Un supremacista blanco, que posteriormente renegó de esas ideas, se convirtió este martes en el primer ejecutado por orden federal en Estados Unidos en 17 años.
Se trata de Daniel Lewis Lee, condenado en 1999 por la tortura y asesinato tres años antes de tres miembros de una familia.
Las autoridades de la prisión federal de Terre Haute (Indiana) ejecutaron a Lee este martes mediante una inyección letal, después de que la Corte Suprema estadounidense anulara la objeción de una jueza al procedimiento usado en la aplicación de la pena capital.
Diversas ejecuciones habían sido inicialmente retrasadas por el fallo de la magistrada, que consideraba que la droga utilizada aún enfrentaba desafíos legales.
Los prisioneros argumentaron que las inyecciones letales constituyen un "castigo cruel y insólito". Pero la Corte falló que las ejecuciones podían seguir su curso.
"Ley y orden", escribió el presidente Donald Trump en su cuenta de Twitter poco después de que se conociera la decisión de la Corte.
"He cometido muchos errores en mi vida, pero no soy un asesino", dijo Lee en su declaración final. "Están matando a un hombre inocente", agregó.
La última ejecución federal anterior a la de Lee se produjo en 2003 y actualmente quedan 61 presos condenados a la pena capital por el gobierno federal, según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC, por sus siglas en inglés).
La ejecución se enmarca en la política impulsada por Donald Trump de reanudar la pena capital a nivel federal, después de la tendencia registrada en el país los últimos años, con la reducción progresiva de estos castigos.
Quién era Daniel Lewis Lee
Lee, de 47 años, fue el primero de los tres presos a los que el gobierno tiene previsto ejecutar esta semana.
El estadounidense, originario de Yukon (Oklahoma), y otro hombre, Chevie Kehoe, fueron condenados por el asesinato de tres miembros de una familia en Arkansas, incluida una niña de 8 años, durante un robo en 1996.
Con el robo de armas -que vendía el padre de la familia asesinado- supuestamente querían financiar la creación de una "república del pueblo ario".
Los cuerpos de las víctimas fueron encontrados cinco meses después de que desaparecieran, con heridas de bala y con bolsas de plástico cubriendo sus cabezas.
Los habían tirado a un lago con piedras para que se hundieran.
Los medios estadounidenses describen a Lee como un supremacista blanco que posteriormente renegó de sus vínculos con ese movimiento.
Según los periodistas presentes en la ejecución, Lee mantuvo su inocencia hasta el final.
El estadounidense había defendido que el juez en su juicio en Arkansas "pasó por alto pruebas de ADN" que supuestamente probaban que estaba en otro punto del país en el momento de los asesinatos, recoge el diario The New York Times.
Lee, con tatuajes nazis en el cuello, se introdujo en el movimiento supremacista blanco a través de un amigo violento durante su juventud, que pasó entre internados religiosos, hospitales psiquiátricos y centros de detención juvenil, según recogía el periódico el pasado octubre.
El estadounidense estuvo sin rumbo en la "viciosa periferia de grupos de cabezas rapadas" antes de conocer a Kehoe, el otro condenado por el crimen.
"Juntos llevaron a cabo planes antigubernamentales, Kehoe como autor intelectual y Lee, tal y como lo describió un fiscal en el juicio, como su perro fiel", informaba el diario desde Arkansas.
Earlene Peterson, cuyos hija, nieta y yerno fueron torturados y asesinados por Lee y Kehoe, se había opuesto a la ejecución, pese a no poner en duda su culpabilidad.
Peterson, de 81 años, dijo que quería que le conmutaran la pena capital por cadena perpetua, la misma condena que recibió su cómplice.