¿Estamos siendo testigos del fin del dominio angloparlante?
En el corazón de la relación entre Estados Unidos y Reino Unido siempre ha existido la presunción compartida de que el liderazgo global se expresa y ejerce mejor en inglés.
Más jactanciosos que los británicos, los presidentes estadounidenses han sido quienes han anunciado abiertamente esa noción de "excepcionalismo" de su país.
Aunque de una forma más moderada, los primeros ministros británicos no se quedan atrás.
Estos también creen en ese excepcionalismo; esa idea de que Westminster es la madre de los parlamentos y que Reino Unido tiene un gobierno ejemplar para el mundo, con valores que todos deben seguir, no solo sus antiguas colonias.
La OTAN, el FMI, el Banco Mundial y la comunidad de inteligencia de los Cinco Ojos (la alianza de inteligencia que integran Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos) surgieron de la Carta del Atlántico, firmada por Franklin Delano Roosevelt y Winston Churchill en agosto de 1941.
El sistema de libre comercio que floreció después de la guerra con frecuencia se le conoce como el modelo anglosajón. La arquitectura, diplomacia y comercio del post mundo global fue construido en gran medida en inglés.
Pero en las últimas semanas este orden anglosajón se ha visto cada vez más débil y tambaleante.
Los inesperados resultados caóticos de las elecciones británicas lo hace ver todavía más frágil, como una edificación histórica que queda vacilante tras un gran terremoto.
En el parlamento británico hay incertidumbre, y en Washington también acecha el caos debido a la investigación sobre los lazos rusos en la Casa Blanca.
A la deriva
Ni los estadounidenses ni los británicos pueden alardear de gobiernos estables, mucho menos mostrarse ejemplares al mundo.
Desde que hace seis semanas la primera ministra Theresa May llamó a elecciones, las placas tectónicas globales se han movido con rapidez, dejando a Reino Unido y EE.UU. a la deriva.
Y las acciones de Trump no han ayudado.
Durante su primer viaje al exterior Donal Trump se rehusó a respaldar públicamente el artículo V de la OTAN, mientras que reprendió públicamente a sus aliados sobre la carga financiera que comparten.
En la reciente cumbre del G7, celebrada en Sicilia, Trump se mostró aislado, y tras regresar a Washington anunció el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, una decisión de masiva importancia planetaria y geopolítica.
Aquí, América Primero significó América Sola; Trump parece deleitarse con su neoaislamiento -como cuando ocurrió tras el retiro del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica durante los primeros días de su presidencia.
Para Reino Unido, el impacto diplomático del Brexit también se ha hecho más claro en las últimas semanas, pues los líderes de la Unión Europea han esbozado sin rodeos cómo van a establecer los términos del acuerdo del divorcio, que parece más un decreto que una separación amistosa.
"Otro autogol"
Los 27 miembros restantes de la UE también han dejado claras sus intenciones de penalizar a Reino Unido.
Cuando el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se reunió con Theresa May en Downing Street -la residencia oficial de la primera ministra- se mostró evidentemente consternado con el enfoque de May.
"Me estoy yendo de Downing Street diez veces más escéptico de lo que estaba (cuando llegué)", le dijo Juncker a su anfitriona.
Tal y como me explicó un diplomático europeo: "A Reino Unido le salió el tiro por la culata. Nosotros tenemos la intención de disparar otra vez".
Al haber fracasado en unas elecciones que no tuvo que haber convocado, la posición de negociación de la Primera Ministra es todavía más débil de lo que estaba antes.
El negociador europeo para el Brexit, Guy Verhofstadt, calificó las elecciones británicas de "otro autogol".
En las últimas semanas no sólo las relaciones de Reino Unido con la UE se han vuelto más tensas, sino que su querida alianza transatlántica también se ha visto sujeta a imprevistas pruebas de estrés.
Nunca imaginé tener que informar que Reino Unido iba a dejar de compartir información delicada con Estados Unidos, pero eso fue lo que tuve que hacer tras los atentados en Manchester.
Después, con el ataque en Londres vino el tuit de Donald trump contra el alcalde de Londres Sadiq Khan.
En el mundo anterior a Trump habría sido impensable que un presidente estadounidense atacara de una forma tan viciosa a un alcalde británico tras unos atentados.
Christopher Meyer, quien fue embajador británico en Washington, parece haber capturado el sentimiento de la opinión pública cuando escribió "Trump me hace vomitar".
La primera ministra se mantuvo al margen de la dura censura al presidente por su ataque a Khan, presumiblemente por miedo a enfurecer a Trump y poner en peligro un acuerdo comercial post Brexit con Estados Unidos.
Y quizás esta también fue la razón por la que no se unió a los mandatarios de Alemania, Francia e Italia en la declaración conjunta en contra de la decisión de Trump de salirse del Acuerdo de París.
Pero una vez más, esto sólo enfatiza las debilidades de Gran Bretaña.
Alianza franco-alemana
La relación especial entre los países siempre ha sido asimétrica, pero ahora parece más inclinada hacia un lado, y esto dice mucho de la diplomacia desesperada post Brexit
Eventualmente la alianza transatlántica tendrá que lidiar con un problema de más largo plazo que la administración de Trump; uno de los grandes beneficios de esta relación había sido para Washington utilizar a los británicos como puente a la Unión Europea.
Esta es la razón por la que Barack Obama hizo tanta campaña para que los británicos votaran por quedarse en la Unión.
En el futuro, con otros presidentes estadounidenses, es fácil imaginar que una alianza estadounidense-alemana sustituya la anglo-estadounidense actual.
Los vacíos en el liderazgo mundial se llenan rápidamente, y en las últimas semanas hemos visto la rapidez en que puede suceder.
Brexit ha galvanizado la Unión Europea. La elección de Emmanuel Macron ha revitalizado la alianza franco-alemana, dándole un aspecto más juvenil y dinámico.
Tras el Acuerdo de París ha surgido una alianza medioambientalista entre Bruselas y Pekín.
Y más ampliamente, China ve esta coyuntura actual como una oportunidad para extender su influencia y posicionarse como figura global clave en cuestiones ambientalistas.
Incluso antes de que Trump asumiera la presidencia, parecía más probable que este siglo se perfilara como uno asiático a que se repitiera uno con dominio estadounidense.
Los europeos también están aprovechando esta oportunidad. "Los europeos debemos tomar las riendas de nuestro destino", declaró Angela Merkel durante un discurso en una cervecería bávara tras la desastrosa cumbre del G7.
Merkel fue más allá al advertir que los días en que Alemania podía confiar completamente en otros "han terminado".
La Canciller alemana parece cada vez más la líder del mundo libre, algo que hubiera requerido de mucha imaginación en los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando el orden global liberal angloparlante se estaba formando.
Winston Churchill, durante el discurso de 1946 en Fulton, Missouri, en el que acuñó la frase "relación especial" (y también la de "cortina de hierro") dijo: "Es necesario que la constancia de la mente, la persistencia del propósito y la gran sencillez de la decisión guíen y gobiernen la conducta de los pueblos angloparlantes tanto en la paz como en la guerra".
"Creo que en esta exigencia extrema debemos demostrar que somos iguales y así lo haremos".
Ahora mismo, tanto Estados Unidos como el Reino Unido parecen estar fracasando en la prueba de Churchill.
Esta naciones angloparlantes ya no hablan con tan clara voz, y el resto del mundo ya no les presta tanta atención.
Un nuevo orden mundial parece estar emergiendo, y se está articulando en otros idiomas.