La hazaña de la mujer que cruzó por primera vez a nado el estrecho de Bering en plena Guerra Fría
El 7 de agosto de 1987 la nadadora estadounidense Lynne Cox desafió las heladas aguas del estrecho de Bering para ser la primera persona en cruzar a nado entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Fue una hazaña que ayudó en aquel momento a aliviar las tensiones entre ambos países, todavía inmersos en la Guerra Fría.
"Yo solo quería abrir las fronteras para que pudiéramos ser amigos", recordó Cox en una ocasión durante una entrevista con el periodista de la BBC Simon Watts.
"La dificultad es que nadie creía que eso podía pasar".
Cox, conocida por sus nados de larga distancia por diferentes partes del mundo, tuvo por primera vez la idea en 1976 y dedicó años en conversaciones con las autoridades soviéticas para poder obtener el permiso que le permitiera nadar en sus aguas.
Tras ser ignorada una y otra vez, Cox, de entonces 30 años, decidió ahorrar hasta el último centavo para lanzarse a la aventura por su cuenta y nadar los 4,3 kilómetros que separan a las islas Diómede Menor, en Alaska, y Diómede Mayor, en la Unión Soviética, con temperaturas en el agua de unos 3,3ºC.
El día
Hasta 24 horas previas al cruce no había habido una palabra de Moscú y se percibía cierto nerviosismo en las bases militares a ambos lados del estrecho de Bering.
"Sabíamos que algo estaba pasando porque los soviéticos movilizaron dos barcos del tamaño de un campo de fútbol al estrecho", mencionó Cox en la entrevista con la BBC.
"Los inuit (población indígena en la región) se asustaron y llamado a la Guardia Nacional de Estados Unidos y aviones de guerra a la zona. Los soviéticos respondieron enviando aviones MiG para saber qué estaban tramando los estadounidenses".
"Y pensar que se suponía que todo era sobre la paz", ironizó Cox.
Poco después fue que llegó el permiso del propio presidente ruso Mijail Gorbachov, quien tras ver un informe de Cox en televisión -y con toda la prensa internacional cubriendo la noticia- decidió que no podía darle la espalda al primer cruce a nado entre ambos países en 48 años.
La mañana del 7 de agosto amaneció completamente en silencio, sin rastro de los inuit o de los botes que acompañarían a Cox en el agua.
Resultó que los habitantes locales se habían quedado hasta tarde celebrando la posibilidad de reunirse con sus familiares del otro lado del estrecho y no pudieron levantarse temprano.
Una vida nadando |
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1971 |
A los 15 años, Cox nadó el Canal de la Mancha, estableciendo un récord mundial. |
1975 |
Primera mujer en nadar el estrecho Cook en Nueva Zelanda. |
1976 |
Primera persona en nadar el estrecho de Magallanes. |
1977 |
Primera persona en nadar los 12,8 kilómetros alrededor del Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica. |
1985 |
Nadó la vuelta al mundo en 80 días. |
1987 |
Primera en nadar el estrecho de Bering en 48 años. |
1992 |
Nadó el lago Titicaca entre Bolivia y Perú. |
En ese tiempo bajó la neblina y la visibilidad se redujo a solo 400 metros.
"No podíamos ver nada y no teníamos radar, solo canoas tradicionales. La Diómede Mayor es solo 6,4 kilómetros de ancho por lo que hubo muchos que estaban preocupados que no la encontraríamos".
El nado
Cox nunca olvidará lo que supuso el contacto con aguas tan heladas.
"Hay un instante en el que pierdes la respiración. El frío era como un inmenso vampiro succionado el calor de mi cuerpo. Vi mis dedos y estaban totalmente grises, como la mano de una cadáver", describió.
"Puse mi cara en el agua y comencé a nadar lo más rápido que podía. También trataba de ver mis hombros para saber si se ponían azules porque eso sería muy peligroso".
En una parte del trayecto escuchó un motor de una pequeña embarcación soviética.
"Sentí euforia cuando vi la canoa aparecer entre la niebla, los rusos finalmente estaban allí".
A bordo se encontraba Vladimir McMillan, periodista medio estadounidense que trabajaba para la agencia de noticias soviética TASS, quien se encontraba saltando de arriba para abajo gritando: "¡Lynne, no pares ahora!".
Cox se dirigía hacía un acantilado a unos 50 metros, pero pudo percibir a una delegación soviética que la esperaba un poco más abajo en una playa.
"Pensaba que tenía frío, que quería terminar de nadar, pero que si no tocaba la mano de alguien para qué lo había hecho. Allí seguí hacía donde estaban ellos".
El recibimiento
Cox alcanzó la orilla tras luchar con la corriente en el último tramo, pero por lo rocoso de la superficie y lo débil que se encontraba por el esfuerzo no pudo salir del agua por sí sola.
"Extendí mis brazos y dos militares rusos en uniforme me agarraron", dijo.
"Sentí instantáneamente el calor de sus manos. Uno de ellos me puso el brazo alrededor para tranquilizarme. La gente me colocaba mantas alrededor, no podía entender nada, solo que me decían, 'bienvenida'".
En una decisión de última hora, la Unión Soviética había decidido enviar una importante delegación de altos funcionarios, incluyendo miembros del servicio de inteligencia KGB e importantes figuras del deporte.
"Pusieron mesas en la playa para un picnic con samovares llenos de té y galletas. Estaban listos para celebrar toda la tarde, pero yo estaba ahí sobre el hielo pensando con mucho frío".
Conscientes de la situación, la delegación soviética dejo a Cox entrar a una tienda de campaña donde fue atendida por una doctora, Rita Zakarova, quien niveló su temperatura y la acompañó en su sueño.
"Toda la idea había sido tener ese contacto humano después de tantos años creciendo con miedo a los soviéticos, y aquí estaba con esta persona calentándome para que regresara a la vida", resaltó.
El nado convirtió a Cox en toda una celebridad en Estados Unidos y la Unión Soviética en medio de la Guerra Fría.
Y cuando el presidente Gorbachov viajó a Washington para firmar un crucial tratado de armas nucleares a finales de ese año, él y el presidente Ronald Reagan levantaron sus copas para brindar por la nadadora.
"Ella demostró con su coraje lo cerca que nuestros pueblos viven", dijo el líder soviético.