Hacen largas filas. Algunas son para conseguir oxígeno o para una cama de hospital. Otras son para recibir un plato de comida. Y también está la de los que esperan afuera de la morgue para recibir el cadáver de un familiar.
Son las colas de la desesperación de los habitantes de Perú, el segundo país latinoamericano con más personas contagiadas después de Brasil, a pesar de que fue el primero en declarar la emergencia sanitaria. Lo hizo el 16 de marzo.
"Se van a morir a sus casas porque no tenemos camas", decía Luis Runciman, médico de Iquitos, en el norte de Perú, en diálogo con BBC Mundo.
Han pasado más de dos meses desde que comenzó la cuarentena y, de acuerdo a los datos oficiales, ya van más de 4.000 víctimas mortales y cerca de 140.000 contagiados.
"Se olvidaron de la salud y ahora pagamos las consecuencias", dice Ernesto Gozzer, médico experto en seguridad sanitaria de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
Y esa responsabilidad, explica, no tiene un solo color político.
"Es que el gasto en salud no rinde resultados en el corto plazo. Lo que inicia alguien, luego lo inaugura otro", le dice a BBC mundo.
"Ni los gobiernos ni los congresistas han entendido la importancia de la salud".
"El piloto automático"
A partir de la década de los 2000, la economía peruana despegó con fuerza.
Con alto y bajos, el crecimiento económico promedio en el país durante las últimas dos décadas fue del 4,9%, un resultado muy superior al de la gran mayoría de los países latinoamericanos.
Primero hubo un ciclo impulsado por los altos precios de las materias primas en los mercados internacionales, donde Perú aprovechó sus exportaciones mineras para abrirse camino.
Fueron años de bonanza. En 2008, por ejemplo, el Producto Interno Bruto (PIB) anual del país llegó a superar el 9% y en los pasillos de los organismos internacionales se hablaba de una rising star, algo así como una estrella emergente.
A partir de 2014, con la caída del impulso minero y el precio de los commodities que afectó a toda la región, la economía peruana bajó el ritmo de crecimiento, aunque continuó destacándose en relación al resto de los países latinoamericanos.
Y a pesar de la inestabilidad política que ha marcado al país sudamericano, Perú muestra con orgullo sus cuentas fiscales ordenadas, con un bajo nivel de deuda, inflación controlada y la casa relativamente en orden.
Eso le permitió anunciar el mayor paquete de estímulo fiscal de la región cuando estalló la pandemia.
"Perú es un país confiable que ha demostrado prudencia. El problema es que ha descuidado aspectos sociales", le dice a BBC Mundo Joaquín Rey, investigador principal de la consultora económica Videnza.
El gasto público en salud, como porcentaje del crecimiento económico, ha aumentado levemente en las últimas dos décadas, llegando a un 3,2% en 2017, la última estimación que tiene la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial.
"Los gobiernos han funcionado con el piloto automático en lo económico, pero la salud se ha quedado atrás", apunta.
Y agrega que el país tiene una amplia capacidad de endeudamiento como para enfrentar esta emergencia, pero "no se puede remontar el descuido de décadas en pocas semanas".
Tampoco ayuda a enfrentar la crisis que tres de cada cuatro trabajadores sean informales, que las familias vivan en condiciones de hacinamiento y que muchos sectores del país tengan acceso parcial al agua potable.
"Barrimos el problema y lo dejamos bajo la alfombra"
Según Diego Macera, gerente del Instituto Peruano de Economía (IPE), aunque el gasto en salud no haya aumentado mucho en relación al crecimiento económico del país, sí se ha expandido como porcentaje del gasto público total.
Pero el tema de fondo, dice el economista, no tiene que ver tanto con la cantidad de recursos asignados al sector salud.
"No es un problema de plata, es un problema de gestión. Se pierde mucho dinero por ineficiencia o por corrupción", señala Macera en diálogo con BBC Mundo.
"Hemos visto mucha negligencia en el sistema de salud. Barrimos el problema y lo dejamos bajo la alfombra".
Y los responsables de esa negligencia, apunta, han sido el Congreso y el poder ejecutivo.
Con la pandemia, explica, se ha hecho más evidente una precariedad que se arrastraba por décadas.
En medio del asunto, explica, se suman otros problemas como las fuertes presiones políticas al interior del sistema de salud, con trabajadores que no quieren relegar su cuota de poder y resisten los cambios.
"Sacar adelante una reforma de la salud tiene un alto costo político", agrega Macera, aunque bajo las actuales circunstancias podría abrirse una oportunidad para impulsar ciertos cambios.
Desde su perspectiva, la solución de varios de los problemas de la salud requiere más voluntad política que inyección de recursos.
El cuello de botella
Uno de los desafíos que enfrenta la salud en Perú es que el país está muy centralizado, según le dice a BBC Mundo Manuel Mesones, abogado experto en gestión pública y exsecretario general de la Presidencia del Consejo de Ministros.
Una parte importante de los recursos públicos asignados a la salud son manejados por gobiernos regionales y locales, que en muchas ocasiones no están preparados para implementar los cambios que se requieren.
"Los gobiernos regionales no tienen la capacidad para gestionar los proyectos", señala Mesones, quien durante su experiencia en distintos cargos dentro del sector público ha detectado que ese es uno de los mayores atascos.
A esos gobiernos les asignan un presupuesto, explica, pero ejecutan apenas un 60% de los recursos.
Además, "en algunas regiones de Perú las gestiones se han visto empañadas de corrupción", agrega, explicando que al final de cuentas, la solución no pasa necesariamente por asignar más dinero.
¿Una ilusión?
Con los estragos que ha causado la pandemia en Perú, muchos se preguntan qué lecciones se pueden sacar de todo esto.
Y aunque probablemente sea muy pronto para tener una imagen más completa de la situación, para el médico Ernesto Gozzer esta crisis ha encendido una alerta.
"El país se dejó llevar por la ilusión de que muchos problemas serían resueltos con el crecimiento económico, gracias al efecto del chorreo, pero hemos visto que no es así".
"Se suponía que la salud iba a mejorar en la medida que aumentaba el crecimiento económico, pero eso no ha sido así", dice Gozzer.
Y aunque han mejorado muchos indicadores de salud, agrega, "aún queda un largo camino por recorrer porque el sistema sigue siendo muy desigual".