Putin: cómo la creciente pobreza está agrietando la popularidad del presidente en Siberia
En Irkutsk, hay que esperar horas para tener una vista del río despejada y que el termómetro marque más de -20 °C.
Esta ciudad siberiana en expansión parece un mundo diferente, con una realidad dura que Moscú, el centro de decisiones ubicado cinco zonas horarias al oeste, pasa por alto.
Una realidad que hoy se puede resumir en el "inodoro de la vergüenza" que se levanta afuera de un edificio de departamentos en uno de los suburbios menos favorecidos de Irkutsk.
La empresa que administra el edificio instaló esta caseta de madera cuando las deudas de sus residentes alcanzaron niveles récord.
Es una advertencia: si no se ponen al día en los pagos, ese es el baño que tendrán que usar.
"Le decimos a la gente que bloquearemos los desagües de sus departamentos si no pagan", explica al lado de la caseta el jefe de la compañía, Alexei Mikhailov, mientras su aliento se convierte en nubes heladas.
Lleva repitiendo su amenaza a un ritmo de 40 letrinas por mes.
"La gente continúa usando el inodoro durante un par de días, luego el desagüe se estanca y el agua empieza a salirse", dice Alexei. "Al tercer día vienen con los ojos muy grandes a firmar un acuerdo de pago".
Este retrete da una pista de las nuevas penurias que pasa Irkutsk tras los años de bonanza que habían sido impulsados por los altos precios del petróleo.
Pero no es la única. Anuncios de créditos "baratos" se reparten por todo el pueblo y, a la vuelta de la esquina del baño de los deudores, postes y paredes están cubiertos con folletos que ofrecen ayuda a quienes viven en la calle o son alcohólicos.
"Nuestros salarios no aumentan, pero los precios de todo sí suben", afirma Natalia, una de las residentes que le debe dinero a Alexei. "Escuché que están bloqueando los baños, pero eso solo conseguirá enfurecer más a la gente".
Otra mujer que admite no tener forma de saldar su deuda asegura que su baño lleva meses bloqueado, así que se ha visto obligada a usar bolsas.
Las reformas que generan descontento
Oficialmente, el 13% de los rusos vive hoy en día en la pobreza. Una cifra que ha estado creciendo en los últimos cinco años.
Una encuesta reciente del instituto Ranepa, que tiene buenos contactos, sugiere que esta estadística, en realidad, se sitúa en el 22%.
https://twitter.com/BBCWillVernon/status/1075286464395644928
En Irkutsk, incluso las cifras del gobierno arrojan un 20%.
El presidente Vladimir Putin prometió recortar esos porcentajes a la mitad en 2024, pero la economía apenas crece, a diferencia de los rugidos de descontento, que se incrementan.
Los precios del combustible y de los servicios comunes aumentan y ya se encuentran entre las principales quejas. El impuesto a la venta alcanzará el 20% en 2019 y a esto se suma la reforma de las pensiones.
Vyacheslav Golovin conduce desde hace dos décadas el autobús número 65, una ruta que ahora pasa por el retrete.
A sus 56 años, ya había empezado a contar los días para jubilarse, algo que esperaba hacer a los 60. Su salario algunos meses es de apenas US$215.
Luego, Putin subió la edad de jubilación a los 65.
"Nuestros líderes no escuchan", se queja Vyacheslav, mientras abre las puertas de su autobús para que unos pasajeros pasen a resguardarse del frío. "Ni siquiera nos dejaron celebrar un referéndum".
Putin describió la reforma como un asunto de seguridad nacional. Alegó que el Estado no podía continuar pagando tantas pensiones con una población cada vez más envejecida.
Pero Vyacheslav no cree que Rusia esté lista para esa medida.
"Cada vez es más difícil arreglárselas. Los alimentos cuestan más, los servicios, la electricidad. Todo está subiendo", dice el chofer sentado en un sofá en su departamento de una habitación.
"Aquí no es como en Europa. Los jubilados no pueden relajarse, tienen que continuar trabajando para sobrevivir".
Vyacheslav se unió a las protestas callejeras que hubo en todo el país.
"Putin dijo que necesitábamos esta reforma, pero la gente aquí no podía entender por qué, si es un país con tantos recursos".
Sin embargo, en Moscú, los parlamentarios favorables al gobierno acabaron dándole a la reforma categoría de ley.
Esos políticos ganan más de 20 veces el salario de Vyacheslav.
¿Está mejorando Irkutsk?
Aunque en esta ciudad también hay historias que animan.
En el centro, un grupo de jubilados que lleva guantes blancos y sus mejores ropas de domingo se prepara para un show de final de curso.
Forman parte de un programa municipal de actividades gratuitas para promover un estilo de vida saludable.
Este tema está muy en boga desde que Putin, que es prácticamente abstemio y practica judo, asumió por primera vez la presidencia sucediendo a un menos sobrio Boris Yeltsin.
"Ahora hay clubes deportivos llenos de gente joven", cuenta entusiasmado un bailarín durante un descanso. "O simplemente puedes salir al patio, hacer algunos estiramientos y flexiones y alguien se te unirá. ¡Es genial!"
Incluso aquí, la gente está viviendo vidas más largas y en forma en comparación con las penurias de los años posteriores a la era soviética.
Aun así, hay una estadística que sigue siendo cruda: en Irkutsk, los hombres todavía viven solo hasta una edad promedio de 63 años.
Es decir, hasta dos años antes de poder jubilarse.
La lucha contra el alcohol
Irkutsk protagonizó titulares internacionales hace dos años, cuando 78 personas murieron tras beber alcohol barato de contrabando.
Pero en Siberia, incluso el licor legal puede resultar peligroso.
En un refugio para quienes estén pasando por un mal momento, un hombre llamado Sergei es el último en llegar al comedor para almorzar. Se mueve lentamente por el pasillo con sus piernas amputadas justo debajo de las rodillas.
"Me congelé", explica y mueve el brazo con desdén. "Es una historia larga".
El compañero de habitación de Sergei, que tiene 47 años, dice que su esposa murió y hace un gesto dando a entender que era alcohólica.
"Muchos de los hombres a los que ayudamos son alcohólicos, pero no permitimos a nadie beber aquí", afirma la directora del refugio, Elena Shevtsova.
"Una vez que están sobrios, muchos comienzan a acordarse de sus familias y de dónde provienen. Luego les empieza a gustar y así se quedan".
A Sergei debe llegarle un día de estos unas prótesis para piernas.
Cambio de humor
Para algunos, la vida en Irkutsk es muy buena.
Hay centros comerciales llenos de marcas occidentales, nuevos edificios de departamentos y autos modernos: todos esos sellos distintivos de una clase media que creció rápidamente durante los primeros años de Putin.
Algo que también se ha incrementado aquí es el orgullo nacional.
Pero el apoyo al estatus, poder y confrontación con Occidente que ejerce Rusia tiene un precio.
Irkutsk fue la primera región que negó el cargo en 2015 a un gobernador que había sido elegido por Putin.
Los habitantes dicen que votaron por el candidato del Partido Comunista como protesta contra el oficialismo. Otras localidades repitieron esta acción.
A nivel nacional, el índice de aprobación de Putin también está declinando.
Según una encuesta de Levada-Center, el mes pasado, el 61% de rusos culpaba directamente al presidente de los problemas del país.
¿Grietas en la Gran Rusia?
En Irkutsk, algunos de los críticos más duros son los comunistas jóvenes.
Estos estudiantes que usan sudaderas estampadas con la imagen de Lenin y banderas con el martillo y la hoz, hicieron campaña contra la reforma de las pensiones de Putin.
También están en contra de destinar fondos a campañas militares en Siria y Ucrania en vez de usarlos para resolver los problemas sociales que hay dentro de sus propias fronteras. Ahora están planeando acciones contra el constante aumento de los precios del combustible.
"Antes de las últimas elecciones no se habló de estas reformas", señala Maxim, el líder del grupo. "Así que ahora está sucediendo, la popularidad del presidente cayó".
"De verdad que no nos gusta nuestro gobierno", dice sin rodeos Evgeny, de 21 años. "Tenemos que cambiar al presidente y a sus amigos".
En Irkutsk, no se está gestando ninguna revolución pese a lo que pueda pensar la juventud comunista. Hasta ahora, incluso las protestas han sido relativamente pequeñas.
El discurso de Putin sobre una Gran Rusia sí caló en una nación que se sentía fuerte y estable después del trauma de los años posteriores a la Unión Soviética.
Pero aquí, en el helado corazón de Siberia, parece que ese mensaje está comenzando a agrietarse.