"¡Islas de condenados!": los detalles desconocidos de la guerra psicológica en las Malvinas
1982, plena guerra de las Malvinas/Falklands. Un conscripto argentino mal entrenado y peor equipado, con frío y hambriento, monta guardia en una colina.
Aquí, como en el resto del archipiélago, el viento es constante y no hay un solo árbol para guarecerse de la lluvia, sólo rocas.
El joven está más lejos que nunca de casa, quisiera huir y regresar con los suyos. Tiene miedo y pocas esperanzas. Las raciones y los pertrechos escasean y es improbable que lleguen nuevos envíos. Pero no tiene otro remedio que esperar la hora fatal en la que peleará con las fuerzas británicas, mucho mejor preparadas y armadas.
De pronto cae en sus manos un panfleto titulado "¡ISLAS DE CONDENADOS!", que dice:
"Soldados de las fuerzas argentinas: están Uds. completamente a solas. Desde su patria no hay esperanza de relevo o ayuda. Están Uds. condenados a la triste tarea de defender una isla remota [?] No es justo que con sus vidas paguen ustedes las tortuosas ambiciones de esta loca aventura".
Días después, el joven recluta abandona su destacamento y se entrega a la unidad británica más cercana.
Guerra psicológica
Así imaginaba el gobierno de Reino Unido que podría obrar -en el mejor de los casos- la guerra psicológica ("Psywar") que emprendió a comienzos del conflicto en el Atlántico Sur para socavar la moral de los conscriptos inexpertos que Argentina había enviado al archipiélago.
El panfleto es real y forma parte de una serie de documentos secretos recién desclasificados por el Ministerio de Defensa, a los que tuvo acceso BBC Mundo.
Los archivos revelan detalles hasta ahora desconocidos de esa misión encubierta para tratar de "manipular" a las fuerzas de Argentina durante la guerra que, entre el 2 de abril y el 14 de julio de 1982, se cobró la vida de 649 solados argentinos y 255 británicos.
"Esta material sale a la luz sólo ahora porque acaban de transcurrir los 25 años requeridos por la ley para que pueda difundirse", nos explicaron en los Archivos Nacionales, en Londres, donde se pueden consultar los textos bajo estrictas medidas de seguridad.
Se trata de una carpeta que contiene 189 páginas de documentos etiquetados como "ultrasecretos", bajo la referencia DEFE 24/2254.
En ellos se revelan los pormenores de la planificación, la puesta en marcha -con ejemplos- y las lecciones aprendidas de las actividades de guerra psicológica en el archipiélago.
"Explotar el sentido de aislamiento"
La misión de "Psywar" formaba de la "Operación Corporate", el nombre clave de la ofensiva militar más amplia para recuperar las Malvinas/Falklands.
En los documentos puede constatarse que el gobierno británico le encarga al denominado Grupo Especial de Proyectos (GEP) la misión de "embaucar" a los soldados argentinos desplegados en las Malvinas/Falklands en abril de 1982, cuando apenas había estallado la guerra.
El GEP es una pequeña unidad de oficiales especializados en guerra psicológica dentro del Ministerio de Defensa.
En términos generales, su misión es infundir temor ante un contingente británico mejor preparado, contra el cual la derrota es inevitable.
Siguiendo esta "idea-fuerza", uno de los documentos define tres metas específicas para el GEP.
La primera es "reforzar la percepción argentina de la determinación del gobierno británico [de recuperar las islas] y el poderío de la Fuerza de Tareas [la flota enviada al archipiélago]? mostrando las capacidades del arsenal de Reino Unido".
La segunda es "intensificar la percepción entre los argentinos de que sus líderes son irresponsables", al enfatizar "la escasez de suministros militares" en las islas.
El tercer objetivo, el más ambicioso en la operación, es "la desmoralización de la guarnición argentina en las islas", apelando a sus emociones.
Esto implica "explotar cualquier sentido de aislamiento en las tropas de ocupación [argentinas]? para que la defensa de las Falklands contra la Fuerza de Tareas parezca menos significante", se explica en los documentos.
Y cuando en los archivos desclasificados se habla de aislamiento, no sólo se hace referencia a la desolación en la dura geografía de las islas, sino también al desamparo psicológico: los esfuerzos de desmoralización también buscan sacar provecho de la lejanía de los conscriptos de sus familiares y amigos.
Guerra de panfletos
Para llevar su guerra psicológica al archipiélago, el Grupo Especial de Proyectos escoge dos "armas", según los documentos secretos: la producción de una serie de panfletos y la instalación de una radioemisora en español.
La historia de la Radio Atlántico del Sur (RAdS) es bastante sabida; sobre ella se ha escrito mucho. Hay, sin embargo, algunos aspectos menos conocidos de su gestación, su operación y su alcance que han dejado al descubierto los archivos desclasificados por el Ministerio de Defensa británico. (Ver recuadro al final del artículo).
Los folletos creados en diferentes momentos del conflicto -se imprimieron unos 12.000 ejemplares de cada uno- son, tal vez, el capítulo de la guerra psicológica más fascinante que describen los documentos confidenciales.
Uno de panfletos se inspira en la rápida derrota de la guarnición argentina en las islas Georgias del Sur, también ocupadas por el país sudamericano. Allí, el capitán de fragata Alfredo Astiz capituló el 24 de abril de 1982 ante la superioridad de las fuerzas británicas.
El volante, que incluye una foto de la rendición de Astiz, explota en particular el sentimiento de separación.
"Tus valerosos compañeros de armas ubicados hace poco en las islas Georgia del Sur han vuelto a su tierra patria. Fotografías de ellos recibiendo la bienvenida con honores militares y reunidos con sus seres queridos han aparecido en todos los periódicos", dice.
Y prosigue: "[Ellos] tomaron una decisión correcta y honorable. Tú debes ahora hacer lo mismo. Piensa en el peligro que te encuentras. Tus raciones y pertrechos de guerra están escasísimos [?] Piensa en tus seres queridos y en tu hogar que esperan tu dichoso retorno".
Otro panfleto describe una situación aún más dramática: "Prontamente caerán sobre Uds. todos los rigores de un invierno cruel y despiadado y la armada argentina no está en condiciones de suministrarles los víveres o refuerzos que Uds. tanto necesitan".
Y completa: "Sus familiares viven con el tremendo terror que nunca los volverán a ver".
Salvoconducto y cañones
Entre los folletos impresos durante el conflicto, uno les ofrece a los conscriptos argentinos una solución práctica para escapar de su "desesperada situación": un salvoconducto firmado nada menos que por el comandante en jefe de los fuerzas británicas, el contraalmirante John "Sandy" Woodward.
El documento, claramente destinado a fomentar la deserción, certifica: "El soldado que porta este pase ha señalado su deseo de no seguir peleando. Se le tratará estrictamente de acuerdo a lo estipulado por la Convención de Ginebra y deberá ser evacuado del área de operaciones lo más pronto posible".
Y añade para reconfortar al eventual portador: "Se le suministrará alimentos y tratamiento médico de ser necesario y después será internado en un lugar de albergue donde esperará su repatriación".
El texto incluso da instrucciones precisas sobre cómo usar el salvoconducto. Le recomienda al beneficiario: "a) deponer su arma. b) mantener este pase en posición bien visible. c) avanzar hacia el integrante de las fuerzas británicas más próximas".
Sin embargo, la guerra psicológica con panfletos no resultó tal como la había planeado el GEP, la unidad encargada de la ofensiva desmoralizadora, y por varias razones.
En uno de los documentos secretos, el GEP se queja de las dificultades causadas por "la falta de inteligencia" sobre "las características psicológicas de la audiencia" para sacar el máximo provecho de la ofensiva con volantes.
Esta falta de inteligencia, añade, también imposibilitó comprobar si los folletos tuvieron alguna efectividad en el terreno.
Lo que sí dejan en claro los archivos desclasificados es que los panfletos fueron despachados a las Malvinas/Falklands a bordo de dos buques militares, el HMS Fearless y el HMS Hermes, y que hubo reportes de que varios de ellos lograron ser distribuidos, aunque en otros casos fue imposible confirmar si efectivamente llegaron a sus destinatarios.
El GEP advierte, asimismo, de otro obstáculo que debió enfrentar: las limitaciones técnicas para lanzar los folletos en el "teatro de operaciones".
"No se desarrolló ningún proyectil para lanzar volantes con un cañón liviano de 105mm", lamenta. "Tampoco hubo ningún dispositivo de uso oficial para lanzar los panfletos desde el [jet de guerra] Harrier y otras aeronaves".
En la práctica, todo dependió de la buena voluntad de los militares británicos en el campo de batalla, a quienes desde luego los consumían las prioridades de la guerra.
ONDAS DE RADIO: ¿QUÉ ESPAÑOL HABLAN?
En los documentos desclasificados se lee que, a fines de abril de 1982, el Ministerio de Defensa de Reino Unido propuso la creación de una radioemisora para "bajar la moral de los soldados argentinos" en las Malvinas/Falklands.
La misión, que llevaba el nombre secreto de "Operación Moonshine" ("Luz de Luna"), dio origen a la Radio Atlántico Sur (RAdS).
Sus programas, destinados a "intensificar el sentido de aislamiento de las tropas argentinas y fomentar su rendición", serían producidos en Londres por un equipo de unas 25 personas, mayormente militares.
Entre ellos: un director, periodistas, presentadores, traductores, ingenieros radiofónicos y "recopiladores" (miembros del servicio de inteligencia encargados de obtener información relevante de todas las fuentes posibles).
Según uno de los documentos desclasificados, el equipo trabajó de forma encubierta, en un lugar de la capital británica sin revelar. Para evitar comprometer sus operaciones, los empleados debían "usar la contraseña secreta 'Pinocho' para referirse a la estación de radio o sus objetivos".
Esa clave sugiere engaño, pero paradójicamente el grupo encargado de la guerra psicológica insiste en que "la RAdS se presente como una emisora neutral e imparcial", que "informe de los hechos" con fuentes del gobierno británico y de Argentina, "si [esto último] es compatible con las metas".
La justificación para esta suerte de "orientación editorial" puede encontrarse en uno de los documentos: "En el transcurso de la crisis, las autoridades argentinas buscaron maneras de justificar sus acciones y probar, especialmente ante su propia gente, que estaban teniendo éxito".
"Montaron una campaña de propaganda a gran escala en la que la verdad fue ignorada. Muchas de sus declaraciones eran tan exageradas y absurdas que se desbarataban por sí mismas", remata.
"De principiantes"
Según los archivos secretos del Ministerio de Defensa, la "Operación Moonshine" generó resistencia en otras áreas del gobierno británico y en la BBC, cuyos servicios Mundial y Latinoamericano ya transmitían al archipiélago y al territorio argentino.
La BBC también se opuso a que el gobierno tomara control de una de sus antenas en la Isla Ascensión -en medio del Océano Atlántico- para lanzar su "arma psicológica" por la frecuencia de 9,71 MHz.
La RAdS transmitió en español entre el 19 de mayo y el 15 de junio, durante cuatro horas diarias. Su programación incluía boletines de noticias, comunicados, reportajes y en ocasiones música.
Sin embargo, según puede constatarse en el material desclasificado, los líderes de la "Operación Moonshine" acabaron frustrados.
En uno de los documentos se le pregunta al entonces ministro de Defensa, John Nott, si cree que la RAdS contribuyó de alguna manera en la capitulación de la guarnición argentina, y él responde: "Las transmisiones eran muy buenas? [pero] yo diría que no tuvieron un efecto mayor en el resultado".
Aquí Nott parece juzgar con indulgencia la calidad de la programación, porque en los archivos secretos se detallan varias de sus principales falencias. Para empezar, se cita a la misma BBC considerando que el contenido es "de principiantes" y denunciando que "compromete" su imparcialidad.
El resto de los defectos los explica bien una comunicación del ejército argentino interceptada por la inteligencia británica, que es lapidaria y cuyas conclusiones el gobierno de Reino Unido acaba aceptando.
"El lenguaje usado era cercano al de los centroamericanos y carecía del conocimiento idiomático de español de Argentina", sentencia.
Los británicos reconocen esto como un error estratégico: ¿cómo se puede lograr una identificación emocional en la guerra psicológica si se usan modismos ajenos?
Pero el documento en cuestión va más allá y hace que todo lo anterior parezca menor ante dos comprobaciones fácticas: "Ningún conscripto tenía la menor idea de lo que era la RAdS [?] Los soldados argentinos ni siquiera estaban enterados de esta transmisión o nunca llegaron a escucharla debido a las circunstancias".
"La mayoría de los efectivos se encontraban en el terreno y, a excepción de algunos oficiales, ninguno de ellos tenía receptores". Y "cuando surgía alguna oportunidad de escuchar radio, sintonizaban las radios de Argentina".