Los desastres naturales pueden convertir ciudades enteras en ruinas y dejar sus calles cubiertas por escombros, cadáveres y materiales tóxicos.
Y la devastación causada por las guerras modernas por lo general también viene acompañada por el peligro de minas antipersonales y municiones sin explotar.
Pero, ¿quién se encarga de limpiar después de la catástrofe y a dónde van a parar los productos de tanta destrucción?
La pregunta tiene especial vigencia en virtud de varios acontecimientos recientes.
En los últimos dos meses los huracanes Harvey, Irma y María golpearon el Caribe y el sur de Estados Unidos matando a numerosas personas y dejando tras de sí una estela de destrucción.
En septiembre, dos fuertes terremotos -uno de 8,3 y otro de 7,1- también azotaron el sur y el centro de México, destruyendo docenas de edificios en la capital y otras ciudades del país.
Mientras que los conflictos en Medio Oriente, que les han costado la vida a miles de persona, también han destruido numerosas ciudades.
Solo por poner un ejemplo, la mayor parte de Mosul, en Irak, está virtualmente en ruinas, y en Siria extensas zonas de Homs, Raqqa y Alepo -una ciudad que había sido declarada patrimonio de la humanidad - ya dejaron de existir.
Y todos estos desastres naturales, así como aquellos creados por el hombre, han dejado tras de sí toneladas de escombros.
Pero, ¿cuál es la mejor forma de disponer de todo ese material?
No basta un agujero
Durante el caos que por lo general sigue a las emergencias, cuando las pilas de escombros todavía se acumulan en las calles, los sobrevivientes y aquellos llegados para darles una mano por lo general empiezan a removerlos.
Pero en esas difíciles circunstancias, lo que se hace y lo que se debería hacer por lo general son dos cosas muy diferentes, dicen Martin Bjerregaard y Aiden Short, dos especialistas en desastres que han trabajado en todo el mundo luego de huracanes, terremotos y guerras.
Empujados por la prisa, los políticos por lo general recurren a soluciones rápidas que suelen tener serias repercusiones, dice Martin Bjerregaard, director de la organización Disaster Waste Recovery (Recuperación de Desechos de Desastres).
"Es una situación realmente muy difícil para trabajar", dice.
"Pero uno no puede simplemente lanzar los desechos en un agujero", advierte.
Esto, sin embargo, es exactamente lo que pasa la mayor parte del tiempo.
Después del huracán Katrina, en 2005, las autoridades de Luisiana lanzaron más de 30 millones de metros cúbicos de escombros -suficiente para llenar tres estadios- en vertederos locales.
Nuevos vertederos se abrieron -muchos sin la capacidad de evitar filtraciones de toxinas- y la mayoría de la basura no fue separada. También se autorizó el vertido de materiales habitualmente prohibidos.
Salud y medio ambiente
La razón por la que los restos no pueden simplemente ser enterrados en un agujero es su composición.
Aunque los escombros varían dependiendo de la crisis -entre otras cosas en función del tipo de desastre, geografía, densidad poblacional y el nivel de riqueza o pobreza del área afectada- casi siempre incluyen un vasto rango de desechos líquidos y sólidos.
Materiales de construcción de los edificios afectados, muebles, aparatos electrónicos, árboles y otro material orgánico, materiales industriales, vehículos y bienes personales, además de materiales peligrosos -como asbesto, pesticidas, aceites y disolventes- pueden todos ser parte de la lista.
Simplemente tirar todos estos desperdicios representa una obvia amenaza a la salud pública que también puede tener efectos sobre el medio ambiente.
Mientras que en la zonas de conflicto, metales pesados provenientes de municiones, residuos tóxicos de explosivos y trampas "caza bobos" agregan una cuota extra de peligro.
Esto "puede complicar el retiro de desechos e impedir el acceso a las áreas afectadas", dice también Doug Weir, de la organización Toxic Remnants of War (Remanentes Tóxicos de Guerra).
"La identificación temprana de riesgos ambientales y para la salud de los contaminantes y basura del conflicto es vital", agrega.
Trabajo de equipo
Por todo lo anterior, es esencial que las autoridades trabajen al lado de expertos y de los pobladores locales para desarrollar un plan detallado de limpieza.
En países donde se ha desarrollado capacidad institucional, como EE.UU., la limpieza de escombros habitualmente corre por cuenta del gobierno federal y sus instituciones afiliadas, junto a las instancias estatales y municipales.
Sin embargo, en países que no cuentan con mayores recursos, y en aquellos que han perdido a sus instituciones, usualmente la labor es asumida por Naciones Unidas y ONGs.
Las guías de Naciones Unidas recomiendan una evaluación rápida del daño durante las primeras 72 horas, con énfasis en la habilitación de carreteras para permitir el acceso de los vehículos de emergencia.
Lidiar con materiales peligrosos también es una prioridad, especialmente en zonas de conflicto.
Pero una vez que se ha lidiado con los peligros inmediatos, se procede a realizar una evaluación más detallada de los escombros así como planes para disponer de los mismos.
Dos estrategias
Según Ugo Blanco, asesor regional para crisis y conflictos del Programa de Naciones Unidos para el Desarrollo en América Latina y el Caribe, básicamente hay dos estrategias posibles.
Una es contratar a expertos y llevar maquinaria pesada. La otra involucrar a la comunidad en la limpieza de escombros en un esquema de "dinero por trabajo".
Ambas estrategias tienen sus pros y sus contras, dice el asesor.
La maquinaria es rápida, pero costosa, mientras que el dinero por trabajo es más lento y tiene la ventaja adicional de involucrar a la comunidad y contribuir con su sustento en los días posteriores a una emergencia.
"En lugar de esperar a que llegue la ayuda, se convierten en actores del proceso", destaca Blanco.
Pero en la práctica, explica, cuando la ONU está involucrada generalmente se combinan las dos estrategias.
"Generalmente lo que tratamos de hacer es encontrar un balance, entonces es dinero por trabajo y maquinaria pesada, dependiendo de la necesidad".
Especialistas en el tema como Martin Bjerregaard y Aiden Short, el director de Urban Resilence Platfrom (Plataforma de Resiliencia urbana), a menudo se involucran a partir de la segunda semana de la crisis.
Para ese entonces generalmente ya tienen una buena idea de la situación en el terreno -cantidad de escombros, ubicación, tipo, equipos e instalaciones disponibles- gracias a diferentes fuentes, entre ellas imágenes satelitales.
Ambas organizaciones cubren sus propios costos para llegar a las zonas de desastre y luego se coordinan con las autoridades locales y agencias de cooperación para conseguir financiamiento y apoyar a los planes ya existentes.
Su estrategia dependerá de las prioridades y objetivos de las autoridades involucradas: velocidad, costo, impacto sobre el medio ambiente o creación de empleos para las comunidades locales.
Un trabajo enorme
En Alepo -una de las ciudades más antiguas del mundo y la más grande de Siria antes de la guerra- el trabajo es enorme.
Un análisis de Disaster Waste Recovery sugiere que hay alrededor de 15 millones de toneladas de escombros.
Si se quisiera reconstruirla exactamente como estaba antes del conflicto se necesitarían materiales equivalentes a siete años de producción de todas las canteras de Siria.
Por eso es que, en lugares como este, el reciclaje de los escombros es fundamental y la elección de la estrategia absolutamente crucial. Cada opción tendrá un impacto diferente sobre la gente de Alepo y sobre el medio ambiente.
Y para mejorar el manejo de los escombros producidos por desastres, tanto los especialistas como Naciones Unidas coinciden en que hay que cambiar radicalmente la forma de trabajar.
En lugar de verlos como algo que hay que tirar, es necesario empezar a verlos como un valioso recurso.
La ventaja de reciclar
"Los desperdicios son dinero", dice Blanco, quien tiene más de 10 años de experiencia. "Para muchos son simplemente basura, pero si se los maneja adecuadamente se pueden convertir en un ingreso social".
Algunos materiales de construcción pueden ser reutilizados, otros reciclados. La mampostería, por ejemplo, se puede triturar y utilizar en la reconstrucción de carreteras. Hasta los árboles caídos pueden cumplir alguna función.
Y el enfoque en reciclaje no solo le quita una carga a vertideros y otras instalaciones, sino también a los recursos naturales -a menudos sobreexplotados para la reconstrucción-, al tiempo que genera trabajo para personas y empresas.
Esta forma de convertir los desastres en oportunidades para cambios positivos es lo que quieren los expertos.
"Los desastres enfatizan las vulnerabilidades de ciudades, familias e instituciones. Y el manejo de escombros y desechos es solo el primer paso hacia la construcción de comunidades, instituciones y naciones más fuertes", dice Blanco.
Ejemplo ecuatoriano
Para Victoria Demera, el devastador terremoto de 7,8 que golpeó a Ecuador el año pasado le ayudó a reconectarse con su comunidad y desarrollar una carrera.
Dejó sus estudios para dedicarse a labores de reconstrucción en Las Gilces, en la provincia de Manabí, donde el 75% de las casas resultaron afectadas.
"Necesitábamos deshacernos de los escombros para olvidar lo ocurrido y empezar una nueva vida", cuenta.
"Pero la comunidad también necesitaba trabajo y esto nos dio más recursos para reconstruir nuestras casas", agrega.
Su trabajo como coordinadora de una brigada de limpieza le ayudó a desarrollar capacidades de liderazgo y a cambiar ideas preconcebidas sobre los roles propios de una mujer.
"He crecido como persona y profesionalmente", dice.
Mucho por aprender
Aún así, a pesar de su obvia importancia para la recuperación de las comunidades afectadas, la limpieza de escombros casi siempre carece de suficiente financiamiento.
La razón: no es fácil de vender, en contraste con los "proyectos de prestigio" como la construcción de escuelas o bibliotecas, explica Blanco.
"Es costoso y no es como darle una galleta a un niño", dice. "No es elegante, no es sexy, entonces siempre tenemos problemas consiguiendo los fondos necesarios para hacer las cosas correctamente".
Con los desastres sucediéndose rápidamente, sin embargo, también se ha ido acumulando cada vez más conocimiento y experiencia.
La tecnología que permite compartir información de forma eficiente también ha ido mejorando, por lo que los encargados de responder pueden recibir información crucial a tiempo.
Pero el reto sigue siendo hacer que todo esto cuente cuando se produzca el próximo desastre.
"Sabemos lo que hay que hacer. La dificultad está en hacer que ocurra", dice Blanco.
"La dificultad es que en lugar de simplemente deshacernos de los escombros lo más rápido que sea posible, lo hagamos de una forma sostenible, aunque eso sea más caro y tome más tiempo", agrega.
¿El objetivo?
"Tratemos de hacerlo mejor la próxima vez".