La brutal vida de miles de niños y jóvenes en las calles de Salvador de Bahía en Brasil
Zeca (no es su nombre real) no está orgulloso de su pasado. Es un adolescente negro alto, flaco y algo tímido, que mira hacia el suelo y habla sin abrir mucho la boca cuando relata su vida en las calles de Salvador de Bahía, la tercera ciudad de Brasil.
Tiene 17 años, aunque su voz entrecortada y cansada es la de un hombre que ha visto demasiado de la vida.
Zeca se lamenta del tiempo que pasó con bandas de narcotráfico en la ciudad.
"Tuve muchos trabajos diferentes. Traficar, empaquetar, robar...".
Luego de una pausa larga agrega: "Y matar".
No quiere dar detalles, pero resume su vida con pandillas y bandas criminales en una máxima: "O matas o te matan".
Viajé a Salvador para conocer a jóvenes como Zeca, inspirado en el aniversario de una obra que se transformó en un clásico de la literatura brasileña.
"Capitanes de la arena", una novela de Jorge Amado que cuenta la historia de una banda de niños y adolescentes sin familia que viven en un viejo almacén abandonado en el puerto de Salvador de Bahía.
Mal vestidos, sucios y hambrientos, los menores deambulaban por las calles, fumando puntas de cigarro, mendigando comida y robando. El contacto precoz con una realidad cruel los había tornado agresivos.
Jorge Amado describió en su obra niños que se cuidaban entre sí y protagonizaban innumerables aventuras en las calles de la ciudad.
Pero el escritor también detalló en forma vívida la miseria de sus vidas. Se trata de una obra comprometida. Amado quiso despertar la vergüenza de las autoridades y forzarlas a ayudar a miles de niños de la calle que algunos en Brasil veían prácticamente como "una peste".
Ocho décadas después de la publicación del libro, hay muchos niños y adolescentes que viven como los Capitanes de la Arena en las calles de Salvador.
"Cuando tenía 10 años usaba cocaína"
Me encontré con Zeca en un refugio del gobierno para niños de la calle, donde se intenta reintegrarlos a la sociedad.
Como Zeca, otros menores en el refugio quedaron sin hogar, desamparados. Y cuando acabaron en la calle fueron presa fácil de las muchas bandas de narcotráfico que controlan sectores de la ciudad.
Cuando el adolescente habla de su pasado con las bandas criminales tiene una mirada abatida y lejana, como si algo se hubiera muerto en su interior.
"Había mucha violencia", dice. "Si vives en las calles, debes convertirte en un maldito".
La historia de Zeca es tan chocante que es fácil olvidar que se trata de un menor.
"Cuando tenía 10 años usaba cocaína y fumaba marihuana".
"Consumía mucha cocaína. Un día cuando no pude conseguirla comencé a fumar crack".
Zeca no tardó en descubrir la magnitud de la violencia en las calles de su país.
"Tenía un cuchillo, una pistola, todo tipo de armas para defenderme".
"Sólo podía dormir en la mañana, porque en la noche debía permanecer despierto. Había muchos peligros y alguien podía matarme".
"Vivía con mi abuela"
Hay cerca de 3.500 personas menores de 25 años viviendo en las calles de Salvador de Bahía, según diferentes organizaciones no gubernamentales que trabajan en la ciudad.
Y uno de esos menores es un joven amigable, inteligente y curioso que conocí un día en una plaza cerca del puerto.
Su nombre es Joao Vítor, un joven negro de 20 años que parece habituado a su vida en la calle. Quiere contarme su historia y hace lugar en el colchón donde duerme para que yo me siente a su lado.
Joao Vítor creció con su abuela y desde los ocho años la ayudaba a cocinar y vender en la calle acarayé, un bollo elaborado con masa de frijoles y camarones frito en aceite de palma, que es un plato típico de Bahía.
Pero cuando Joao Vítor tenía 14 años su abuela se enfermó y el adolescente acabó viviendo en la calle.
"Fue muy duro", me cuenta. "Tener que dormir en las calles, comer comida que me repugnaba, preocuparme todo el tiempo de si alguien iba a atacarme. Pero con el tiempo te acostumbras".
"Zombies drogados con crack"
Al igual que los adolescentes de Capitanes de la Arena, Joao Vítor rápidamente acabó siendo parte de una pandilla.
"No tengo nada de valor aquí," me dijo mostrándome las pocas posesiones que tiene junto a su colchón.
"Lo que realmente valoro son mis amigos. Ellos son mi familia".
Joao Vítor no consume droga y está contento con eso. "Las drogas te disminuyen como persona", me dijo.
Pero este joven ciertamente ha experimentado todo tipo de violencia, como evidencian las cicatrices que tiene en el brazo y en el cuello, legado de un ataque con machete.
Joao Vítor asegura que vio a la policía atacando a la gente que duerme en la calle.
Y afirma que hay muchos incidentes violentos relacionados con la droga.
"Ves muchos zombies drogados con crack".
"Cuando tienen dinero quieren que seas su amigo. Pero cuando no tienen dinero para comprar droga si apenas los tocas habrá una gran pelea".
"Mira lo que es nuestra vida"
La experiencia de Joao Vítor es, sin embargo, muy diferente de la de Zeca, y asegura que prefiere resolver las disputas hablando en lugar de pelear.
Y en cuanto a la "libertad" en las calles de Salvador, se ve a si mismo como uno de los menores en la obra de Jorge Amado.
"Soy un Capitán de las Arenas," me dijo con una enorme sonrisa. "Porque mira lo que es nuestra vida" .
La única parte en que no concuerda con los adolescentes de la obra es en los robos. "Pero sí me identifico con la vida de aventura".
Luego de nuestra conversación Joao Vítor se despidió diciendo que iba a bañarse en el mar y a encontrarse con otros jóvenes que viven en la calle.
"Veré a varios amigos. Si necesito algo ellos me solucionan el problema. De eso se trata la amistad".
Si Jorge Amado volviera...
Ni Joao Vítor ni Zeca saben qué les espera en el futuro. Aunque Zeca ya dio en el refugio un primer paso para abandonar la vida en las calles.
Ambos jóvenes dicen que viven su vida "un día a la vez".
Pero más allá de lo que suceda con Joao Vítor y Zeca, hay miles de niños y adolescentes como ellos en las calles de Salvador de Bahía.
Y el gobierno de Brasil tiene pocos recursos (y según algunos poca voluntad política) para ayudarlos.
Si Jorge Amado volviera a Salvador hoy en día, una vez más sentiría la necesidad de despertar la vergüenza del gobierno para obligarlo a actuar.