La mañana del viernes, 53 personas, indudablemente cansadas y tal vez un poco aturdidas, se bajaron de un avión en el aeropuerto de Sídney, después de haber completado el viaje de pasajeros más largo del mundo.
Se trató de una larga travesía que duró 19 horas y 19 minutos y recorrió más de 17.000 kilómetros de Londres a la ciudad más importante de Australia, batiendo todos los records existentes de tiempo y de distancia.
Actualmente el vuelo comercial más largo del mundo cubre la ruta de Singapur a Nueva York, es operado por Singapore Airlines y dura alrededor de 18 horas y media.
A Qantas, la aerolínea que ejecutó este vuelo piloto, le gustaría convertirlo en una ruta regular, por eso ha programado tres trayectos para evaluar cómo el largo viaje podría afectar a los pilotos, a la tripulación y a sus pasajeros.
El ejercicio incluyó un monitoreo de las ondas cerebrales del piloto, un seguimiento de los niveles de melatonina y el estado de alerta de los clientes.
El reportero Luke Jones de la BBC fue uno de los pocos pasajeros a bordo.
"Demasiados husos horarios a lo largo de este vuelo que ve dos amaneceres", apuntó.
Ejercicio y control
Para ayudar a lidiar con los efectos sobre el cuerpo que el viaje puede causar, en medio del vuelo se organizaron regularmente sesiones de ejercicio, "para que te despiertes o para incentivar el sueño", relató Jones.
La actividad física y la exposición a la luz también fueron monitoreadas en el trayecto.
"Cada órgano corporal tiene un reloj y el reloj maestro (que está) en el cerebro trata de sincronizar todo", explicó Corinne Caillaud, profesora del Centro Charles Perkins de la Universidad de Sídney, que también viajó a bordo.
"Para hacerlo, recibe señales del medio ambiente y las tres señales más importantes son la luz, la comida y el ejercicio físico, por eso es que hemos trabajado en las tres".
Debido a esto, Jones relató en pleno vuelo que, con ayuda de la luz, la tripulación "trata de hacernos creer que estamos en medio de la noche en Sídney y no en la hora del almuerzo en Reino Unido".
Qantas quiere estudiar si este vuelo es posible comercialmente.
Lamentablemente para ellos, y para muchos pasajeros, todavía no pueden llevarlo a cabo: aún no cuentan con aviones que puedan realizar la ruta y sería necesario cambiar algunas regulaciones para poder hacer que la gente trabaje tantas horas.
Pero la aerolínea bandera de Australia espera, con la ayuda de esta segunda prueba y una tercera que ya está programada, poder responder a todas las inquietudes existentes sobre la factibilidad del proyecto para poder hacerlo realidad.
Qantas decidirá si opera la ruta a finales de este año, y si lo hace, se espera que el servicio comience a prestarse en 2022 o 2023.