El hombre del Monopoly: quién es el personaje que provoca a ejecutivos de Facebook y Google en EE.UU
El pasado 11 de diciembre, el director ejecutivo de Google, Sundar Pichai, acudió al Congreso de Estados Unidos en Washington DC para responder a preguntas que oscilaron desde la política del buscador sobre el almacenamiento de datos hasta cuestiones sobre la censura en China.
Sin embargo, las imágenes de su testimonio se volvieron virales por una razón completamente diferente.
Pichai fue víctima de un photobomb -la acción de entrometerse en una foto para molestar o gastar una broma a otro- del "hombre del Monopoly".
Más específicamente, por el activista y abogado Ian Madrigal, quien se vistió como el personaje del famoso juego de mesa y se sentó entre el público durante la comparecencia de Pichai ante el Comité Judicial de la Cámara de Representantes estadounidense.
El atuendo que llevaba incluía una bolsa llena de dinero.
"Las grandes corporaciones en Estados Unidos han estado recibiendo 'pases de salida de la cárcel', por lo que el hombre del Monopoly es una forma adecuada de protestar contra estas empresas", le dice Madrigal a la BBC.
Pero esta no era la primera vez que el activista, de 29 años, hacía su aparición en público ataviado con sombrero de copa, bigote y monóculo.
Su debut fue en octubre de 2017 cuando los senadores convocaron al exdirector general de Equifax, Richard Smith, para que presentara pruebas tras una filtración masiva de datos de la agencia de informes de crédito al consumidor que expuso la información de más de 100 millones de personas.
Se dijo que la aparición de Madrigal era un intento de trolear -molestar o provocar a otras personas- a Smith.
De esa palabra, troll, tomó la idea su alter ego ruso, la "muñeca troll" que debutó durante la comparecencia del director y cofundador de Facebook, Mark Zuckerberg en el Capitolio de Estados Unidos el pasado mes de abril.
"Esta vez, la gente se aseguró de que Zuckerberg estuviera 'protegido' de los asistentes y no había forma de que me pudiera acercar a él", bromea Madrigal.
Sin embargo, el activista insiste en que su "actuación" aderezada con disfraces hechos a mano no es para tomárselo a broma.
Madrigal quiere que "la gente se involucre en la política".
"Quiero asegurarme de que las personas comiencen a prestar más atención a los debates que les afectan. El Congreso siempre celebra audiencias, pero a veces la gente no tiene ni idea de eso".
También considera que la protesta en Estados Unidos está falta de humor.
"Es un momento difícil para el país y la gente está enojada. Es posible poner algo de alegría ", agrega.
La decepción de no haber logrado su objetivo con Zuckerberg quedaría en el olvido, reconoce, si el activista consiguiese un pez más gordo: el presidente Donald Trump.
"Definitivamente me gustaría hacer un photobomb, pero hoy en día solo abandona la Casa Blanca para asistir a mítines", explica Madrigal.
"Y este tipo de eventos tienen muchos riesgos para mí".
Pese a lo estrambótico de su apariencia, Madrigal dice que nunca ha recibido nada más allá de "miradas serias" por parte de los equipos de seguridad que protegen al objetivo de sus acciones de protesta. El resto de presentes le piden selfies.
A pesar de todo, la verdadera fama ha evitado hasta ahora a Madrigal.
"El pasado Halloween me vestí como el hombre del Monopoly para una fiesta en Washington, y nadie me reconoció", se ríe.
"Pero a pesar de que me divierto haciendo estas bromas, lo importante para mí es redirigir el diálogo e inspirar a más gente a que sean ciudadanos más críticos y activos".
Confrontación
Algunas de sus bromas, como él las llama, acaban resultando un poco pesadas.
El pasado mes de junio, Madrigal y otros de sus compañeros activistas tendieron una emboscada a la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, mientras cenaba en un restaurante mexicano de Washington DC.
Nielsen era la persona responsable de ejecutar la política de separar a los niños migrantes de sus padres en la frontera entre Estados Unidos y México.
Los manifestantes reprodujeron los llantos de niños migrantes que imploraban por sus padres.
"Fue un momento de indignación nacional, apenas unos días después de que nos enteráramos de que nuestro país estaba separando sistemáticamente a bebés de 14 meses de sus padres. Queríamos asegurarnos de que las personas responsables percibieran que sentirse indignado era lo correcto", defiende.