"Aquello fue una matanza brutal".
Así resume Ignacio Alvárez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante (España), lo ocurrido en febrero 1982 en la ciudad siria de Hama, escenario entonces de la ofensiva del ejército gubernamental contra grupos armados insurgentes.
Como ocurre hoy en muchos lugares de este país en guerra, los civiles pagaron las consecuencias de los combates entre el gobierno y los rebeldes.
También como ahora, un miembro de la familia Al Asad mandaba en el país: Hafez, padre del presidente actual, Bashar, quien le sucedió a su muerte en 2000.
Pero, al contrario de lo que sucede ahora, el mundo tardó meses en conocer lo ocurrido.
Más de un cuarto de siglo después, aún se discute cuántas personas murieron aunque hay consenso en que hubo miles de víctimas.
"Se calcula que hubo entre 10.000 y 30.000 muertos, pero nunca pudo hacerse un cómputo fiable", explica a BBC Mundo Álvarez-Ossorio.
¿Por qué estalló la violencia?
En 1979, el grupo islamista de los Hermanos Musulmanes había promovido un levantamiento en distintos puntos de Siria contra el gobierno del partido Baaz.
Había razones políticas y religiosas.
Los islamistas, que abogan por la preeminencia de lo religioso en la política, habían recobrado fuerza en la década de 1970 en la región de Medio Oriente.
Álvarez-Ossorio señala que "estaban en contra del Baaz por ser laico y socialista, y porque con esta formación en el poder la religión no tenía cabida".
"Los Hermanos son, como la mayoría de los musulmanes, sunitas, mientras que los Al Asad son alauitas, y los sunitas no los consideran verdaderos musulmanes", explica.
Militantes islamistas iniciaron una ola de ataques contra agentes de los servicios de seguridad. En junio de 1980 intentaron sin éxito atentar contra el presidente.
Emily Hawthorne, experta en Medio Oriente del centro de análisis Stratfor de Texas, le dijo a BBC Mundo que ese intento de acabar con su vida provocó "una profunda animadversión" de Hafez al Asad hacia los Hermanos Musulmanes.
Miembros de los cuerpos de seguridad mandados por Rifaat al Asad, hermano de Hafez y tío de Bashar, ejecutaron a centenares de presos islamistas recluidos en la cárcel de Tadmur, en Palmira, como venganza por la tentativa de magnicidio.
A Rifaat al Asad, vicepresidente entonces, se le ha considerado durante años el principal responsable de la matanza de Hama, acusación que él ha negado a través de sus abogados.
¿Qué ocurrió en Hama?
El levantamiento de los Hermanos Musulmanes contra el partido Baaz tuvo más seguidores en las ciudades que en el campo.
La mecha de la insurrección prendió sobre en todo en Homs y Hama.
Hawthorne explica que "como ocurre ahora, hay amplias zonas de Siria que son vistas como sus bastiones por los grupos islamistas suníes y Hama era entonces el cuartel general de los Hermanos Musulmanes".
Allí, un grupo escindido de los hermanos conocido como la Vanguardia Combatiente se había hecho fuerte, convirtiéndose en verdadero quebradero de cabeza para el ejército gubernamental.
El 2 de febrero de 1982, la ciudad amaneció rodeada por entre 6.000 y 12.000 soldados enviados por el gobierno (la cifra varía según las fuentes).
Comenzaba así un asedio sin contemplaciones, una tormenta de fuego sobre la ciudad que se prolongaría durante casi un mes.
"Fue una respuesta totalmente desproporcionada. Se redujeron barrios enteros a cenizas", sostiene Álvarez-Ossorio.
"Entonces se vio lo que hemos visto sistemáticamente en los últimos años de la guerra de Siria", agrega.
Cuando ya la situación parecía bajo control, según el relato de este experto, "se utilizaron la artillería y la aviación para arrasar el barrio donde se habían ocultado los últimos insurgentes".
"Murieron muchas personas y muy pocas eran combatientes".
El aplastamiento de los últimos reductos de la Vanguardia Combatiente en Hama supuso el fin de la revuelta islamista contra el presidente Hafez al Asad.
¿Por qué tardó tanto en tenerse noticia de la masacre?
El mundo tardó en conocer lo que había ocurrido en Hama y la falta de información sobre lo sucedido llega hasta hoy día.
"Entonces Siria era un país sin apenas cobertura de los grandes medios internacionales y cuando terminaron los bombardeos se convirtió en una zona militar cerrada, por lo que no se pudo documentar la magnitud de la catástrofe", afirma el experto español.
Según Hawthorne, pese al apagón informativo decretado por el gobierno, "diplomáticos y corresponsales occidentales en Damasco sabían que algo terrible había ocurrido".
No sabían exactamente qué.
Aunque miembros de los Hermanos Musulmanes y residentes de la ciudad que habían abandonado Siria relataron en los países en los que recalaron el castigo a Hama por parte de las tropas mandadas por Rifaat, sus denuncias apenas tuvieron eco ni credibilidad en los países occidentales.
Fueron los reportes de dos periodistas, el británico Robert Fisk y el estadounidense Thomas L. Friedman, que visitaron la zona pocos meses después de los acontecimientos, los que empezaron a convencer al mundo de que miles perecieron allí.
Friedman, hoy tres veces ganador del premio Pulitzer y prestigioso columnista en The New York Times, informó de que, sofocada la resistencia, los vehículos del ejército sirio pasaron una y otra vez sobre los restos de los edificios bombardeados para que nada quedara en pie.
"Parecía como si toda la ciudad hubiera sido arrasada una y otra vez por un tornado durante una semana, pero esto no fue obra de la naturaleza", escribió.
Casi un año después, un informe publicado por Amnistía Internacional basado en la primera investigación sistemática de lo ocurrido, estimaba en entre 10.000 y 25.000 los muertos que dejó el cerco a Hama.
¿Por qué no hubo una reacción internacional?
El mundo era distinto entonces.
Sin teléfonos celulares y sin internet al alcance de cualquiera, un lugar en el que no había periodistas era uno del que no había noticias.
Hawthorne explica que cuando en 2011 y 2012, en el marco de la actual guerra siria, "hubo otros episodios de brutalidad en Hama que no pudieron ocultarse".
"El planeta entero los vio a través de las grabaciones de los teléfonos de miles de personas".
"En 1983, hubo llamadas a la depuración de responsabilidades, pero las noticias habían aparecido mucho tiempo después", recuerda Hawthorne.
A esa tardanza se sumó un factor disuasorio hoy desaparecido: la poderosa URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
La gran superpotencia rival de Estados Unidos en la época "tenía una estrecha relación con Damasco".
"Ahora Rusia sigue protegiendo a Siria de alguna manera, pero aquel era el contexto de la Guerra Fría", señala Hawthorne.
La constante amenaza de un enfrentamiento nuclear entre ambos gigantes en las muchas regiones en las que tenían intereses opuestos "hacía aún más peligroso cualquier movimiento efectivo de los gobiernos occidentales".
Ninguno de los especialistas consultados cree que esa llegara a ser nunca una opción seriamente contemplada.
Para Hawthorne no hay duda de que fueron los Al Asad los que ordenaron la despiadada intervención de Hama.
"Era algo que querían que se hiciera".
"Como su hijo Bashar ahora, Hafez entonces estaba al tanto de lo que hacían los militares y los servicios de seguridad".
Hafez al Asad terminó sus días como presidente de Siria y nunca respondió por su supuesto papel en los hechos de Hama.