El drama de los bebés extranjeros adoptados por estadounidenses que descubren no tener ciudadanía
Liam Dubinsky tenía más de 30 años cuando descubrió, por casualidad, que no era ciudadano estadounidense.
Criado en San Francisco, California, siempre supo que había nacido en Brasil, y que había sido adoptado de bebé por la psicóloga Stephanie Griffin y el arquitecto Ben Dubinsky, una pareja de estadounidenses.
Pero el hecho de haber nacido en otro país nunca le hizo sospechar que su situación pudiese ser diferente a la de otros hijos adoptivos de padres estadounidenses.
"Mis padres siempre me dijeron que había sido adoptado. Eso nunca fue un secreto", le dice Liam a BBC News Brasil.
Nacido en marzo de 1983, Liam fue llevado a Estados Unidos cuando tenía pocas semanas de vida. Nunca conoció a su familia biológica, ni tuvo una conexión con Brasil, ni aprendió a hablar portugués.
Su infancia y adolescencia fueron las típicas de cualquier niño criado en EE.UU. que va a la escuela y practica deportes.
"Fui a escuelas públicas y privadas. Tengo número de seguridad social. Tengo carnet de conducir. Durante toda mi vida, mi nacionalidad estadounidense nunca fue puesta en entredicho", dice.
Pero eso cambió hace tres años, cuando tuvo que obtener una habilitación de seguridad para poder acceder a determinadas zonas restringidas en su lugar de trabajo.
Ese proceso requiere una detallada verificación de antecedentes.
"Me dijeron que necesitaban más información. Ahí fue cuando comenzó todo", recuerda.
Liam descubrió que, a pesar de que sus padres adoptivos era estadounidenses y de haber pasado toda su vida en EE.UU., su proceso de naturalización nunca fue oficializado.
Además de no tener la ciudadanía estadounidense, como pensaba, también descubrió que su condición puede incluso hacerlo vulnerable al riesgo de deportación en el futuro, si no logra regularizar su situación en el país.
Más de 25.000 adoptados sin ciudadanía
En el proceso de buscar viejos documentos que pudieran esclarecer su situación, Liam y su esposa, la estadounidense Dani Dubinsky, con quien está casado desde 2013 y con quien tiene una hija de 5 años, descubrieron que no es el único con este tipo de problema.
La Campaña por los Derechos de los Adoptados (ARC, por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro que defiende el derecho a la ciudadanía de todos aquellos que fueron adoptados de otros países por familias estadounidenses, estima que entre 25.000 y 49.000 personas se encuentran en una situación similar a la de Liam.
Para 2033, ARC estima que este número podría llegar a 64.000 adultos.
Son personas adoptadas por estadounidenses en el extranjero y llevadas de niños a EE.UU., pero que han alcanzado la mayoría de edad sin obtener la ciudadanía estadounidense y, en la mayoría de los casos, sin siquiera sospechar que no son ciudadanos del país donde siempre han vivido.
Al igual que Liam, crecieron sin tener idea de que había un problema con su documentación. Asistieron a escuelas, se graduaron, consiguieron trabajo, se casaron, formaron familias, pagaron impuestos.
Muchos todavía no saben que no son ciudadanos estadounidenses.
Se enteran de esto generalmente cuando buscan un trabajo en el sector público o cuando inician un proceso para sacar un seguro, como en el caso de Liam.
A algunos esto los toma por sorpresa cuando van a tramitar su primer pasaporte para viajar al extranjero.
Hay casos en los que solo se enteran cuando tienen un problema con la ley.
En cualquier caso, los derechos que pensaban tener como ciudadanos estadounidenses desaparecen de un momento para otro.
Tratados como inmigrantes, no como hijos de estadounidenses, entran en una maraña burocrática para tratar de regularizar su situación.
Según ARC y otras organizaciones que defienden a los adoptados en esta situación, algunos son deportados, separados de sus familias estadounidenses y enviados a un país que nunca han conocido.
Otros, dependiendo de la documentación de la que disponen, logran permanecer legalmente en EE.UU. como residentes permanentes, pero sin los mismos derechos garantizados a los ciudadanos del país.
Y hay quienes viven atrapados en un limbo legal.
Lagunas en la ley
A diferencia de otros países, hasta el año 2000, EE.UU. no otorgaba la ciudadanía automática a los niños adoptados por familias estadounidenses en el extranjero.
Aunque, según la ley estadounidense, los niños adoptados tienen los mismos derechos que los biológicos, esto no se aplica a los nacidos en otros países.
Después de entrar en territorio estadounidense con el niño, depende de los padres el iniciar un proceso de naturalización del hijo adoptivo nacido en el extranjero antes de los 18 años.
Pero muchos padres adoptivos no completaron este proceso por negligencia o desconocimiento de las reglas.
En 2000, el Congreso estadounidense aprobó una ley llamada Ley de Ciudadanía Infantil (CCA), que comenzó a garantizar la ciudadanía automática para los niños adoptados de otros países.
Pero el beneficio solo se aplicaba a quienes tuvieran menos de 18 años el 27 de febrero de 2001, fecha en que entró en vigor la ley.
Así, quienes habían nacido antes del 27 de febrero de 1983 quedaron excluidos. También se excluyeron los niños nacidos después de esa fecha, pero cuyo proceso de adopción no se había completado en el país de nacimiento, o que ingresaron a EE.UU. con un tipo de visa equivocada, de no inmigrante.
Esto excluyó a decenas de miles de adoptados de los beneficios que otorga la ley.
"El Departamento de Estado sabe que, históricamente, algunos adoptados no han adquirido la ciudadanía estadounidense después de su adopción en el extranjero por padres que son ciudadanos de EE.UU.", le dijo a BBC News Brasil un portavoz del departamento.
"Muchos de estos individuos ahora son adultos y no pueden beneficiarse de la CCA 2000", añade, y destaca que el Departamento de Estado desconoce el número exacto de personas en esta situación.
Falta de información
Liam no sabe mucho sobre su proceso de adopción. Cuando descubrió que no era ciudadano estadounidense, sus padres ya habían fallecido. "Nunca pensé en preguntar sobre los detalles mientras estaban vivos", dice.
"Escuché que tenían un amigo que conocía a mis padres biológicos. Se pusieron en contacto (...) porque se enteraron de que me iban a tener y darme en adopción".
Dice que sabe que nació en Santa Catarina y que sus padres viajaron a Brasil para esperar a que naciera y llevarlo de regreso a EE.UU.
A principios de 1984, casi un año después de su nacimiento y llegada a San Francisco, los abogados contratados por sus padres adoptivos solicitaron la adopción en un tribunal estadounidense.
El juez que analizó el caso llamó la atención sobre el hecho de que los padres biológicos no habían firmado los documentos de adopción.
Los abogados le informaron al juez sobre las dificultades para localizar a los padres biológicos. En 1985, la adopción fue aprobada por la corte estadounidense y se hizo oficial.
"Lo que sí sé es que tengo un certificado de adopción, emitido por el gobierno de San Francisco, que establece que soy un hijo (legal) de mis padres estadounidenses y que tengo todos los derechos y responsabilidades de un hijo biológico", dice.
Pero Liam y Dani dicen que no pudieron encontrar los documentos que prueban que fue admitido legalmente al ingresar en EE.UU. Uno de los requisitos para que los adoptados nacidos después del 27 de febrero de 1983 se puedan beneficiar de la CCA es haber ingresado al país con una visa de inmigrante.
"Desafortunadamente, falta esa documentación", le dice Dani a BBC News Brasil. "Esto es lo que ha dificultado que Liam obtenga la ciudadanía y una tarjeta verde (el documento de residente permanente)".
Situación vulnerable
Liam cuenta que pudo obtener un documento especial de las autoridades de inmigración, que permite a los extranjeros que ingresaron a territorio estadounidense sin autorización oficial permanecer en el país por un período de tiempo determinado y buscar regularizar su situación.
Esto le permitió solicitar una tarjeta verde, basándose en el hecho de que estaba casado con una estadounidense. Pero su proceso está siendo analizado como el de cualquier inmigrante común, sin tener en cuenta el hecho de que Liam fue adoptado de bebé y pasó toda su vida en el país.
Con la pandemia de coronavirus, varios procesos migratorios en EE.UU. se han retrasado, y Liam no tiene idea de cuándo tendrá una respuesta.
Si bien nunca fue amenazado oficialmente con la deportación, él se encuentra en una situación de vulnerabilidad porque no cuenta con las garantías de un ciudadano estadounidense.
Pero para muchos otros adoptados sin ciudadanía, el riesgo de deportación es inmediato.
Joy Alessi, directora de ARC, le dice a BBC News Brasil que es difícil saber el número exacto de adoptados que ya han sido deportados de EE.UU., pero estima que hay decenas en los últimos años.
"Estados Unidos no hace publicidad cuando deportan a alguien", dice Alessi, aclarando que su organización no siempre está al tanto de todos los casos. "Cuando ocurre una deportación, es extremadamente devastador".
Alessi enfatiza que los adoptados no deben ser tratados como inmigrantes o ser penalizados por errores cometidos por sus padres adoptivos, sino que deben tener los mismos derechos que los hijos biológicos de ciudadanos estadounidenses nacidos en el extranjero.
Un nuevo proyecto de ley, que intenta corregir las lagunas en la ley de 2000, ya fue presentado en varias oportunidades al Congreso.
La propuesta garantiza la ciudadanía automática a los adoptados en el extranjero que quedaron fuera de la CCA. Pero, a pesar de contar con el apoyo de políticos de ambos partidos, aún no ha avanzado.
"Esto no es una prioridad (para los congresistas). Y de momento, con la covid-19, etc., no hay mucho espacio (para la aprobación de la propuesta)", se lamenta Alessi.
Mientras espera una decisión sobre su solicitud de tarjeta de residencia, Liam intenta acostumbrarse a la vida sin los derechos de ciudadanía que le deberían estar garantizados. "En los últimos tiempos me he sentido inseguro, con dudas sobre quién soy", dice.
"Sé que soy un buen padre y marido. Sé que soy asistente médico. Pero creo que por primera vez tengo un sentimiento de desesperación, de pérdida".
Dani también lamenta el impacto emocional en su familia y en las de otras personas adoptadas en la misma situación. "Muchos solo se enteran cuando se van a jubilar, cuando empiezan un nuevo trabajo o cuando piden alguno de los beneficios que les prometieron como ciudadanos", señala.
"Y luego se enteran no solo de que no son ciudadanos, sino de que pueden ser enviados de regreso a un lugar que ni siquiera conocen. Para las personas que están pasando por esto, es terrible".