Más de medio millón de personas han llegado a campos improvisados en las últimas semanas. El pueblo sin Estado y "virtualmente sin amigos", como ha descrito la ONU a los rohingyas, acusa al ejército de Myanmar de violaciones, asesinatos y la quema de sus aldeas.
Los rohingyas sufren una situación humanitaria catastrófica, tras sufrir décadas de persecución en la antigua Birmania, donde predomina el budismo.
Desde agosto, comenzaron un desesperado nuevo éxodo por el que al menos medio millón de ellos a cruzado la frontera hasta la costa de Bangladesh.
Cathal McNaughton, fotógrafo de la agencia Reuters; Paula Bronstein, fotógrafa independiente que trabaja para Getty, y Fred Dufour, reportero gráfico de AFP, hablan con BBC Mundo de su experiencia retratando la crisis de estos refugiados.
Los tres hablan de una situación marcada por la muerte y el hambre.
Bebés que nacen como refugiados
Cathal McNaughton, fotógrafo de Reuters
"Me estremeció escuchar risas de niños pequeños. El sonido provenía de dentro de uno de los miles de refugios temporales los rohingyas en Bangladesh. Me di cuenta que llevaba muchos viendo nada más que tristeza y sufrimiento. Oyendo solamente sollozos y llantos".
"Me sorprendió darme cuenta de que me había olvidado de la alegría, de la inocencia de los niños", cuenta a BBC Mundo Cathal McNaughton, que lleva más de dos semanas fotografiando el éxodo de la minoría musulmana.
McNaughton dice que la situación es desesperada, que hay sobre todo muchos niños y mujeres.
"Han sufrido cosas inimaginables en Myanmar y ahora llegan aquí, a un lugar donde no pertenecen y donde no los quieren. He visto muchos niños, que han nacido aquí, que han comenzado su vida como refugiados".
Dice que la magnitud de la crisis es difícil de comprender.
"Las tiendas improvisadas, de bambú y lonas, se extienden más allá del horizonte. He caminado días y días y las tiendas siempre llegan más allá de donde llegan mis ojos", asegura.
Dice que los campos se encuentran a lo largo de una carretera y que el paisaje es siempre cambiante, pues nuevas comunidades llegan constantemente.
El terreno en Cox´s Bazar, en Chittagong, al sureste de Bangladesh, tiene muchas colinas por lo que se ven excavaciones masivas para aplanar el terreno y poner los refugios. Llueve mucho y todo se vuelve un lodazal.
"Las condiciones sanitarias son terribles, los niños corren desnudos y defecan por todas partes. Está siempre húmedo y un penetrante olor es omnipresente", dice el fotógrafo.
El éxodo por ahora continua. "No para de llegar gente nueva. Nadie sabe qué les espera. Ellos dejaron unas condiciones infernales, pero a donde llegan no es una tierra prometida. Les han arrebatado su vida", lamenta McNaughton.
La persecución contra ellos no es nueva
Paula Bronstein, fotógrafa independiente
"Las atrocidades que los rohingya sufren en Myanmar son increíbles. Pero esta violencia contra ellos no es nada nuevo. El problema ha estado sucediendo por años, pero apenas ahora el mundo le pone atención. Eso es lo chocante", dice Bronstein a BBC Mundo.
Asegura que cada vez hay más refugiados, que la escala de la crisis es tremenda. "Hay mucha ayuda humanitaria, pero la llegada de tanta gente ha provocado el caos".
En 2012 una ola de violencia ya había dejado al menos 90.000 desplazados viviendo en campamentos, separados de los budistas, algunos de los cuáles también estuvieron desplazados en ese entonces.
Bronstein ha seguido "de manera extensa" esta crisis.
"Esta crisis iba a suceder tarde o temprano, siempre han sido odiados en Myanmar, son muy maltratados por el ejército y no tienen derechos. La mayoría de Myanmar son anti musulmanes, no los quieren. Es por eso que Aung San Suu Kyi no los va a defender".
Bronstein asegura que estos días ha tomado fotos en un hospital, en donde "hay mucha gente con heridas causadas por el ejército".
Los fotógrafos también retrataron rohingyas niños y adultos enfermos y exhaustos tras la huída.
La fotógrafa cuenta que las familias tienen más de 6 niños porque no hay planificación familiar.
En el último mes han sufrido las fuertes lluvias del monzón en refugios improvisados, aunque ya en los últimos días ha llovido menos.
"Son muy resilientes. Han pasado por el infierno, pero están acostumbrados a no tener nada. Son sobrevivientes", dice Bronstein.
No hay ningún plan para ellos
Fred Dufour, fotógrafo de AFP
"La gente nueva no para de llegar, se han seguido unos a los otros para escapar de la muerte en Myanmar", asegura Fred Dufour, fotógrafo de AFP.
Explica que tienen que caminar por un terreno difícil y luego cruzar un trozo de mar en bote. Llegan exhaustos, confundidos, se quedaron sin energía, algunos no tienen expresión en sus caras, caminan como fantasmas.
Una de las cosas que más impresionó a Dufour, fue ver un naufragio momentos después de que ocurriera.
"Iba en el coche por la carretera, al lado de la playa, cuando vi que algo estaba pasando, un grupo de gente se amontonaba. Corrí y vi muchos cadáveres tendidos en la arena, unos 18, entre ellos varios niños".
"Me dolió mucho ver sus pequeños cuerpos sin vida. Traté de contener las lágrimas, pero no pude. Sólo pude esconderlas tras la cámara", dice.
Siguió tomando fotos, de la forma que le pareció más respetuosa. "Llovía mucho. La gente miraba en silencio, incrédula", cuenta a BBC Mundo.
"En algunos momentos tuve que intentar concentrarme en mi trabajo, en no pensar demasiado, me escondí detrás de mi cámara. Es muy duro para mí ver niños sufriendo, tengo dos hijos y me impacta demasiado", dice el fotógrafo de AFP.
La semana que ha cubierto la crisis lo ha marcado, asegura.
"Me di cuenta del nivel de desesperación. Los rohingyas están dispuestos a morir, con tal de no quedarse en Myanmar. Los que han sobrevivido, están aquí, pero su futuro es muy incierto", lamenta.
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