¿Cómo la ola de ayuda humanitaria en México se ha convertido en un caos?
Los gritos llegan de todos lados en la colonia Condesa de Ciudad de México.
"¡A la orilla, por favor! ¡No estén cruzando, sigan indicaciones!", pide un hombre a las personas que deambulan por este barrio que se ha convertido en centro de las labores de rescate tras el terremoto del pasado martes.
Pero hay miles de personas caminando en todas direcciones, en medio del frenético paso de vehículos de emergencia, motocicletas, camiones del ejército y de transporte pesado.
La oleada de ayuda humanitaria ha generado un ambiente caótico en el poniente de Ciudad de México.
La situación es especialmente complicada en las colonias Condesa y Roma Norte, donde se ubican la mayor parte de los 35 edificios colapsados en la capital mexicana.
Y aunque parece contradictorio, las masivas donaciones de víveres están siendo un problema más a resolver para los pocos voluntarios que han tomado la responsabilidad de organizar paquetes.
"Ya tenemos despensas, ya tenemos víveres, ya estamos bien surtidos. No queremos comida", dice Josué, uno de los responsables de un centro de acopio en la Condesa, a decenas de personas que llegan a ofrecer su ayuda.
La presencia de adolescentes y jóvenes es notable.
Pero su entusiasmo se topa con pared cuando Hernando Segura da indicaciones a los brigadistas que quieren ayudar en edificios colapsados.
"¡Ahorita ya no necesitamos más brigadistas! Vengan a las 8 de la noche, a esa hora ya hay muy pocos voluntarios por aquí. Por favor, en la noche", les dice Segura.
¿Quién dirige?
En la glorieta de La Cibeles se ubica uno de los más grandes centros de acopio de alimentos para los afectados por el terremoto que hay en la ciudad.
Ahí cientos de voluntarios clasifican las bebidas y alimentos que los capitalinos han querido donar para los más necesitados.
Pero el problema ahora es encontrar a los verdaderos necesitados.
"Hay lugares donde sobra gente y entorpecen a todos. Y hay otros en donde realmente necesitan más gente y no hay nada", dice Jimena Carrasco, quien es parte de un grupo de cinco estudiantes voluntarios.
Las botellas de agua ocupan ya casi la mitad del espacio de recepción de ayuda. El papel de baño ya es una montaña, al igual que las herramientas de construcción.
"Nos mandaron a lugares donde la información era falsa o que ya había pasado todo, cuando íbamos con la intención de recoger escombros", dice Gael Yáñez.
Los voluntarios apuntan a que la organización ha sido espontanea, sin instrucciones por parte de las autoridades para encauzar la ayuda a donde más se requiere.
Claudia, una colombiana que vive desde hace 20 años en la Condesa, dice que ella solo llegó como voluntaria, pero al ser la persona de más edad en el lugar le preguntan qué hacer.
"Me han visto como la mamá de aquí", bromea.
"Viene lo más difícil"
Entre aplausos y cánticos de "¡México, México!" parten dos autobuses desde La Cibeles hacia Jojutla, una de las localidades del estado de Morelos más devastadas por el terremoto.
Dado que ya hay miles de voluntarios trabajando en la ciudad, muchos brigadistas comienzan a entender que lo mejor es trasladarse a los estados vecinos en los que faltan manos.
Daniel Barrientos los mira partir mientras espera a ser llamado para las labores de rescate.
"Ayer en la Condesa estaban sacando aún a personas vivas de entre los escombros. Es por eso que vengo yo a ayudar a ver si puedo encontrar a alguien que lo necesite", dice el estudiante de 22 años.
Luego de 48 horas desde el terremoto, el tiempo de encontrar personas con vida atrapadas entre los escombros comienza a agotarse y se hace necesario el recoger lo que quedó de edificios derrumbados.
"Hay muchos edificios que se colapsaron y otros a punto de colapsarse. Tenemos al menos tres edificios de seis, ocho y 12 niveles, respectivamente. Dos de ellos son edificios departamentales", advierte Josué a voluntarios en el Parque España.
"La verdadera ayuda es que vengan en la noche", dice luego de explicar que hay 10 veces más voluntarios este jueves en la Condesa.
Ayuda alternativa
Mientras que muchos jóvenes no encuentran a quien entregar sándwiches, chocolates, fruta y agua, hay quienes han pensado en otro tipo de ayuda necesaria.
Hay voluntarios que recogen la basura que están generando miles de personas, otros que ofrecen lugares dónde recargar baterías de celulares, o abren la puerta de sus baños a quienes lo requieran.
Además, Fátima Preciado ofreció ayuda de cuatro patas: su perro Aslan.
El labrador de un año y medio está entrenado para detectar a personas atrapadas entre los escombros, lo que permitirá darles un descanso a los otros perros de rescate.
"Hoy va a ser su primer día de rescate. Lo donamos, si se puede decir, para quien lo necesite? Los perros que han estado trabajando se han estado lastimando", dice Preciado tras llevar a Aslan a su primera misión.