Pese a que la guerra no está ganada, en Nueva Zelanda, la primera Jacinda Ardern canta victoria en una importante batalla: "No hay transmisión comunitaria generalizada no detectada", dijo.
Cumplido un mes de máxima alerta en su estrategia de 4 niveles contra SARS-CoV-2, Ardern anunció este lunes que el país se dispone a empezar a dejar atrás uno de los confinamientos más estrictos del mundo.
Y es que Nueva Zelanda tenía en vigor lo que llamó estrategia de "eliminación" de la curva de contagios, una estricta y agresiva alternativa a la "mitigación" que se practica en otros países.
Pero la virtual desaparición de contagios locales llevó al gobierno a anunciar el regreso al nivel 3 de su particular escala, por lo que algunas actividades económicas podrán volver a ponerse en marcha.
Los resultados favorecen a los neozelandeses: el número de nuevos casos de covid-19 cayó hasta cifras de un dígito al día (incluso cero el pasado 23 de abril) y las muertes también eran relativamente pocas (19).
Pero ¿cómo llegó Nueva Zelanda a este favorable escenario?
El cierre total
El primer caso confirmado de covid-19 se registró el 28 de febrero en Nueva Zelanda. La enfermedad no avanzó mucho en las siguientes dos semanas, con solo seis contagios registrados hasta el 14 de marzo.
Aun así, la primera ministra Ardern ordenó ese día que todo viajero que llegara a su país, nacional o extranjero, se pusiera en cuarentena por 14 días sin excepciones, así como el veto a los cruceros, un movimiento difícil para un país muy vinculado al turismo.
La mandataria dijo que su plan incluía "las restricciones fronterizas más amplias y duras de cualquier país del mundo", pero eso era solo el comienzo. Para el 19 de marzo llegó el cierre total de fronteras.
Unos días después, presentó el sistema de alertas de cuatro niveles que para ese momento ya estaba en el 2 y el cual incluía también el cierre de cualquier espacio donde se reunieran más de 100 personas y la petición de quedarse en casa para ancianos y personas inmunodeprimidas.
La cuarentena obligatoria
Para el 23 de marzo, Nueva Zelanda superó los 100 casos en menos de un mes (sin ninguna muerte todavía) y aplicó el nivel 3 de su respuesta a la pandemia.
"Estamos yendo duro y temprano", dijo Ardern a sus ciudadanos. "Solo tenemos 102 casos, pero también Italia los tuvo una vez".
Dio un plazo de 48 horas para la activación del nivel 4, llamado "eliminación", el cual estableció la cuarentena obligatoria para los 4,8 millones de habitantes del país por cuatro semanas.
Nadie podía dejar su casa, a menos de que uno de sus habitantes saliera para comprar víveres, medicinas o acudir al médico.
Solo estaba permitido hacer ejercicio o tener esparcimiento en los alrededores de casa.
También se dio la cancelación total de actividades no esenciales, lo que implicaba el cierre de escuelas, comercios (exceptuando los de víveres y farmacias), industrias y servicios.
A partir de la activación del nivel 4 el 25 de marzo, los nuevos casos confirmados se contaban por decenas en los siguientes diez días, con el número más alto (76) el día 28 y la primer muerte al 29.
Pero entonces el efecto de la estrategia de "eliminación" comenzó a ser evidente.
La "burbuja" de contactos
A partir del 3 de abril, los nuevos casos confirmados se fueron reduciendo casi día con día hasta llegar a menos de diez por jornada. Incluso el día 23 hubo 0 nuevos contagios registrados.
El director general de Salud, Ashley Bloomfield, dijo que si bien la "eliminación" de los contagios no significa que no vaya a haber nuevos, sí significa que saben de dónde vienen los nuevos casos.
Las muertes hasta este lunes eran 19. El día más fatal fue el 14 de abril, cuando ocurrieron cuatro fallecimientos.
Además de las campañas sobre lavado de manos y distanciamiento social, uno de los elementos que se han destacado de la estrategia de Nueva Zelanda fue la socialización en la "burbuja" de contactos.
A los neozelandeses se les ha pedido mantener el contacto solo con las personas que viven en sus casas, familiares o conocidos, y con ellos practicar todo tipo de actividades sociales para lidiar con el encierro.
La medida se ha practicado en otros países, pero varios gobiernos están advirtiendo que la fatiga de la gente con las reglas de aislamiento, por lo que una opción es expandir las "burbujas sociales".
Esto significa que las personas podrían ver a unos pocos amigos y familiares más allá de los que viven en casa.
A partir de la próxima semana, los neozelandeses serán libres de extender ligeramente sus burbujas de contactos para incluir a familiares cercanos y personas que viven en aislamiento, solo en el mismo pueblo o ciudad.
Científicos y encargados de formular políticas recurren a una métrica clave conocida como tasa de reproducción efectiva (Rt), es decir, la tasa a la que el virus se está propagando entre la población.
En varios países, los gobiernos se han abstenido de facilitar las medidas de bloqueo hasta que su Rt nacional sea significativamente menor a uno. Pero ese sí es el caso de Nueva Zelanda.
Las fallas a la observancia de la "burbuja" han sido reprendidas en Nueva Zelanda, donde una línea telefónica de la policía ha recibido decenas de reportes sobre personas con mal comportamiento.
Incluso uno de los miembros del gabinete de Ardern, el ministro de Sanidad David Clark, fue degradado de puesto por haber tomado un paseo familiar cuando ya estaba activa la cuarentena.
La primera ministra dijo que merecía el despido, pero que no era buen momento para hacerlo
La labor de Ardern
Nueva Zelanda tiene varios factores a su favor que le han facilitado la contención del virus, como el ser un país compuesto por dos islas mayores que fácilmente se pueden cerrar, así como tener una población relativamente pequeña para atender, menos de 5 millones de habitantes.
También su sólida economía que ha permitido canalizar paquetes de ayuda, tanto para empresas como para residentes, que le han permitido a su población mantenerse en cuarentena y prepararse para el impacto de la falta de turismo.
Estas condiciones pueden ser difíciles de encontrar en otros países para aplicar la estrategia de la "eliminación".
No obstante, la primera ministra Ardern también ha sido elogiada por el manejo de la emergencia.
Ha permanecido en contacto con la población durante el brote, abordando el impacto del encierro en la vida social y el bienestar mental de las personas, al tiempo que se ha abierto al escrutinio de la oposición.
Ha estado regularmente en Facebook, sonriendo y compartiendo fragmentos de su vida personal, pero nunca menospreciando la gravedad de la situación al responder las preguntas de las personas.
"Sé fuerte. Sé amable" es el lema con el que la primera ministra ha terminado casi todas sus apariciones públicas.
"Desde el principio, ha comunicado con cuidado y calma muchos problemas de salud complejos en torno al covid-19 allanando el camino para las decisiones del gobierno", dice a la BBC Sarah Robson, periodista de Radio Nueva Zelanda.
"Debido a que se había comunicado claramente sobre la trayectoria en la que estábamos en términos del aumento en el número de casos, cuando Jacinda Ardern dijo que íbamos a estar encerrados, la gente entendió por qué", añade.
Un comité de respuesta a la pandemia integrado por dos terceras partes de miembros de partidos opositores, y el otro tercio de funcionarios y legisladores afines.
Pero algunos periodistas han criticado sus sesiones informativas por no permitir suficiente tiempo para hacer preguntas, para aclarar puntos o cuestionar las declaraciones realizadas.
Analistas han dicho que el país tiene un sistema de rastreo de contactos de riesgo de contagio débil, el cual es esencial para contener el virus.
"La ciencia y el liderazgo deben ir de la mano", le dijo a la BBC el profesor Michael Baker, de la Universidad de Otago y quien asesoró al gobierno con la estrategia de la "eliminación".
"Lo que decía también tenía sentido y creo que la gente realmente confiaba en eso".
Y si bien Nueva Zelanda no ha derrotado al covid-19 defintivamente, está más cerca de hacerlo que hace un mes gracias a que activó la alerta nivel 4 de "eliminación".
*Con reportería de Joshua Cheetham.