Los periodistas que llegaron con urgencia a México parecían desconcertados.
Habían sido enviados a cubrir el impacto del huracán Patricia, que en ese momento era uno de los más peligrosos de la historia.
En menos de 10 horas pasó de ser una tormenta tropical a un nivel 5, la máxima categoría en la escala de Saffir-Simpson.
Fue calificado como"el huracán más potente de la historia de México y del hemisferio occidental".
Pero horas después que tocó tierra, en octubre de 2015, algunas partes de la costa de Jalisco y Colima, donde llegó, parecían haber sufrido sólo una tormenta intensa.
Casi todas las carreteras estaban abiertas. Las casas de los pueblos estaban en pie y aunque decenas de calles fueron inundadas y el abasto de electricidad se interrumpió, la vida parecía normal en las comunidades
Algunos asaban pescado y pollo a la vera del camino, otros sacaban el lodo de sus casas o sacudían el polvo de sus automóviles.
No murió nadie. Para el desastre que se esperaba lo que finalmente sucedió resultó algo menor. Por eso la sorpresa de los periodistas.
La historia se recuerda ahora que el huracán Irma, de categoría 5, devastó paraísos tropicales como Bermuda o Saint Martin, y causó graves daños en partes de Florida.
En México, además, el huracán Max tocó tierra en la tarde de este jueves en las costas de Guerrero, en el Océano Pacífico.
Al mismo tiempo, la tormenta tropical Norma se acerca al país y según el Servicio Meteorológico Nacional podría entrar al continente por Sinaloa, en el noroeste, ya como huracán categoría 1.
El mensaje del huracán Gilberto
Al igual que Irma, del huracán Patricia se dijo que era uno de los más peligrosos y la historia fue otra. ¿Por qué?
Una respuesta es que el huracán se degradó al chocar con las montañas de la costa del Pacífico.
Pero otra es que los mexicanos aprendieron una vieja lección.
En 1988 el huracán Gilberto, de categoría 5, entró al país por la Península de Yucatán en el sureste, y con una trayectoria errática recorrió todos los estados costeros al Golfo de México.
Oficialmente el fenómeno causó la muerte a 200 personas, aunque entonces algunos medios como el diario Excélsior afirmaron que las víctimas fueron cerca de un millar.
El caso más grave ocurrió en Monterrey, Nuevo León, en el noroeste del país donde el fenómeno provocó el desbordamiento de presas y ríos.
Uno de ellos, el Santa Catarina, había permanecido prácticamente seco durante décadas. Muchos decían que nunca volvería a tener agua y por ello en su lecho se construyeron decenas de casas.
Pero el río recobró su cauce. El torrente arrasó no sólo con las viviendas, sino con autobuses de pasajeros que, a pesar del huracán, circulaban por la ciudad.
Años después quedó claro que en la tragedia en Monterrey se mezclaron varios elementos.
Por ejemplo la costumbre de vivir en una zona con escasez permanente de lluvias y la tolerancia de autoridades al permitir barrios enteros en una zona legalmente prohibida para eso.
Pero sobre todo que no había un sistema de alerta para las emergencias por el clima y las personas no sabían que hacer ante un desastre.
La lección de 1985
Cuando el huracán Gilberto llegó al país habían pasado tres años del terremoto de 1985, que devastó a una parte de Ciudad de México.
Cientos de casas y edificios se derrumbaron. El número de personas que fallecieron ?la cifra real se supo apenas hace dos años- superó los 12.000.
En las investigaciones posteriores se supo que en las construcciones donde murieron más personas se edificaron sin tomar en cuenta el tipo de suelo que hay en la capital, fundada en el lecho de un lago.
Tampoco existían salidas de emergencia, y la mayoría de las personas no sabía qué hacer en caso de un sismo.
Después del terremoto se crearon nuevos reglamentos para construcción en Ciudad de México y se creó un sistema para alertar de movimientos telúricos originados en la costa de Guerrero, en el Océano Pacífico.
Se llama "Alerta sísmica", que monitorea los movimientos de la placa tectónica en la costa de Guerrero, donde nació el terremoto de 1985 y una de las regiones más inestables del país.
Cuando se detecta un sismo mayor a 5 grados en la escala de Richter, se emite una señal de emergencia 50 segundos antes que el movimiento telúrico llegue a Ciudad de México.
Sismo histórico
Pero sobre todo, coinciden especialistas, se creó una cultura de protección civil que, en el caso de los capitalinos, está muy arraigada.
Cuando se activa la alerta sísmica todas las instalaciones públicas y la mayoría de las casas y edificios de departamentos son desalojados.
Además, desde los años 90 la ley obliga en todo el país a que todas las construcciones se diseñen para soportar un fuerte movimiento de tierra.
Así, el impacto de los sismos ha sido menor en Ciudad de México, incluso en casos extremos, aunque en el resto del país no se han seguido los lineamientos.
La noche del jueves 7 de septiembre ocurrió un sismo de 8,2 grados Richter, el más intenso desde que se miden los movimientos telúricos en el país.
La magnitud del sismo actual fue incluso mayor al de 1985, que fue de 8,1. Pero esta vez en la capital sólo algunos muros se derrumbaron y se rompieron los vidrios de algunas ventanas.
En cambio, en los estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco se derrumbaron varias construcciones y las autoridades han contabilizado al menos un centenar de fallecidos.
Nuevas costumbres
Una situación parecida a los sismos es la que se creó con los huracanes que cada año, a partir de septiembre, azotan las costas de México.
En la época de Gilberto, por ejemplo, no existía un sistema de alerta para las comunidades que podrían ser afectadas por los huracanes.
No era común informarse sobre las condiciones meteorológicas más allá de las regiones costeras.
Pero quizá lo más importante es que, a diferencia de esos tiempos, ahora los mexicanos se toman muy en serio en tema de los desastres naturales.
En escuelas o edificios públicos se realiza un simulacro de evacuación por terremoto al menos cada mes. También se designan equipos responsables de protección civil quienes reciben capacitación sobre la forma de comportarse ante cualquier emergencia.
Y en las amenazas por huracanes las comunidades en riesgo suelen atender los llamados a refugiarse en áreas seguras.
Eso ocurre con los huracanes de gran magnitud, como Patricia.
Por la dimensión del fenómeno y el daño que podría causar las autoridades evacuaron las zonas de mayor peligro en las poblaciones costeras del Pacífico.
Eso evitó la muerte de personas en áreas de riesgo.
Al final, la clave para sobrevivir a huracanes categoría 5 o a sismos de magnitud histórica es que, en términos generales, los mexicanos atienden las recomendaciones gubernamentales para ponerse a salvo.
Parecen entender el mensaje que repitieron constantemente las autoridades de Florida ante el acecho del huracán Irma: las casas se recuperan, las vidas no.