Benito Morejón llegó al supermercado antes del amanecer para poder coger un lugar al frente de la cola.
El supermercado en cuestión es uno de los autorizados por el gobierno de Cuba para vender alimentos y productos básicos en la divisa del enemigo ideológico de la isla: el dólar estadounidense.
Cuando la policía abrió las puertas del establecimiento, horas después de que Morejón tomara el cuarto turno en la cola, la línea detrás se extendía cientos de metros por la Tercera Avenida del municipio Playa, en La Habana.
Que tantos cubanos hicieran una cola tan larga no es algo sorprendente. Dentro, la tienda estaba bien surtida con todo tipo de productos básicos de primera necesidad, desde leche para bebés hasta gel de ducha.
Sin embargo, la única forma en que podían pagarse estos bienes era con divisa extranjera.
Crisis agravada
Durante años, una ineficiente planificación económica estatal y décadas de embargo económico por parte de EE.UU. han hecho de la escasez y las colas características comunes de la vida diaria en Cuba.
Pero, recientemente, la situación se ha puesto más difícil.
Cuba depende en gran medida de las importaciones. Del total de bienes consumidos por la nación, el 80% viene de fuera.
A pesar de tener bajo control al coronavirus, las medidas de confinamiento han mermado al turismo. Como resultado, se ha reducido la entrada de divisas extranjeras y, con ello, la capacidad de pagar por las importaciones.
El efecto se nota en la mayoría de supermercados, donde muchas de las estanterías están prácticamente vacías.
Por otro lado, el gobierno EE.UU. ha endurecido el embargo económico y ha puesto más restricciones en el transporte de mercancías, los viajes y las remesas.
Para compensar el impacto, el gobierno cubano ha tomado una medida que quizás hubiese evitado en otras circunstancias.
De las casi 5.000 tiendas controladas por el Estado en Cuba, 72 se han convertido en "tiendas de dólares".
Al salir del establecimiento, Benito Morejón empujaba su carro de compra con dificultad. Llevaba carne, queso y productos de limpieza e higiene.
"Quería encontrar pechuga de pollo y no había, pero la oferta estaba buena", dijo Morejón a través de la mascarilla.
Solo tarjetas
Dentro de las tiendas, los compradores no llevan los billetes consigo. Deben pagar con una tarjeta vinculada a un banco cubano con depósitos en moneda extranjera o con una tarjeta de débito o crédito internacional, excepto las estadounidenses.
"Puedo permitirme venir aquí una vez al mes", afirmó Morejón.
"Yo habría comprado más, pero primero necesito depositar más dólares en la cuenta", dijo Leno Fernández, otro de los clientes del supermercado, con una sonrisa de resignación.
Fernández tocó el tema de una de las críticas clave de esta medida del gobierno cubano.
Las voces críticas argumentan que la sociedad cubana se divide cada vez más en aquellos que cobran su salario en la moneda nacional y aquellos que tienen acceso a dólares estadounidenses y euros.
De hecho, la mayoría de cubanos no tiene un ingreso regular de divisas extranjeras, especialmente aquellos que no tienen ningún familiar que resida en el exterior.
"No todos pueden acceder a los dólares, ni por asomo. El Estado tampoco puede empezar a pagar a sus trabajadores en dólares. No creo que esta sea la solución", dijo Luis Rodríguez, quien estaba en un parque próximo al supermercado.
"No es lógico que un país que no paga en dólares cobre a sus ciudadanos en dólares", coincidió Roberto, amigo de Luis.
Algunos de los cubanos que hablaron con la BBC fuera del supermercado, sin embargo, elogiaron esta medida del gobierno. De hecho, Morejón confía en que el flujo de dólares contribuya a rellenar las estanterías de los supermercados de la isla.
¿Hecho en Cuba?
Para acabar con la dependencia que tiene Cuba de las importaciones, los supermercados necesitarían estar llenos de productos cubanos.
Pero conseguir que la producción agrícola nacional sea autosuficiente parece un objetivo distante.
Iris Fonseca se graduó de agronomía en 1989, justo cuando Cuba entró en un período de gran austeridad y escasez tras el derrumbe del campo socialista soviético, su principal aliado económico.
Esa etapa es popularmente conocida como el Período Especial.
Fonseca llevaba 25 años trabajando para el Estado antes de unirse a Finca Vista Hermosa, una granja de gestión privada situada en las afueras de La Habana.
Con frecuencia, Vista Hermosa es halagada como un modelo de gestión exitoso cuando se le compara con la ineficiencia de muchas de las granjas estatales. Pero Vista Hermosa es una excepción, no la regla.
La granja provee un cuota anual de leche y ganado al Estado cubano. Luego, vende queso, productos derivados del cerdo, vegetales orgánicos y frutas a individuos y restaurantes privados.
Mientras Fonseca me enseñaba los campos, me decía que están "mejor preparados" para la crisis económica actual que durante el Período Especial.
"En ese momento, cometimos errores en la producción de ganado, por ejemplo", explicó.
"Producíamos vacas Holstein para obtener leche y, sin la soja, el maíz y el trigo que venía de la Unión Soviética para alimentarlas, muchos animales murieron", continuó.
Hoy trabajan con una raza de vaca diferente, llamada Siboney de Cuba, la cual se adapta mejor al clima caribeño y se alimenta del césped producido en la misma granja.
"Las importaciones siempre estarán presentes en Cuba, pero podemos reducirlas si cultivamos mejor la tierra y mejoramos nuestra técnica, ciencia y tecnología", dijo Fonseca.
De vuelta al supermercado, los cubanos esperaban pacientes su turno mientras se protegían con sombrillas del sol y los aguaceros tropicales.
El gobierno cubano niega que estas nuevas tiendas sean parte de un plan mayor de "dolarización". Eso significaría convertir al dólar en moneda oficial como ha sucedido en Panamá, Ecuador o El Salvador.
Quizás no sea el plan, pero juzgando por las colas fuera de bancos y supermercados de dólares, parece que esta moneda se está convirtiendo rápidamente en la favorita de los cubanos.