Alineados contra la pared de una carpa, sus espaldas tocan unos cojines bordados. Alrededor de sus tobillos tienen dispositivos de monitoreo electrónico.
Son nueve prisioneros yemeníes que militaron en al-Qaeda. Se ven inquietos, contraen y estiran sus manos.
La mayoría de estos hombres, a quienes no se les puede tomar fotografías, pasaron los últimos 15 años de sus vidas encarcelados en la prisión estadounidense de Guantánamo.
El más reciente llegó en abril.
Fueron capturados en el campo de batalla de Afganistán entre 2001 y 2007 y Estados Unidos le entregó su custodia a Arabia Saudita con la condición de que sean sometidos a un proceso de rehabilitación para eliminar su radicalización.
Después, serán reinsertados en la sociedad como hombres libres.
Por eso, les pregunté: ¿qué opinan del discurso que vieron por televisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante su visita a Arabia Saudita en el que habló sobre el islam y la necesidad de que haya tolerancia religiosa?
Hubo un intercambio de miradas y sonrisas.
"No sé si fue sincero", dijo uno mientras se tocaba el pecho. "Tendría que revisar su corazón para ver si estaba diciendo la verdad."
"Hubo muchas palabras", dijo el mayor de ellos, cuya barba canosa llegaba a su pecho. "Pero lo juzgaremos por sus acciones".
Otro dijo que ahora había un gobierno diferente en la Casa Blanca, distinto al que los encerró en Guantánamo (el de George W. Bush).
Lejos de su casa
De una u otra forma nuestro encuentro no fue algo natural.
Los detenidos se veían incómodos mientras eran vigilados por el personal saudita. Fueron llevados a la carpa para que se reunieran con nuestra delegación de académicos y periodistas occidentales.
Cada uno de ellos era muy consciente de que sus palabras serían cuidadosamente monitoreadas. Cualquier indicio de violencia en ellas no pasaría desapercibido.
Su inminente liberación depende de ello.
Incluso cuando ese día llegue, sólo saldrán a la ciudad de Riad, pues su país, Yemen, está en plena guerra y sería muy fácil para ellos verse arrastrados nuevamente a las filas de Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA).
Las autoridades sauditas están interesadas en mostrarle al mundo este centro de rehabilitación para yihadistas, conocido oficialmente como Centro de Asesoría y Rehabilitación Príncipe Mohammed Bin Nayef.
Tasa del 80%
Fundado en 2004, tras un serie de ataques devastadores en Arabia Saudita, tiene como propósito ser un recinto intermedio entre la prisión y la sociedad abierta.
La mayoría de los detenidos son ciudadanos sauditas que fueron condenados bajo las leyes contra el terrorismo.
El lugar prepara a exconvictos para la vida afuera e intenta purgarlos de ideas violentas.
¿Funciona? Todo parece indicar que sí.
No hay un centro de rehabilitación en otra parte del mundo que busque este tipo de "desintoxicación psicológica" a tan amplia escala.
Más de 3.300 presos se han "graduado" en este centro desde 2005, de acuerdo con los funcionarios que lo dirigen, incluyendo 123 que estuvieron en Guantánamo.
La tasa de éxito, indican, es de 80%, con el 20% restante, regresando al camino violento.
En 2003 visité un sitio similar en Yemen con una tasa de éxito significativamente más baja.
Fases
Los reclusos pasan como mínimo tres meses en el centro antes de que sus casos sean analizados para ver si están listos para salir en libertad.
El programa en general está dividido en tres partes:
- Asesoría, fase que se lleva a cabo mientras están en prisión y antes de que lleguen al centro saudita
- Rehabilitación ("ta'heel", en árabe), la cual comprende programas de comportamiento cognitivo, arte, cultura, religión y actividades deportivas
- Cuidados posteriores: esta etapa es de apoyo tras su reinserción en la sociedad
"Bienvenidos al oasis de la sabiduría", dice el doctor Hamid Al-Shayri, un sociólogo de la Universidad King Saud.
"Aquí es donde intentamos alejarlos del camino desviado para que no vuelvan a representar un peligro para la sociedad", señala.
El especialista indicó que su personal se sienta con los reclusos por varias horas al día, pero añadió: "No es una tarea fácil conseguir que la gente deje de odiar a la sociedad y a sus familias".
Arte
Las terapias artísticas juegan un papel importante en su rehabilitación, de acuerdo con el profesor de arte, Badr Al-Razin, quien me dijo que cuando llegan, muchos de los exconvictos quieren pintar violencia cruda, con frecuencia de color rojo, pero con el transcurrir del tiempo, las imágenes se van suavizando.
Expertos religiosos están disponibles todo el tiempo para asesorar y hablar con ellos.
Son hombres con un profundo conocimiento del islam, que intentan usar la religión para explicar que los objetivos y las acciones de yihadistas violentos son "haram" (prohibidos).
Le pregunté a los exconvictos que regresaron de Guantánamo cómo se sentían al saber que después de todo este tiempo, regresarían a la sociedad.
"Hemos cambiado", dijo el más viejo. "Ahora nos consideramos unos individuos nuevos gracias a este lugar".
"Claro, odiábamos a la gente que nos maltrató en Guantánamo pero a lo largo de estos programas hemos sido capaces de superar esos sentimientos. Mi preocupación ahora es que la gente en la comunidad nos acepte".
"El mundo ha cambiado mucho desde que estuvimos allá, quizás no podremos reconocerlo".