El camino ha sido largo y brutal.
En el trayecto desde los suburbios hacia el centro de Raqa hemos visto edificios derrumbados, impactados por los bombardeos de la coalición internacional que lidera Estados Unidos, y tiendas con sus fachadas agujereadas al quedar en medio de la batalla entre los milicianos de la Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés) y el autodenominado Estado Islámico (EI).
Los yihadistas defienden esta ciudad, donde en 2014 establecieron la capital de su "califato", ante la ofensiva de las SDF, una coalición de milicianos árabes y kurdos.
Mientras se avanza hacia el centro de la ciudad empiezan a verse vehículos ondeando banderas blancas. En ellos viajan familias enteras que huyen llevan consigo sus escasas y preciadas pertenencias.
Algunos de ellos han pasado años viviendo una pesadilla: acudieron a Raqa intentado escapar de otros frentes de la larga guerra civil siria, solo para hallarse nuevamente en el centro del conflicto.
Castigo divino
"Nos masacraron", le dice a la BBC uno de los hombres que escapa de la ciudad, donde trabajaba como pintor de viviendas.
"Nos dijeron que éramos infieles, pese a que somos musulmanes nativos que ayunamos y oramos", agrega.
Abrazando con fuerza a un niño pequeño, una mujer pide un castigo divino para los yihadistas.
"Le rezo a Dios para que haya una venganza contra EI. Todo lo que nos ha ocurrido es su culpa", dice.
Mientras tanto, aún quedan decenas de miles de personas atrapadas en el centro de Raqa. Permanecen rehenes de un régimen que ha estado matando a cualquiera que intente salir de la ciudad.
Invisibles y peligrosos
Las SDF lograron hacer rápidos avances en los suburbios de la ciudad a inicios de este mes, gracias a la ayuda de los bombardeos de Estados Unidos y al uso de artillería.
El bombardeo prosigue. De vez en cuando se escucha el ruido sordo de un proyectil que cae, seguido por una nube de polvo que se eleva sobre el centro de la ciudad.
Pero, ahora que llegaron a los límites de la ciudad antigua, el progreso de las SDF se ha ralentizado.
Es difícil ver la presencia de EI en estas calles estrechas. Eso le hace aún más peligroso.
Bombardeados desde el aire y rodeados por tres costados, están dando la pelea con todos los medios que tienen a su disposición.
A bordo de un vehículo de las SDF nos acercamos hacia el centro de la ciudad. Un ruido sobre nuestras cabezas revela la presencia de un dron de EI: un pequeño helicóptero a control remoto que, sin ser visto, puede soltar una granada de mano desde el cielo.
En el piso más alto de un edificio desde el que se puede ver la ciudad antigua, un grupo de milicianos de las SDF repentinamente empieza a ser atacado.
"Francotirador, francotirador?", grita alguien.
Entonces, una mujer con ropa de camuflaje tumbada en el suelo boca abajo recarga un rifle de alto calibre con mira telescópica y dispara hacia el lugar desde el cual proviene el fuego de EI.
De enfermera a miliciana
Entre los kurdos, hombres y mujeres luchan brazo a brazo sin distinción. La francotiradora se llama Dalila. Tiene 22 años y estaba estudiando para convertirse en enfermera, pero ahora está aquí en el frente, donde parece haber hallado su verdadera vocación.
"Cuando doy en el blanco y mato al enemigo me pongo muy feliz", dice riendo al conversar durante una breve pausa en el constante estallido de fuego pesado.
"Eso aumenta nuestra moral y nuestro poder. Estamos protegiendo a nuestros amigos y a nuestra gente", agrega.
Exhaustos al regresar del frente, los combatientes narran batallas intensas que duran toda la noche, en las que EI aprovecha su red de túneles para lanzar ataques sorpresa por detrás de las líneas de la SDF.
"Nos rodearon. Nos dispararon desde todas partes. Atraparon a uno de los nuestros. Se lo llevaron como rehén, pero logramos rescatarlo", comenta un miliciano árabe que se identifica como Mashuk.
El arma del miedo
Drones, túneles, atacantes suicidas, francotiradores: incluso en la guerra, EI ha convertido el miedo en un arma. Probablemente lo ha hecho mejor que ningún otro grupo. Pero estos milicianos parecen inmunes al terror en este conflicto que se ha extendido más que la II Guerra Mundial.
La batalla por Raqa será una lucha larga y difícil. Si EI pierde su capital, eso seguramente significará el fin de su supuesto califato.
Pero, entonces, ¿qué pasará? ¿Morirá también su ideología? Probablemente no. Tampoco, ciertamente, significará el fin de la larga guerra en Siria o de la violencia que ha engendrado alrededor del mundo.