¿Qué tan peligroso es vivir o viajar en México? Es la pregunta de muchos tras la reciente ola de violencia que sacude al país.
En el último mes ocurrieron tres acontecimientos que pusieron en controversia la estrategia de seguridad del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El 14 de octubre en Aguililla, Michoacán, policías estatales fueron emboscados por el Cartel Jalisco Nueva generación (CJNG).
En el ataque murieron 13 oficiales y nueve más resultaron heridos. Algunas de las camionetas donde viajaban recibieron disparos de fusiles Barret calibre 50.
Tres días después, una fallida operación para capturar a Ovidio Guzmán López provocó una fuerte reacción del cartel de Sinaloa, al que pertenece.
Durante varias horas cientos de sicarios bloquearon calles y carreteras de Culiacán. Ocho personas murieron y otras 16 quedaron heridas.
Y después, el lunes 4 de noviembre miembros de la familia LeBarón fueron atacados en los límites de Sonora y Chihuahua. Nueve personas fueron asesinadas, entre ellas tres mujeres adultas y seis menores de edad.
La masacre provocó una fuerte reacción no sólo en México sino también en Estados Unidos. Las víctimas son ciudadanos de ese país.
De hecho el presidente Donald Trump ofreció ayuda al gobierno mexicano para "barrer a esos monstruos", en referencia a los agresores de la familia.
Ante las críticas López Obrador defiende su estrategia e insiste en que la situación del país es herencia de gobiernos anteriores.
Más allá de la polémica, especialistas advierten que el país padece aún las consecuencias de 13 años de guerra contra el narcotráfico, que inició en diciembre de 2006.
Y una muestra se presenta en las estadísticas sobre inseguridad, y las acciones de autoridades para combatirla.
Homicidios, la prioridad oficial
En los últimos años, la tasa de homicidios en México se mantiene en continuo crecimiento, e inclusive 2018 fue el año más violento desde la Guerra Cristera que terminó en 1932.
Según el gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) en ese período 36.685 personas fueron asesinadas.
Y hasta octubre de este año se cometieron más de 29.000 homicidios, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP).
De acuerdo con especialistas de mantenerse la tendencia 2019 podría superar las cifras del año anterior.
Contener el número de homicidios es una de las prioridades de la estrategia de seguridad de López Obrador, incluso más que las operaciones contra carteles de narcotráfico como ocurrió en los gobiernos anteriores.
Oficialmente ya se consiguió.
El secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, asegura que se logró detener la tendencia al alza de los asesinatos.
"Hemos logrado un punto de inflexión" dijo, especialmente en la percepción de inseguridad en el país.
Según las cifras más recientes reunidas por Naciones Unidas, México se ubica en el número 19 en la lista de naciones con la tasa más alta de homicidios intencionales por cada 100.000 habitantes.
¿Empeora el problema?
Hasta 2006 el promedio de homicidios en el país era de unos 10.000 cada año, una cifra que se mantenía relativamente estable.
Pero tras la declaración de guerra contra el narcotráfico que decretó el entonces presidente Felipe Calderón, la situación cambió.
En 2009 se cometieron 20.000 homicidios, según datos del Inegi, y a partir de ese momento la tendencia se mantuvo en crecimiento.
Por ejemplo el año pasado el número de asesinatos fue cuatro veces mayor a los que se cometieron en 2007.
Una de las razones del incremento en la violencia es la disputa de carteles de las drogas por las rutas de tráfico, especialmente en los estados fronterizos con Estados Unidos.
Pero también contribuyó la estrategia de concentrar las operaciones en capturar a los capos.
Eso provocó fracturas que desataron disputas internas por el control de las organizaciones, advierten especialistas como Juan Alberto Cedillo, autor del libro "Las guerras ocultas del narco".
"Detener a los líderes sólo provoca más violencia. No detiene el tráfico", le dice Cedillo a BBC Mundo.
En el discurso de los gobiernos anteriores, la mayoría de las víctimas estaban vinculadas a las bandas criminales.
Pero la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) documentó que en muchos casos se trató de personas ajenas a la delincuencia.
Las zonas más violentas
De acuerdo con el secretario Durazo, este año la mayor parte de los asesinatos se concentran en Guanajuato, Baja California, Estado de México, Jalisco y Chihuahua.
Pero no son los únicos estados donde se registra violencia. En lugares como Colima y Guerrero existe una alta percepción de inseguridad según datos del Inegi.
Más del 50% de la población de esas entidades afirma que en los últimos meses aumentó la violencia en las calles.
Lo mismo ocurre en lugares como Chihuahua y Baja California, que hasta 2017 habían registrado una baja en la violencia pero después cambió la tendencia.
El presidente López Obrador, por ejemplo, reconoce que este año aumentaron los asesinatos en Tijuana, Baja California por la pelea de carteles por el mercado local de drogas.
En algunos estados, el incremento de la violencia se debe a la pelea de organizaciones de narcotráfico por el territorio, reconocen especialistas.
Pero hay otros casos como Guanajuato, Puebla e Hidalgo donde la inseguridad se debe a las bandas de robo de combustible explica el presidente López Obrador.
Al mismo tiempo, en el país existen zonas que se mantienen virtualmente al margen de la violencia.
Es el caso de Yucatán, en el sureste del país, donde la tasa de homicidios es de 3 por cada 100.000 habitantes, una cifra menor a los 4,3 de Chile, el país latinoamericano con menor tasa.
Otros ejemplos son Aguascalientes y Campeche que se encuentran por debajo del promedio nacional de asesinatos, y con tasas similares a Uruguay.
La raíz la violencia
México es uno de los países con mayor producción de marihuana, heroína y drogas químicas como anfetaminas o fentanilo.
Algunos de los carteles más poderosos del mundo son mexicanos, como el de Sinaloa o Jalisco Nueva Generación. Según datos de la agencia antidrogas estadounidense, la DEA.
Grupos como Sinaloa tienen células en decenas de países, inclusive en sitios como Australia, Malasia o Nueva Zelanda según datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE).
La batalla por rutas de tráfico y mercados locales es una de las razones de la inseguridad en el país, pero no es la única.
De acuerdo con la Secretaría de la Defensa Nacional las organizaciones criminales aumentaron su capacidad de fuego en los últimos años.
Muchas de las armas que utilizan se fabricaron en Estados Unidos. De hecho la Sedena calcula que el 70% de éstas proviene de ese país.
Estadísticas de la Secretaría de Seguridad Pública indican que el 70% de los homicidios se cometieron con armas de fuego.
Al mismo tiempo las organizaciones criminales diversificaron sus actividades. Grupos como Los Zetas o el CJNG, por ejemplo, se dedican al robo de combustible.
También están presentes en el tráfico de migrantes y en capitales como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey se dedican también al secuestro y extorsión.
Con frecuencia las bandas de delincuencia organizada controlan a funcionarios y corporaciones policíacas, como sucedió en Veracruz, Michoacán y Guerrero, por ejemplo.
La respuesta del gobierno
Para combatir la inseguridad, los expresidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto desplegaron a un promedio de 50.000 soldados y marinos contra el narcotráfico.
La estrategia militar no terminó con la violencia, e inclusive surgieron nuevas organizaciones como el CJNG que en poco tiempo se convirtió en una de las más poderosas de México.
El actual gobierno aplica un modelo diferente. El presidente López Obrador insiste en que lo fundamental es atacar las causas de la delincuencia, como el desempleo y falta de espacio en escuelas.
El objetivo central no es detener capos sino combatir la inseguridad en las calles.
Para ello creó la Guardia Nacional, conformada por policías militares y navales, así como estableció programas de becas y empleo a jóvenes y adultos mayores.
El eje de su programa de seguridad, recuerda el presidente, es pacificar al país. "Ya no hay guerra, la estrategia militar ya se acabó", insiste.
Un ejemplo de su estrategia fue la liberación de Ovidio Guzmán López en Culiacán, cuando ya estaba bajo custodia de militares.
López Obrador dijo que mantener la operación hubiera costado la muerte a por lo menos 200 personas.
El tema causó polémica. Algunos afirmaron que el gobierno había sido derrotado.
Pero el presidente defendió su decisión. "No puede valer más la captura de un delincuente que la vida de las personas".