Jorge Agundis, un panadero mexicano residente en Houston, estaba horneando panes y dulces cuando comenzaron a caer las primeras lluvias del huracán Harvey, el viernes pasado.
Agundis siguió preparando masas, agregando levadura y llevando dulces al horno sin estar muy atento de lo que pasaba fuera.
Pero cuando se disponía a terminar su turno, se dio cuenta que no podía salir de El Bolillo, la panadería tradicional mexicana en la que trabaja.
Las inundaciones habían llegado hasta allí y estaban anegándolo todo.
Las carreteras eran intransitables.
Agundis asegura que el agua comenzó a acumularse rápidamente, en cuestión de 10 o 15 minutos.
Al principio, cuenta, se preocupó mucho. Escuchó que la autopista que pasa cerca del parque de remolques donde vive su familia estaba bajo el agua.
Pensó en su esposa y en sus tres hijos que estaban solos allí. Pero una llamada lo dejó tranquilo: están bien, a salvo de las aguas.
Ya más tranquilo, el panadero pensó qué podría hacer entonces, porque las aguas no le iban a permitir salir.
Fue entonces cuando se le ocurrió cómo podría ayudar a las personas que estaban siendo evacuadas por el huracán.
Y se decidió a intentarlo con lo mejor que sabe hacer: horneando pan.
Manos a la masa
Agundis y los dos compañeros con los que compartía el turno pusieron entonces manos a la obra, es decir, a la masa.
Fue también la forma que encontraron de salvar de las aguas los casi 2.000 kilogramos de harina que se guardaban en la panadería.
Hornearon día y noche durante dos jornadas seguidas. Todas las estanterías se llenaron.
Y así siguieron, hasta el lunes en la mañana, cuando el dueño de El Bolillo, Kirk Michaelis, llegó a rescatar a sus empleados.
Llamaron a los equipos de rescate para que fueran a recoger la ayuda y, cuando llegaron por ella, encontraron más de mil artículos entre panes y dulces para distribuir entre las víctimas de las inundaciones en toda la ciudad.
El desenlace
En realidad, el agua casi llegó hasta el remolque donde vive la familia de Agundis. De hecho, se quedó a unos diez centímetros de la puerta.
Durante las dos últimas noches, los tres panaderos se han quedado en la casa de Michaelis y Agundis todavía no se ha podido encontrar con su familia, aunque sabe que están bien.
El dueño de El Bolillo asegura que está haciendo todo lo posible para que puedan reencontrarse.
"Tengo un amigo en ese lado de la ciudad que tiene un bote inflable. Si no podemos llevar a Agundis allí en coche, vamos a llegar en el bote y sacar a su familia. Son más que bienvenidos en mi casa", afirma Michaelis.