Estrecho de Ormuz: las "peligrosas" consecuencias del enfrentamiento entre Irán y Estados Unidos
La crisis en el Golfo se ha acelerado, después de que Estados Unidos proporcionara la primera pieza de inteligencia que, según insiste, demuestra que Irán fue responsable de los ataques ocurridos este pasado jueves contra dos petroleros en el golfo de Omán.
Pese a que aún queda mucho por saber sobre los incidentes, en lo que respecta al gobierno de Trump, las pruebas están claras.
Inevitablemente, todo ello genera preguntas sobre lo que ocurrirá: ¿cómo responderá Estados Unidos? Mucho está en juego.
¿Cuál es el peligro de un conflicto aéreo y marítimo a gran escala entre Washington y Teherán?
El borroso video difundido por el Pentágono que muestra lo que dicen que es un pequeño barco iraní -cuya tripulación despega una mina lapa que no explotó del casco de uno de los petroleros atacados el jueves- es un potente primer aldabonazo en la batalla por establecer lo que pasó realmente.
Sin embargo, en el ambiente altamente tenso de la era de las redes sociales, esto inevitablemente es una lucha tanto por la percepción de lo ocurrido como por la realidad.
Para los críticos de uno y otro bando, tanto los gobiernos de Irán y de Trump son tóxicos.
Irán ha negado desde el principio cualquier relación con los incidentes, como hizo tras los ataques con cuatro minas lapas a barcos frente a las cosas de Emiratos Árabes Unidos el pasado mayo.
Estados Unidos ahora atribuye ambos sucesos a Teherán. Y hay un evidente peligro de que esta guerra dialéctica pueda desencadenar un auténtico conflicto.
Tras lo ocurrido, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, rápidamente -y de forma rotunda- señaló con el dedo acusador a Irán.
"Nuestra conclusión", dijo, estuvo basada "en pruebas de inteligencia, las armas utilizadas, el nivel de experiencia necesario para llevar a cabo la operación, ataques recientes similares por parte de Irán contra barcos, y el hecho de que ningún grupo que opera en el área cuenta con los recursos y la capacidad para actuar con ese grado de sofisticación".
Irán, por su parte, fue también rápido en rechazar esas acusaciones. De hecho, buscó desviar la culpa argumentando que estaba siendo víctima de un montaje para responsabilizarle de lo ocurrido.
"Alguien", aseguró un funcionario iraní, "está tratando de desestabilizar las relaciones entre Irán y la comunidad internacional".
¿Una curiosa sucesión de hechos?
A la luz de las evidencias, el video de la Marina estadounidense es convincente. Pero aún deja muchas preguntas sin responder. Fue grabado poco después de las primeras explosiones -cuando los iraníes, parece, según la narrativa estadounidense, estaban tratando de recuperar alguna prueba incriminatoria.
Pero hace falta saber más sobre la sucesión de los ataques. ¿Cuándo, por ejemplo, fueron colocadas las minas lapas a los barcos?
Estados Unidos tiene una destacada capacidad para obtener información de inteligencia en la región, donde cuenta una presencia naval potente. Sin duda alguna, más información irá haciéndose pública y las pruebas forense sobre el daño a los dos buques deberían aportar más claridad.
Sin embargo, el peso de la argumentación de EE.UU. va más allá de estos recientes ataques.
Pompeo defendió su postura ampliamente, insistiendo en que "en conjunto, estos ataques no provocados representan una clara amenaza a la seguridad y paz internacional, un flagrante asalto a la libertad de navegación, y una campaña inaceptable para escalar la tensión".
Estas son duras acusaciones que generan una inevitable pregunta: ¿qué está dispuesto a hacer Estados Unidos sobre ello?
Una vía puede ser una acción diplomática concertada; un intento de dirigir una condena internacional y al mismo tiempo aislar aun más a Irán a través de sanciones económicas adicionales.
Pero hay pocas dudas de que mayores sanciones, con razón o sin razón, puedan haber contribuido a la actual situación, aumentando la presión sobre Teherán, quizá hasta el punto de que algunos elementos en el país -puede que los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria, que mantiene fuerzas navales autónomas- hayan decidido devolver el golpe.
Así que, ¿qué pasará ahora? ¿Puede Estados Unidos buscar algún tipo de respuesta militar en represalia?
¿Qué opinarán sus aliados de los Estados del Golfo y más allá? Y, ¿cuáles pueden ser las consecuencias de una acción militar?
Un momento peligroso
Existe una amenaza real de que Irán, si es atacado, pueda lanzar una especie de guerra híbrida -directamente y a través de otros grupos-, llevando a cabo ataques esporádicos y dispersos contra petroleros y otros objetivos, provocando que suba el precio del petróleo y las primas de seguros, y puede que provocando mayores medidas en represalia.
Es una desagradable posibilidad para todos los implicados, con el riesgo de una escalada de tensiones peligrosa. Nadie realmente piensa que Irán o Estados Unidos quieran un conflicto a gran escala.
Para los estadounidenses, pese a su considerable poder militar, una guerra marítima y aérea contra Irán conllevaría todo tipo de amenazas.
Y el presidente Trump, pese a su retórica bélica ocasional, hasta ahora se ha mostrado reacio a tomar medidas militares significantes en el extranjero. Los ataques estadounidenses en Siria durante su mandato fueron en general simbólicos.
El temor ahora es que Irán, por su propia incorrecta interpretación de la situación, haya dado a las voces más duras en el gobierno estadounidense lo que necesitan para lanzar algún tipo de medida en represalia.
El peligro de una guerra, como de costumbre, es más por accidente que por intención.
Teherán y Washington están mostrando su resolución el uno al otro, pero pueden no estar recibiendo los mensajes que ambos intentan enviar.
Irán, por ejemplo, puede ver el fortalecimiento de Estados Unidos en la región en parte como una bravuconería y, en parte, como un intento de intimidación en lo que considera su "patio trasero"; una intimidación que no está dispuesto a aceptar.
Imaginen que, por ejemplo, miembros de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Iraní malinterpretan las señales.
Supongamos que creen que tienen mucha más libertad para reivindicar su poder en las aguas del Golfo que la que los estadounidenses están dispuestos a aceptar.
En otras palabras, más que como ellos puedan verlo, pueden estar desviándose hacia acciones que Washington y sus aliados simplemente no permitirán que ocurran sin una respuesta.
Esta es la receta para un conflicto, internacional o de otro tipo. Pasamos por un momento peligroso.
Muchos de los aliados de Washington, como Francia y Alemania, están ya urgiendo precaución.
El canciller británico dijo que, pese a que Reino Unido confía en EE.UU., llegará a sus propias conclusiones.
"Llegaremos a nuestra conclusión independiente de lo ocurrido, tenemos nuestros procesos para hacerlo", dijo Jeremy Hunt al programa Today, de la BBC. "No tenemos ninguna razón para no creer en las conclusiones estadounidenses y nuestro instinto nos dice que les creamos, porque son nuestro aliado más cercano".
Trump debe pensar cualquier respuesta minuciosamente.
Cuando tomó posesión del cargo, hubo muchos -incluso expertos de política exterior republicanos- que se negaron a tener nada que ver con su gobierno, insistiendo en que su estrategia errática y cambiante sobre asuntos exteriores provocaría una crisis.
Durante un tiempo, pareció que eso implicaría a Corea del Norte o incluso Siria. Pero, en cada una de las ocasiones, el momento de drama pasó de largo.
Ahora la Casa Blanca afronta una gran crisis.
La manera en la que responda a ella tendrá consecuencias cruciales, no solo para Medio Oriente, sino también para el modelo de relaciones entre EE.UU. y sus tradicionales socios en el Golfo y en otras partes, en un momento en el que muchos de ellos aún dudan en cómo tratar con este presidente y su particular estilo diplomático.