Su nombre ya está inscrito en la historia de la política estadounidense, donde permanecerá vinculado a la controversia.
James Comey fue destituido este martes de su cargo de director del Buró Federal de Investigaciones (FBI) por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
La medida, que entró en vigor de forma inmediata, es solo el último capítulo de las controversias que han rodeado a Comey desde que en julio de 2016 anunció que el FBI había cerrado una investigación en contra de la entonces candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, a quien criticó en términos muy duros señalando que había sido "descuidada" en el manejo de información clasificada.
El caso investigó el supuesto uso ilegal que habría hecho Clinton de un servidor privado mientras ocupaba el cargo de Secretaria de Estado (2009-2013). También era una de los principales argumentos que usaba para atacarla su rival, el entonces candidato republicano Donald Trump.
El 28 de octubre de 2016, cuando Clinton aún conservaba una buena ventaja ante Trump en las encuestas, Comey reveló que el FBI había encontrado un nuevo lote de correos electrónicos por lo que estaba reabriendo la investigación contra la candidata demócrata.
Diez días más tarde, Donald Trump se convertía en el nuevo presidente de Estados Unidos.
Entonces, nació lo que la prensa estadounidense bautizó como "el efecto Comey", para referirse a la posibilidad de que las actuaciones del entonces director del FBI hubieran afectado el resultado de unas elecciones que muchos consideran como las más trascendentales de la historia reciente.
Hillary Clinton cree en ello. La semana pasada, durante un acto en Nueva York, dijo que las causas de su derrota estaban en lo ocurrido en los últimos 10 días antes de la votación.
"Si la elección hubiera sido el 27 de octubre. Yo sería su presidenta", dijo Clinton en alusión a la revelación de Comey.
El ahora ex director del FBI reconoció la semana pasada en una comparecencia ante una comisión del Senado lo difícil de su decisión.
"Me hace sentir ligeras náuseas pensar que pudimos haber tenido algún impacto en las elecciones. Pero, honestamente, no cambiaría mi decisión", dijo.
Afirmó que, al aparecer los nuevos correos, sintió que debía informar al Congreso.
Sus críticos, sin embargo, señalan que esa decisión rompió con una larga tradición en el Departamento de Justicia y en el FBI de no confirmar información sobre la existencia de las investigaciones en marcha en las semanas previas a unas lecciones presidenciales.
Trump y Rusia
No sería la última vez que Comey se saldría del libreto.
El pasado 20 de marzo, durante una comparecencia ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Comey dijo que el FBI estaba investigación si miembros del equipo de campaña de Trump conspiraron con Rusia para influenciar las elecciones presidenciales de 2016.
La revelación resultó un duro golpe para el gobierno de Trump, que semanas antes había tenido que despedir al asesor nacional de seguridad, Michael Flynn, precisamente porque éste no había informado adecuadamente al vicepresidente Mike Pence sobre sus conversaciones con el embajador de Rusia en Washington durante el periodo de transición presidencial.
Los supuestos vínculos con Rusia también afectan al fiscal general, Jeff Sessions, quien a comienzos de marzo anunció su inhibición de las investigaciones relacionadas con la supuesta interferencia de Moscú en la campaña presidencial de 2016.
La decisión de Sessions se produjo tras la polémica surgida al conocerse que durante su proceso de confirmación en el cargo, él no le informó al Senado que se había reunido en dos ocasiones con el embajador de Rusia en Washington durante la campaña electoral de 2016.
La decisión de despedir a Comey, anunciada este martes por Trump, se basó en una recomendación hecha por Sessions.
Jurista republicano
Comey llegó a dirigir el FBI apoyado en una larga y reconocida carrera.
En junio de 2013 el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo nominó para relevar a Robert Mueller al frente del FBI.
Comey, un jurista republicano, había trabajado como segundo del Departamento de Justicia durante la administración de George W. Bush y había ejercido de fiscal en Chicago, Richmond y Nueva York.
Y gracias a esas credenciales y a la independencia demostrada a lo largo de su carrera, el Senado lo reafirmó en el cargo con 93 votos a favor y solo uno en contra.
Pero ese voto casi unánime contrasta con la división que suscitó su actuación durante la campaña electoral, cuando alternativamente era censurado o elogiado por republicanos y demócratas, según el cariz que tuvieran sus revelaciones.
Pero la campaña presidencial de 2016 no fue la primera vez que el nombre de Comey, quien nació en Yonkers (Nueva York) en 1960 y estudió química y religión y se doctoró en derecho en 1985, saltó a la primera plana.
Ya lo hizo en marzo de 2004, cuando era el número dos del Departamento de Justicia de EE.UU.
La Casa Blanca quería extender un polémico programa de escuchas que puso en marcha tras el ataque del 11 de septiembre de 2001, cuando Bush ordenó al FBI "adoptar una mentalidad de guerra".
Pero Comey, quien entonces ejercía las funciones del fiscal general John Ashcroft mientras éste era sometido a una intervención quirúrgica, consideraba que el programa era anticonstitucional.
Así que Andrew Card y Alberto Gonzales, quienes trabajaban con Bush en la Casa Blanca, visitaron a Ashcroft en el hospital con el objetivo de hacerle firmar un documento que autorizara su extensión, sabiendo que Comey se negaría a hacerlo.
Al enterarse, Comey corrió al centro de salud.
"Estaba enfadado", diría años después. "Acababa de ver cómo intentaban aprovecharse de un hombre muy enfermo que no tenía esos poderes porque me los habían transferido a mí".
Ante esto, Comey amenazó con dimitir y sólo se echó atrás cuando Bush se comprometió a hacer cambios al programa que pretendía extender.
Pero su nombre no sólo resonó durante aquél revelador episodio en el que hizo gala de su espíritu independiente.
También lo hizo durante sus años en Nueva York, cuando procesó por estafa a la famosa presentadora Martha Steward, encausó a un miembro del clan mafioso de los Gambino o investigó por fraude a varias firmas de Wall Street.
Asimismo, en varias ocasiones el apellido Clinton se vio envuelto en sus indagaciones.
Ya en los 90 Comey ejerció como segundo de la comisión del Senado que investigó el caso Whitewater, un escándalo que puso la lupa sobre los intereses inmobiliarios de Bill y Hillary Clinton en Arkansas.
Y cuando trabajaba a las órdenes del entonces fiscal Rudy Giuliani procesó por evasión fiscal al millonario Marc Rich, quien se había beneficiado de un perdón que le concedió Bill Clinton cuando era presidente.
El caso era espinoso, ya que tanto Rich como otros indultados habían donado dinero a la biblioteca presidencial de Bill Clinton y a la campaña al Senado de su mujer.
Sin embargo, de su carrera lo que probablemente trascenderá por muchos años será su actuación durante la campaña electoral, pues siempre quedará la duda de si realmente sus revelaciones afectaron a la carrera presidencial de 2016 y terminaron por ayudar a Donald Trump a llegar a la Casa Blanca.
*Este artículo fue publicado originalmente el 31 de octubre de 2016 y ha sido actualizado para reflejar los últimos acontecimientos.