El drama de los 150.000 niños separados de sus familias en Canadá
Cuando siendo un niño Joseph Maud se orinaba en la cama, la monja a cargo de su dormitorio le obligaba a restregar su rostro contra las sábanas sucias.
"Era muy degradante, humillante, porque yo estaba en un dormitorio ante otros 40 niños. Me hace llorar en este momento cuando pienso en ello. Pero el dolor más grande fue estar separado de mis padres, de mis primos y de mis tíos", dijo Maud en 2015 a la BBC al recordar esa traumática experiencia que le tocó vivir a mediados de la década de 1960.
Maud fue uno de los 150.000 niños aborígenes a los que entre 1840 y 1996 el gobierno de Canadá separó por la fuerza de sus familias y los envió internados manejados por la Iglesia católica.
Los pequeños tenían prohibido hablar sus propios idiomas o practicar su cultura autóctona. No eran decisiones casuales: el objetivo era forzar su asimilación en la sociedad canadiense, tal y como la entendía la mayoría anglo-francófona. La idea era "matar lo indio en el niño".
Más de 6.000 menores murieron en esas escuelas. Muchos sufrieron abusos emocionales, físicos y sexuales, de acuerdo con el informe presentado en 2015 por la Comisión de Verdad y Reconciliación de Canadá (CTR, por sus siglas en inglés), que recogió el testimonio de más de 7.000 personas sobre lo que ocurría en esas escuelas.
Algunos de los sobrevivientes culpan a esa experiencia traumática por la alta incidencia de problemas de pobreza, alcoholismo, violencia doméstica y suicidio que hay en sus comunidades en la actualidad.
El informe calificó lo ocurrido como "genocidio cultural".
"Estas medidas eran parte de una política coherente para eliminar a los aborígenes como pueblos diferentes y asimilarlos en la mayoría de la sociedad canadiense en contra de su voluntad", dice el documento.
"El gobierno de Canadá aplicó esta política de genocidio cultural porque deseaba separarse de las obligaciones legales y financieras con los pueblos aborígenes y obtener el control sobre sus tierras y recursos", agrega.
Disculpas
Aunque en 2008, el entonces primer ministro de Canadá Stephen Harper se disculpó con los sobrevivientes de lo ocurrido en estas escuelas, el informe señala que hay una urgente necesidad de reconciliación y que el país debe pasar de las disculpas a la acción.
Este lunes, el sucesor de Harper al frente del gobierno de Canadá, Justin Trudeau, dio un paso en esa dirección al pedirle al papa Francisco que se disculpe por el papel de la Iglesia católica dentro de esas escuelas en las que los niños aborígenes sufrieron incontables abusos.
"Le dije cuán importante es para los canadienses avanzar hacia una verdadera reconciliación con los pueblos aborígenes y destaqué cómo él podría ayudar emitiendo una disculpa", comentó Trudeau a la prensa al salir del encuentro con el pontífice en el Vaticano.
La emisión de una disculpa por parte del Papa es una de las medidas propuestas por la CTR como parte del proceso de sanación de los sobrevivientes.
Aunque el Vaticano no realizó ningún comentario relacionado con la solicitud de Trudeau, sí confirmó que Francisco mantuvo una charla "cordial" durante unos 36 minutos con el mandatario canadiense y que la conversación "se enfocó en los temas de la integración y la reconciliación, así como en la libertad religiosa y cuestiones éticas".
Trudeau, quien personalmente se disculpó con los sobrevivientes, destacó que el papa Francisco ya había ofrecido una disculpas similares por los malos tratos sufridos por las comunidades aborígenes en América del Sur durante la era colonial.
En 2009, el antecesor de Francisco, Benedicto XVI, expresó su dolor por los abusos cometidos en Canadá.