¿Qué tan extraño es que despidan a un director del FBI y por qué lo relacionan con Nixon?
El universo político de Estados Unidos atraviesa estos días la tormenta que causó la decisión del presidente Donald Trump de despedir al director de la Oficina Federal de Investigación (FBI), James Comey, este martes.
Sin embargo, se anticipa que será una tempestad que tardará en calmarse por el carácter casi inédito de la decisión: es la segunda vez en la historia que un presidente estadounidense cesa en sus funciones a un director del FBI, desde la creación de este organismo en 1908.
La primera ocasión fue en 1993, cuando el entonces presidente Bill Clinton decidió destituir a William Sessions ante las serias acusaciones de violación a la ética del cargo, tales como el uso del avión de la entidad para asistir a reuniones personales.
"A los directores del FBI se les da un mandato de 10 años con el fin de mantenerlos aislados de los cambios políticos. Es muy raro que sean despedidos", escribió el analista político Julian Borger.
Pero no solo es inusual, sino por demás confuso: Comey fue desplazado cuando el FBI adelanta una investigación sobre supuestos nexos de miembros de la administración Trump con Rusia (el FBI ha dicho varias veces que el presidente no es objeto de las investigaciones) que van más allá de los vínculos diplomáticos.
El argumento entregado por la Casa Blanca para justificar el despido -y según lo explicó el fiscal general, Jeff Sessions- fue que Comey no era digno de confianza por el mal manejo que había hecho de la investigación que marcó la campaña de la excandidata demócrata a la presidencia Hillary Clinton en 2016, sobre el uso de un servidor de correo electrónico personal para enviar mensajes con información clasificada.
Sin embargo, muchos políticos y analistas en Washington consideraron que el súbito despido era una maniobra del mandatario para controlar las investigaciones en marcha.
Y lo asociaron con otro hecho similar, ocurrido en octubre de 1973: cuando el expresidente Richard Nixon destituyó a Archibald Cox, un fiscal independiente que investigaba un caso concreto: Watergate.
"Esto es nixoniano", definió el senador demócrata Bob Casey.
"Esto es realmente sorprendente. La primera comparación inevitable es con Nixon y el despido del fiscal Cox. Al despedir a Comey, Trump está asegurando su control sobre el FBI a nivel político", le dijo al diario británico The Guardian el abogado y experto en leyes internacionales Scott Hortton.
Aunque en Twitter, la cuenta de la Biblioteca Nixon, con cierto sentido del humor, salió con una aclaración que se podría traducir como: "¿Sabías que?: el presidente Nixon nunca destituyó al director del FBI".
Pero vamos por partes: primero lo inédito, después lo confuso.
Inédito: el caso Sessions 1993
Primera aclaración: el presidente de EE.UU. tiene la potestad de destituir al director del FBI.
Pero esto sólo había ocurrido una vez. Y fue, hace 24 años, casi una maniobra de último recurso.
William Sessions había sido nominado por el presidente Ronald Reagan en 1987.
Pero hacia 1993, con Bill Clinton ya instalado en la Casa Blanca, el Departamento de Justicia comenzó a investigarlo por el mal uso de los bienes a los que tenía acceso como director de la entidad.
"El Departamento de Justicia halló, entre otras cosas, que Sessions se ha visto comprometido en una vergonzosa maniobra para evitar el pago de impuestos, por ejemplo mediante el uso de la limosina del FBI para llevarlo desde el trabajo hasta la casa", escribió el diario Los Angeles Times.
El reporte también señaló que Sessions había construido una valla de seguridad alrededor de su casa y la había hecho pagar por el gobierno, además de haber organizado viajes de negocios en el avión oficial a lugares donde podía reunirse con sus familiares.
Sessions ignoró el informe del Departamento de Justicia y no renunció a su cargo, lo que creó una crisis institucional.
Entonces, por recomendación de la fiscal general de entonces, Janet Reno, Clinton tomó la drástica decisión.
"No podemos tener un vacío de liderazgo en una agencia tan importante de Estados Unidos como es el FBI. Es tiempo de que este difícil capítulo en la historia de la agencia quede cerrado", dijo Clinton en una rueda de prensa.
Y parecía que el sacudón institucional no se iba a repetir.
Hasta este martes, con una decisión que ha sacudido Washington de un modo similar a la llamada "Masacre de la noche de sábado", ocurrida 43 años atrás. Pero, ¿qué fue aquello y cómo se comparan?
20 de octubre de 1973
"Esto es nixoniano".
Esa frase se refiere en especial a la noche del 20 de octubre de 1973 -que es conocida en el ámbito político estadounidense como la "Masacre del noche de sábado"-, en la que en un término de 24 horas el entonces presidente Richard Nixon hizo renunciar al fiscal general Elliot Richardson y a su fiscal general adjunto William Ruckelshaus por no obedecer la orden de despedir a un fiscal especializado.
Ese fiscal especializado era Archibald Cox, quien había sido nombrado para que analizara las denuncias que se habían hecho sobre el caso Watergate y que implicaban a miembros del gobierno.
A mediados de octubre de 1973, Cox le había pedido de forma escrita al presidente Nixon que le entregara las grabaciones que se habían hecho en la Oficina Oval durante sus días como presidente.
Esas grabaciones podrían dar pistas sobre lo ocurrido con el escándalo.
Nixon no sólo se negó a entregar los audios íntegros -ofreció un resumen ejecutivo, que Cox rechazó-, sino que le ordenó a su fiscal general, Elliot Richardson, el cierre de la oficina a la que Cox estaba adscrito.
Richardson decidió renunciar antes de cumplir esa orden. Su reemplazante, el fiscal general adjunto Ruckelshaus, también se negó y presentó su dimisión.
Fue entonces Robert Bork, quien era el procurador general de EE.UU., quien se quedó con el cargo y cumplió con la orden de Nixon.
¿La similitud con Trump?
El pasado 20 de marzo, el propio Comey, durante un interrogatorio en el Senado de EE.UU., dijo que el FBI estaba adelantando una investigación sobre los posibles nexos entre miembros del personal de Donald Trump y Rusia que van más allá de los vínculos diplomáticos normales entre los dos países y que podrían haber influenciado la campaña electoral que le dio la victoria al republicano.
"El FBI está investigando el origen de cualquier vínculo entre individuos asociados a la campaña de Trump y el gobierno ruso, y si hubo cualquier tipo de coordinación entre la campaña y la intromisión de Rusia", dijo Comey.
Por esos supuestos nexos, que se han convertido en un elemento tóxico dentro del gobierno de Trump, el mandatario ha perdido ya a Michael Flynn, quien había sido designado Consejero de Seguridad Nacional (y era una de las personas más poderosas de su gestión).
Se descubrió que Flynn no había reportado a tiempo sus contactos y conversaciones con el embajador de Rusia en EE.UU., lo que fue considerado como una "omisión grave" y causó su salida del gobierno.
Por eso la decisión de despedir a Comey ha causado semejante sismo.
"La política de EE.UU. ha entrada en una 'dimensión desconocida'. Yo estaba decepcionado por el manejo que se le había dado a la investigación de los correos electrónicos, pero esto me aterroriza", escribió en su cuenta de Twitter Robby Mook, el director de la campaña de Hillary Clinton.
A todo esto se suma que el concepto que justificó la decisión de la salida de Comey fue hecho por el fiscal general Jeff Sessions, quien se autoinhabilitó para investigar cualquier caso referente a Rusia porque también se reunió con el embajador ruso.
La Casa Blanca insistió en que el despido esta relacionado exclusivamente con el caso de los correos electrónicos durante la campaña de Hillary Clinton. De hecho Comey aceptó que no había sido preciso sobre la información que había entregado sobre este asunto.
Y descartaron la importancia del tema sobre Rusia: "Es hora de dejar atrás la investigación sobre Rusia. No nada ahí. Es tiempo de enfocarse en las cosas que le interesan a los estadounidenses", dijo Sarah Sanders, quien es una portavoz oficial del gobierno.