? Si bailamos juntos, peleamos juntos. Si bailamos juntos, peleamos juntos ?
Esta frase en inglés se repite una y otra vez sobre una melodía de música electrónica.
Pero no se trata de una simple canción en una rave (fiesta electrónica) en alguna ciudad del mundo.
Esta es una historia de redadas policiales, de grupos de extrema derecha y de música tecno.
Y tiene como escenario la capital de Georgia, Tiflis.
¿Solo una revolución musical?
Hay un boom musical en auge en Georgia creado por los jóvenes que se identifican con la cultura occidental y frecuentan clubs nocturnos a los que van miembros de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales).
"Somos libres y necesitamos ser libres", le dice a la BBC un joven que participa de una rave en Tiflis.
Pero no todos están de acuerdo y estos jóvenes enfrentan la resistencia de grupos poderosos.
Cuando miles defensores de las fiestas electrónicas salieron en mayo pasado a protestar a las calles de Georgia, bailar se convirtió en un acto político.
Armas en la oscuridad
Al lado del estadio del Dinamo, en el corazón de Tiflis, funciona Bassiani, el mayor club nocturno de música electrónica de Georgia
En mayo pasado, la policía realizó una redada en Bassiani y en otra discoteca frecuentada por la comunidad LGBT.
"¿Puedes imaginarte en la oscuridad, a la 1 de la madrugada, rodeado de policías con armas automáticas, máscaras y que te estén gritando?", le dice Zviad Gelbakhiani, uno de sus fundadores de Bassiani, a Rayhan Demytrie, corresponsal de la BBC en el Cáucaso.
La policía dijo que las redadas eran parte de una operación contra el tráfico de drogas.
"Las drogas no son producidas en el país, son importadas. Entonces deben controlar las fronteras no a la gente en la pista de baile", critica Gelbakhiani.
Él junto a otras 70 personas fueron detenidos fuera del club en la violenta redada.
Una rave en la calle
La reacción a esas detenciones no se hizo esperar.
En horas, miles de personas salieron a la calle para apoyar el derecho a la libre expresión frente al Parlamento de Georgia.
"Cuando vi que unas 20.000 personas estaban bailando, casi rompo en llanto", describe el cofundador de Bassiani.
La protesta se había transformado en una rave al ritmo de música electrónica.
"Yo estaba bailando con mucha bronca", dice la activista Anna Subeliani a la BBC.
Pero el lugar que Subeliani eligió para bailar (lo hizo sobre un monumento histórico) fue lo que aparentemente irritó a grupos de extrema derecha que organizaron una contraprotesta.
La BBC intentó entrevistar a los representantes del grupo fascista Unidad Nacional de Georgia pero dijeron que no era seguro para ellos hablar y que su líder, George Chelidze, había sido detenido.
La policía de Georgia confirmó el arresto, aunque, más tarde, Chelidze contactó a la BBC y dijo que las autoridades lo apresaron porque no querían que hablara con la prensa.
Al día siguiente, nuestra corresponsal Rayhan Demytrie lo entrevistó. Allí, le mostró la bandera de la agrupación y su tatuaje con una cruz esvástica.
"Esta no es alemana, es georgiana", dice señalando su controvertido tatuaje ubicado a la derecha de su pecho.
Y afirma que no tiene problema en que su emblema sea relacionado con el símbolo nazi.
Al ser consultado por el motivo de la aparición del grupo durante la protesta musical frente al Parlamento de Georgia, Chelidze asegura que fue una reacción a "una provocación de la izquierda".
"Ellos no estaban protestando solo por las redadas de la policía sino que demandaban la legalización de las drogas.Y fue una propaganda de la comunidad LGBT".
Influencia rusa
Unidad Nacional de Georgia no fue el único grupo de extrema derecha que apareció en la rave.
"Algunas organizaciones se crearon recientemente y en la última demostración fueron muy agresivas", dice Eka Gigauri, de Transparencia Internacional en Georgia, que recientemente estuvo monitoreando a grupos neonazis.
"Uno de los grupos más activos es Marcha Gerogiana y podemos confirmar que algunos de sus miembros reciben apoyo financiero del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia", dice.
Rusia y Georgia tuvieron una guerra hace 10 años y las relaciones siguen tensas.
Georgia se separó de la URSS en 1991 pero Rusia intentó desde entonces mantener su influencia en el país.
"Aún tenemos una poderosa propaganda rusa en el país y mucha gente siente que Rusia es nuestro enemigo", dice Gigauri.
Algunos georgianos creen que Rusia está usando a grupos como Marcha Georgiana para atacar a quienes defienden la cultura occidental y para promover valores ultraconservadores en el país vecino.
Cuando la BBC consultó al líder de Marcha Georgiana, Sandro Bregadze, sobre si la organización recibe fondos del gobierno ruso, él lo negó rotundamente.
"No soy un defensor de la política rusa en Georgia. Conozco lo que es la ocupación rusa, eso mata a mi país", afirma.
Sin embargo, elogia la política actual de Estados Unidos.
"Nuestra ideología nacional es melliza a la de Donald Trump: fuerzas de derecha, conservadoras, basadas en la cultura cristiana y en los valores tradicionales", detalla Bregadze.
El rol de la iglesia ortodoxa
La comunidad LGBT no solo recibe resistencia de grupos de extrema derecha sino también de la poderosa iglesia ortodoxa de Georgia.
Tres días después de la protesta tecno, miles de personas salieron a la calle en rechazo al Día Internacional contra la Homofobia. Ellos lo llamaron "El día de la familia pura" y el mensaje contra la comunidad gay fue claro: los carteles llevaban dibujos de familias compuestas por una mujer, un hombre y niños.
No es la primera vez que la comunidad gay es agredida.
En 2013, cuando realizaban una protesta debieron resguardarse en un autobús tras ser atacados por una horda de gente liderada por sacerdotes ortodoxos.
La iglesia niega vínculos con los grupos de ultra derecha pero su actitud hacia la comunidad LGBT es similar.
"La propaganda de la comunidad LGBT y su estilo de vida con su demanda de la liberación del consumo de drogas contradice las enseñanzas de la iglesia", dice Andria Jaghmaidze, sacerdote de la iglesia ortodoxa georgiana.
Lucha contra la droga
Activistas dicen que la política en contra de la droga apunta a los consumidores y no a los traficantes y que las leyes en Georgia son más estrictas que en el resto de Europa.
"Si te encuentran con una pastilla de éxtasis recibes una pena de entre 5 a 7 años. Si es más de un gramo de sustancia, como 6 pastillas de éxtasis, vas a prisión por 20 años o de por vida", cuenta Paata Sabelasshvili, activista defensor de los derechos de la comunidad LGBT y promotor de suavizar las leyes en contra el consumo de drogas.
"No queremos que la gente abuse de las drogas, queremos ayudar y sabemos que la prisión no ayuda", dice.
Por su parte, las autoridades justifican el accionar de la policía en la lucha contra el narcotráfico.
"Nosotros luchamos contra la droga donde se vende. Fue un allanamiento con una orden de un juez para identificar el tráfico de drogas en la discoteca. Así que para nosotros fue justificado", dice Nino Javakhadze, viceministra del Interior de Georgia.
Solidaridad
La lucha de los jóvenes en Georgia trascendió las fronteras y recibió el apoyo de DJs mundialmente famosos.
"Juntos bailamos, juntos estamos", afirmaba el DJ alemán, Ben Klock en un video solidario que se hizo viral.
"Sean fuertes", decía Marcel Dettmann, otro DJ alemán; "Somos Bassiani", aseguraba en una grabación el DJ georgiano Irakli.
En una fiesta de 24 horas en Bassiani, la primera desde las redadas de mayo, activistas dieron charlas sobre cómo son las leyes de lucha contra las drogas en Georgia.
Allí los activistas dijeron que en realidad la política represiva de Georgia en torno a las drogas es la última herramienta usada por el gobierno para controlar la libertad de las personas.
"Aún existe ese estigma post soviético que mi generación está combatiendo y me siento muy orgullosa de eso", afirma una joven en Bassiani.
?Si bailamos juntos, peleamos juntos. Si bailamos juntos, peleamos juntos ?, se oye de fondo.