habitaciones por piso, se elevan hacia el cielo.
Mientras que los pisos inferiores, a nivel de calle, no tenían ventanas debido a su uso como refugio de animales o espacios de trabajo, las ventanas ornamentadas más arriba estaban cubiertas por vidrieras o por delicadas pantallas de mashrabiya que protegen la privacidad de las mujeres en el interior.
Edificios que datan de hace más de 300 años
Los marcos de las ventanas y los frisos entre los pisos estaban marcados con una intrincada cal blanca para contrastar el fondo de color barro, creando un efecto de casa de pan de jengibre.
Muchos tenían terrazas en la azotea, que se utilizan como espacios de entretenimiento, así como dormitorios al aire libre para las noches cálidas.
La magnificencia de los edificios, junto con su simple practicidad, da lugar a un inspirador panorama arquitectónico.
Desde los callejones era prácticamente imposible apreciar la verdadera altura de estos edificios, pero cuando llegué al zoco, pude ver que algunos tenían hasta siete pisos de altura.
Subí a una azotea en el séptimo piso que había sido convertida en un café; el casco antiguo estaba abajo, pero los edificios alrededor eran en su mayoría tan altos como en el que yo estaba, y evocaban la extraña sensación de estar rodeado de rascacielos.
Casi podría haberme sentido en Dubái o Nueva York, solo que estas construcciones tenían entre 300 y 500 años y estaban hechas de barro.
Algunos de los rascacielos de Yemen pueden alcanzar hasta los 30 metros de altura. Los primeros rascacielos modernos que se construyeron en Chicago eran solo un par de metros más altos que estos.
"El Manhattan del desierto"
Yemen está lleno de construcciones altísimas parecidas a estas. Se encuentran tanto en las poblaciones más pequeñas como en las más grandes, como en la famosa ciudad de Shibam, que fue apodada en la década de 1930 "el Manhattan del desierto" por la exploradora anglo-italiana Dame Freya Stark.
Otro ejemplo es el exquisitamente decorado palacio de Dar-al-Hajar, el "Palacio de Roca".
El estilo arquitectónico de los rascacielos yemeníes es tan único que las ciudades de Zabid, Shibam y la ciudad vieja de Saná han sido reconocidas como Patrimonio Mundial de la Unesco.
La tradición se remonta al menos a los siglos VIII y IX, según Trevor Marchand, profesor de antropología social en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres (SOAS) y autor de Architectural Heritage of Yemen - Buildings That Fill My Eye.
La datación exacta de las estructuras es casi imposible de conocer, ya que estos edificios de adobe necesitan ser reparados o restaurados constantemente para evitar que sucumban.
Pero Marchand explica que algunas fuentes medievales nos dicen que el Palacio Ghumdam en Saná fue construido en el siglo III a.C., fue sede de los antiguos gobernantes sabaeanos de Yemen, contaba con 20 pisos de altura y estaba elaboradamente decorado.
Todavía en uso
Lo que hace que los rascacielos yemeníes sean tan únicos es que todavía están en uso, tal como lo estaban hace cientos de años.
En el casco antiguo de Saná, por ejemplo, aunque algunos se han convertido en hoteles y cafés, la mayoría todavía se utiliza como residencias privadas.
"De niños, jugábamos fútbol en los estrechos callejones y de adolescentes bebíamos café detrás de las brillantes vidrieras", asegura Arwa Mokdad, defensora de la paz de la Fundación Yemen Relief and Reconstruction.
Mientras viajaba por el país, maravillándome con sus ciudades llenas de rascacielos, no pude evitar preguntarme por qué los yemeníes construyeron así, considerando que el país cuenta con vastas extensiones desérticas.
Salma Samar Damluji, arquitecta y autora de un libro sobre la arquitectura de Yemen y su reconstrucción, me explicó que la construcción de edificios tradicionalmente estaba restringida a pequeños sitios, lo que obligaba a construir verticalmente.
"Los pueblos y ciudades tenían un muro exterior, llamado Sur, y otro límite en el desierto".
La arquitecta también me contó que el muro y el desierto circundante no solo representaban una barrera para cualquier desarrollo urbano, sino que también se consideraba que cualquier espacio agrícolamente viable era muy valioso para llenarlo de edificios.
Por eso construir hacia arriba, en estrechos clústeres, era la opción preferida.
Para protegerse de fuerzas invasoras
También estaba la necesidad de protegerse, que hizo que los asentamientos de Yemen se concentraran en ciertos sitios en lugar de extenderse por todo el territorio.
Los planificadores urbanos consideraron que, viviendo en un desierto inhóspito, era bueno contar con la capacidad de mirar a lo largo de las tierras para identificar enemigos cuando se acercaran y de poder cerrar las puertas de las ciudades en la noche.
"Un factor importante que contribuyó al desarrollo en Yemen de 'casas-torre' fue la necesidad de estar seguros frente a fuerzas invasoras, así como en tiempos de disputas tribales locales o de guerra civil", detalla Marchand.
Construidos con materiales naturales, los rascacielos yemeníes son sostenibles y se adaptan perfectamente al clima cálido y seco del desierto árabe.
Las terrazas en las azoteas funcionan como dormitorios al aire libre, mientras que las pantallas en las ventanas invitan incluso a la más breve brisa a entrar en la casa, y al mismo tiempo permiten que entre la luz pero no demasiado calor.
"El adobe es una masa térmica excepcional", añade Ronald Rael, profesor de arquitectura de la Universidad de California en Berkeley y especialista en edificios hechos de barro.
Rael, quien vive en una casa de adobe de su bisabuelo en el sur de Colorado, Estados Unidos, explica que este material "absorbe y libera calor lentamente".
"Durante el día, cuando el sol golpea la pared, el calor del sol es absorbido lentamente por la pared. A medida que cae la noche, ese calor se libera lentamente (ayudando) a que los edificios de tierra mantengan una temperatura agradable", prosigue.
Este simple efecto natural ha hecho que la construcción de adobe siga siendo popular hoy en día y justifica que las estructuras de barro en Yemen aún resistan.
Una forma de construir casi extinta
Increíblemente, los constructores de manera general no usaban andamios.
Los maestros constructores comenzaban con una base de piedra, a menudo de unos 2 metros de profundidad, sobre la cual colocaban ladrillos de barro en un enlace continuo.
Luego construían lentamente hacia arriba, colocando vigas de madera para aportar mayor resistencia y agregando pisos de madera y materiales de palma a medida que subían.
Los andamios solo comenzaban a usarse posteriormente, una vez que la casa estaba terminada y necesitaba una restauración.
Sin embargo, según Damluji, estas formas de construcción están al borde de la extinción.
"Queremos estructuras que puedan resistir hasta 300 años y más. Edificios de seis y siete pisos construidos con ladrillos de barro secados al sol es una manera de construcción que ningún arquitecto contemporáneo puede utilizar hoy en día".
Para evitar que se pierda este conocimiento, Damluji trabaja en estrecha colaboración con la fundación Dawan, que se esfuerza por preservar estos métodos de construcción, fomentando el uso de materiales y métodos tradicionales por encima de los modernos.
La existencia de estos históricos edificios también está amenazada por la constante erosión eólica, la guerra y las luchas económicas que impiden que las familias cuiden adecuadamente sus frágiles hogares.
En 2020, la Unesco examinó alrededor de 8.000 de estas maravillas arquitectónicas y restauró 78 que estaban al borde del colapso.
La Unesco está haciendo lo que puede por salvar el mayor número de edificios posible, pero es difícil en las circunstancias actuales.
"Es una experiencia desgarradora presenciar cómo la historia se convierte en escombros", lamenta Mokdad.
"Esta destrucción es una pérdida para toda la humanidad".
"En cualquier otro lugar, estos edificios serían piezas de museo, pero en Yemen siguen siendo hogares. No puedo describir el orgullo de vivir en un hogar preservado por generaciones de antepasados. Son nuestra conexión con el pasado", concluye.
Puedes leer la versión original en inglés en BBC Travel.
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