Los vecinos cuentan que, al inicio de su mandato, Hugo Chávez pasaba por una autopista de Caracas cuando se fijó en un caserío levantado con láminas de lata.
"¿Qué es eso ahí? Llévenme", aseguran que dijo.
Años después, esas viviendas improvisadas fueron sustituidas por casas amplias de ladrillo y con patio que formaban parte de la Gran Misión Vivienda Venezuela, uno de los programas sociales más populares que impulsó el exmandatario.
Hoy en día las casas siguen ahí, en el popular y tradicional barrio de Cotiza (centro norte de Caracas), con sus porches y calles impecables y con un ambiente que se parece más al de un pueblo que a una ciudad.
Cotiza, y más específicamente este conjunto de viviendas, ha sido uno de los centros de apoyo al chavismo más conocidos durante casi dos décadas.
Sin embargo, muchos vecinos de esta zona se levantaron en los últimos tiempos contra el gobierno de Nicolás Maduro por la escasez de comida y los altos precios.
Pese a todo, la protesta no es algo común aquí.
En la madrugada de este martes, mientras Juan Guaidó llamaba en el este de la ciudad a un levantamiento militar para derrocar a Maduro, en Cotiza imperó el silencio.
"Tremenda cachetada"
Bernardette, una policía retirada de 33 años, cree saber por qué.
"Todavía muchos venezolanos apoyan el proceso, tenemos bastante gente", dice sentada en el porche de una de las casas de la Misión Vivienda.
La joven, que trabaja en un ministerio, hizo su vida normal el martes. Pero al día siguiente fue una de las miles de asistentes a la marcha convocada por Maduro por el Día del Trabajo.
"Eso (el acto) fue tremenda cachetada a la oposición", cuenta desafiante.
"Lo de Guaidó es un bochinche (desorden) que no es ni será. No ha traído una posibilidad de solución, sino más problemas".
Bernardette se identifica como una "guerrera de Chávez" pero admite que el salario no le alcanza.
Aunque la responsabilidad, subraya, no es del gobierno.
"Hay dos problemas: la inconsciencia del pueblo, que cada vez que aumentan el salario suben los precios; y el sabotaje de la oposición y los Estados Unidos".
Bernardette es la única del grupo de familiares que pasan la tarde en el porche que declara un apoyo incondicional a Maduro.
Cuando se le pregunta por Chávez a Belén, una pensionada de 65 años, mira al cielo y dice: "Que Dios lo tenga en la gloria".
Pero basta mencionar a Maduro para que se enfurezca.
"Ese señor no se da cuenta de cómo está el país. Hay muchos niños que están muriéndose de hambre y botando las lombrices. Tiene que haber un presidente que maneje las riendas del país", dice.
Pero para ella, ese no es Guaidó. Al menos, no como lo fue Chávez.
"Pobre muchacho"
Es el mismo sentir de Coronado, un vendedor de refrescos de 88 años beneficiario de la Misión Vivienda y al que todos conocen en el barrio.
Sin mostrar extrema pasión a favor de Maduro, se limita a decir que lo apoya por "ser el presidente constitucional" y más bien arremete contra el llamado de "alzamiento" militar hecho por Guaidó.
"No puedo estar de acuerdo con que pongan a la gente a matarse entre sí", dice sobre la violencia ocurrida este martes entre militares desertores y otros seguidores de la oposición y la fuerza armada leal a Maduro.
"A ese pobre muchacho (Guaidó) lo engañaron. El presidente de Estados Unidos lo puso como un parapeto", dice desde su pequeña tienda que apenas le da para subsistir.
Las protestas recientes, opina, no han hecho más que fortalecer a Maduro. "Se le está acabando la fiesta a Guaidó. Lo van a terminar metiendo preso".
Pese a que está tomando remedios caseros porque ya no puede costear las medicinas para sus problemas de salud, Coronado dice que si tuviera que votar mañana y sin una opción mejor, lo volvería a hacer por Maduro.
Y lanza una sentencia que quizá refleja el sentir de otros muchos en Cotiza: "Estos opositores tienen que atraer a los barrios, tienen que hablarnos".
*Fotos: Gabriela Mesones para BBC Mundo