El fin de las FARC armadas se selló con símbolos y rituales en Colombia
Cientos de guerrilleros ocupaban la mayor parte de las sillas frente al escenario en el acto en que este martes marcó el fin del proceso de entrega de armas individuales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una guerrilla que alguna vez fuera la más poderosa de América Latina y tal vez del mundo.
La mayoría iba vestida con camisetas blancas. Las camisas de los funcionarios del gobierno que fueron a la ceremonia también eran blancas. A veces era difícil distinguir unos de otros.
El evento en la zona transitoria de Mesetas, en los Llanos Orientales del país (una de las 26 zonas en las que hay concentrados más de 9.500 guerrilleros y milicianos se las FARC), tuvo mucho de simbólico y ritual.
Todo el día anterior había llovido sin tregua, y el martes amaneció nublado, pero poco antes del comienzo del acto se abrió el cielo (y poco después de terminado volvió a llover).
Al inicio, el músico César López tocó una canción sobre la paz, acompañado de su escopetarra (un fusil hecho guitarra).
Luego habló Rodrigo Londoño Echeverri, Timochenko, jefe de las FARC, que había llegado el día anterior en helicóptero y fue recibido por los combatientes como una estrella de rock.
Además de saludar en el escenario a una pareja guerrillera con su bebé recién nacido (símbolo del futuro) y soltar cientos de mariposas, dijo del martes y el fin de la entrega de armas: "Este día no termina la existencia de la FARC". Explicó que se transforman en movimiento legal.
Luego agregó: "No le fallamos a Colombia, hoy dejamos las armas". Y le reclamó al gobierno por el cumplimiento de su parte de lo acordado: garantías de seguridad para los guerrilleros, garantías jurídicas y la terminación de la construcción en las zonas de las viviendas para guerrilleros (en Mesetas no están ni empezadas; los miembros de las FARC viven en casillas de madera y lona plástica levantadas por ellos).
AK-47 hecho pala
Cuando habló el presidente Juan Manuel Santos, prometió que cumplirían su parte. Y, continuando con los símbolos, le regaló a Timochenko un fusil AK-47 convertido en una pala, todo bañado en dorado.
Santos afirmó: "Esta es la mejor noticia para Colombia en los últimos 50 años".
Presidente, jefe guerrillero, funcionarios de alto nivel, miembros de secretariado de las FARC, representantes de la misión de la ONU, compartieron el escenario, en una ceremonia en territorio tradicional de las FARC, con una mayoría de asistentes de las FARC, que el resto de los colombianos pudo seguir por televisión.
No hubo, como muchos en el país pedían, una foto de un guerrillero entregando su arma.
Pero para muchos otros basta con que las dejen, y la garantía de Naciones Unidas es suficiente.
La participación de la ONU
Las FARC le entregaron a la ONU la gran mayoría de sus 7.132 armas (unas 700 quedarán en las zonas para que unos guerrilleros brinden seguridad hasta fin de julio, luego se colocarán en los contenedores).
La ONU está además localizando y vaciando más de 900 caletas (escondites) de armas, municiones y explosivos de las FARC.
Hasta ahora han intervenido 77 y tienen tiempo hasta el 1 de septiembre para completar el resto; las que queden deberán ser ubicadas y vaciadas por las fuerzas de seguridad colombianas.
En el acto de este martes, en dos pantallas gigantes se transmitió desde cuatro zonas de transición un acto -ritual- breve en el que observadores de la ONU mostraban cómo se almacenaban las armas de las FARC en contenedores, que luego se convertirán en tres monumentos (uno se colocará en La Habana, donde por más de cuatro años las partes negociaron el acuerdo de paz; otro en Nueva York, sede de la ONU y otro en Colombia).
A los observadores de la ONU los acompañaban observadores ajenos a las partes. En su mayoría, sacerdotes.
Fue una ceremonia de símbolos y rituales, que marca un hito de un proceso de consecuencias reales y concretas: las FARC ya no tienen armas y la violencia por el conflicto ha bajado dramáticamente en Colombia en los últimos años.
También real y concreta será la entrada a la vida civil de los guerrilleros y a la política colombiana de la organización rebelde.
Y habrá que ver cómo, más allá de lo simbólico, están los colombianos preparados para recibirlos.