George W. Bush rompió su habitual silencio este jueves en Nueva York con un discurso que dejó a muchos sorprendidos por la contundencia de su arremetida contra la intolerancia, el supremacismo blanco y proteccionismo económico.
Sin mencionar al presidente Donald Trump, a nadie se le escapó que lo que dijo Bush era una dura crítica a todo lo que el nuevo presidente representa.
El que fuera presidente de Estados Unidos entre 2001 y 2009, desde el atentado en las Torres Gemelas del 11-S hasta el estallido de la crisis económica de 2008, hizo un alegato a favor de la inmigración o el libre comercio y contra el acoso o los perjuicios.
Bush consideró que se está alentando a la intolerancia y advirtió que el "supremacismo blanco es una blasfemia contra los valores de Estados Unidos".
Y lo dijo el mismo día en que el estado de Florida estaba en alerta por la conferencia de los líderes del movimiento supremacista blanco, Richard Spencer.
A diferencia de su antecesor demócrata, Barack Obama, en general Bush había mantenido un perfil bajo respecto a las políticas de Trump, a pesar de que no llegó nunca a apoyar su candidatura.
En un momento en que las grandes democracias "se enfrentan a nuevas y serias amenazas" económicas, políticas y de seguridad nacional, el aislacionismo sólo empeora la situación, opinó Bush, instando a recuperar el espíritu democrático estadounidense.
"Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha impulsado y se ha beneficiado del avance global del libre mercado, de la fortaleza de las alianzas democráticas y del progreso de las sociedades libres", recordó el expresidente, después de que Trump decidiera retirar a EE.UU. de importantes organismos multilaterales -el último de ellos, la Unesco-.
En una aparente alusión al giro proteccionista del actual mandatario, Bush manifestó: "Estamos viendo una pérdida de confianza del valor del libre mercado y el comercio internacional, olvidándonos de que los conflictos, la inestabilidad y la pobreza se producen a la luz del proteccionismo".
El republicano también manifestó su preocupación por la escalada de tensión que se está produciendo en el país: "Por momentos, parece que las fuerzas que nos dividen son más poderosas que las que nos unen".
"Demasiadas veces, juzgamos a otros grupos por sus peores ejemplos mientras nos juzgamos a nosotros mismos en base a nuestras mejores intenciones", agregó.
"Hemos visto nacionalismo deformado en nativismo, hemos olvidado el dinamismo que la inmigración siempre ha traído a Estados Unidos", añadió Bush, defendiendo que la identidad de EE.UU. como nación "no está determinada por la geografía o la etnia, por la tierra o la sangre".
"La intimidación y el prejuicio en nuestra vida pública marca el tono nacional, da permiso para la crueldad y la intolerancia y pone en peligro la educación moral de los niños", señaló.
"La única forma de difundir valores cívicos es vivir a la altura de ellos primero".
El exmandatario, que siempre se opuso a la falsa teoría de que el presidente Barack Obama no había nacido en el país, lamentó en ese sentido que la política estadounidense parezca cada vez más "vulnerable a teorías de la conspiración y mentiras".
También se hizo eco de la trama rusa en aparente crítica a la actitud que mostró Trump, restándole importancia al asunto.
"Según nuestros servicios de inteligencia, el gobierno ruso creó un proyecto para enfrentar entre sí a los estadounidenses (...). Las agresiones foráneas, incluido los ciberataques, la desinformación y la influencia financiera, no deberían ser infravaloradas o toleradas", subrayó.
Por ello, instó a "fortalecer" las defensas de Estados Unidos frente a los ataques externos y recuperar la democracia que, en su opinión, define a la primera potencia mundial.
"Los estadounidenses tenemos una gran ventaja -concluyó Bush-. Para renovar nuestro país, sólo necesitamos recordar nuestros valores".