Es la hora de comer y en el restaurante Taco Bell más mediático de los últimos días, ubicado en la ciudad de Hialeah, en el sur de Florida (EE.UU.), un joven pide unos tacos en inglés.
La pasada semana, la polémica envolvió a este local tras hacerse viral el video de una clienta que mostraba cómo una dependienta hispanohablante se negaba a tomar su orden alegando que en el local nadie hablaba inglés.
Tras una acalorada discusión, la clienta acabó abandonando el Taco Bell sin su comida. La dependienta, que se identificó como "Luisa", fue despedida por la compañía.
En esta ocasión, en cambio, el joven que pide sus tacos en inglés es atendido en su idioma sin problema. Tras tomar la orden, el dependiente de origen latino continúa hablando con sus compañeros en español.
Los trabajadores del restaurante prefieren no hacer comentarios sobre el polémico video, pero BBC Mundo constató que el incidente es tema de conversación recurrente entre los clientes.
"Aquí la gente se habla en inglés y español, y se entiende. A saber qué pasó. Ahí no fue la barrera del idioma. Que no le dio la gana atenderla, básicamente", afirma Alba Lara, una mujer guatemalteca vecina de Hialeah que come unos nachos junto a su esposo.
Vecinos de Hialeah aseguran que la comunicación siempre fluye entre todos, que no se discrimina y que la historia del Taco Bell solo fue una anécdota.
Y es que el idioma español y la cultura latina están definitivamente muy presentes en el día a día de esta ciudad, como en tantas otras zonas del sur de Florida.
Pero la realidad de Hialeah es especialmente singular.
La "menos diversa" de EE.UU. por origen étnico
Si a uno le piden imaginar cómo es la ciudad más homogénea de Estados Unidos en cuanto a su origen étnico, es probable que piense en un lugar con una aplastante mayoría de habitantes blancos no latinos.
Pero no es así.
Hialeah, con un 96,3% de habitantes que se identifican como hispanos o latinos según el censo (más del 75% de origen cubano), ha sido bautizada por algunos medios en EE.UU. como "la ciudad menos diversa" del país.
"Lo que es una minoría en el resto del país, aquí es la mayoría", reflexiona Guillermo Grenier, sociólogo de la Universidad Internacional de Florida (FIU, por sus siglas en inglés) y miembro de su Instituto de Investigación Cubana.
"Y eso crea, desde el punto de vista sociológico, una situación muy interesante. Si en muchas poblaciones de Estados Unidos los latinos están aislados de los grupos dominantes, aquí es al contrario y están en el centro de todo", le dice a BBC Mundo este experto en la comunidad cubanoamericana.
Y hay más titulares que demuestran la peculiar identidad de Hialeah.
Según el portal Wallethub, que comparó la información del censo sobre las 501 mayores ciudades de EE.UU., Hialeah es también la población con menos habitantes que se identifican como "blancos" (no hispanos): 2,75%.
En cuanto a la diversidad lingüística, es la ciudad del país con menos población que utiliza el inglés en su hogar (6,4%) y con más habitantes que usan el español (93,1%), de los que más del 64% reconoce no hablar "muy bien" inglés.
El inicio para miles de cubanos
Pero ¿cómo es vivir en una ciudad estadounidense con un carácter hispano (y eminentemente cubano) tan marcado?
Con más de 224.000 habitantes y ubicada al norte del aeropuerto de Miami como parte del condado de Miami-Dade, Hialeah se define como una ciudad industrial en constante crecimiento que se convirtió a partir de los 60 en hogar de miles de cubanos tras el triunfo de la Revolución.
Luego vendrían en los 80 y los 90 el éxodo del Mariel y la "crisis de los balseros", cuando cientos de miles de personas salieron de la isla para empezar una nueva vida en EE.UU.
Y una gran mayoría eligió Hialeah, animados por la experiencia de familiares o amigos.
Hoy, pasear por los calles de esta ciudad es encontrarse con agencias de viajes donde se anuncian pasajes a Cuba en letras de neón, almacenes de ropa y productos típicos de la isla con música a todo volumen y tiendas de trajes de quinceañeras.
En muchas cafeterías, grupos de desconocidos conversan y toman una 'coladita' mientras algunas personas intentan vender frutas como guayaba o mamoncillo a los vehículos detenidos en los semáforos.
Y en la parte trasera de muchas viviendas, se observa cómo muchas embarcaciones comparten espacio junto a los autos aparcados.
"Esta es la ciudad sin mar con más barcos por metro cuadrado", nos dice riendo un vecino cuando nos ve tomar una foto.
"Todos nos ayudamos"
"Yo aquí encuentro todo lo que necesito. Es como estar en casa y rodeada de gente que ya conozco", cuenta Rosa, una mujer cubana de 56 años que se dirige a hacer la compra.
"Ahora voy a la farmacia. Si me olvido de la receta, sé que van a hacer todo lo posible por ayudarme. Aquí todos nos ayudamos, ¿entiendes?", dice sonriendo.
En Ñooo Qué Barato, un almacén que algunos llaman "el Walmart de la diáspora cubana" y donde se puede comprar prácticamente de todo, las clientas coinciden.
"Aquí la gente viene porque sabe que tenemos todo lo que busca para enviar a Cuba, porque allí es mucho más caro o simplemente no hay", cuenta Jacqueline, una de sus dependientas.
Dice que uniformes escolares, ropa interior o celulares son los productos más vendidos. También medicinas y vitaminas.
Las etiquetas de sus coloridos envases anuncian alcohol boricado, aceite alcanforado, mertiolato, pomada china. "Son digestivos, contra la fiebre, dolores de hueso, sirven para muchas cosas", explica sonriendo Jacqueline.
¿Quién habla inglés?
Lo cierto es que no es fácil escuchar por las calles de Hialeah un idioma diferente al español.
A la salida de la Escuela Primaria de Hialeah Sur, sin embargo, una joven afroestadounidense que espera a hijo habla con su madre en inglés.
Le preguntamos si no saber español le supone un obstáculo para vivir y relacionarse en Hialeah. Ella pone cara de sorpresa y acaba riendo.
"No. ¿Por qué? En la administración todo el mundo habla inglés, igual en tiendas o restaurantes?", asegura.
"Si en la calle alguien solo me habla español, hablamos más despacio y nos acabamos entendiendo.Tampoco es que hablemos chino", añade.
"Aquí todos van a ser bilingües, so [en inglés], por lo tanto, van a tener mucha más capacidad multitasking porque hablarán dos idiomas, eso los hace superiores", cuenta Adolfo Granado, un joven cubano que lleva 12 años en Hialeah y espera a su hijo Lucio en la misma escuela.
Dice que en casa solo habla español, como ocurre en la mayoría de hogares. ¿Y en la calle? "Yo sé el idioma, aunque la verdad es que aquí se puede vivir sin hablar inglés. Pero es importante que la gente lo aprenda", opina.
¿Es igual de cordial la relación de la comunidad cubana con la población hispanohablante de Hialeah llegada de otros países?
"Bueno, los cubanos creen que ellos hicieron Hialeah, que hicieron Miami. Creen que sin ellos, esto no existiría", dice sin entrar en detalles el guatemalteco Salvador Lara, quien vive en la ciudad desde 1987 y recuerda la llegada en los últimos años de muchos centroamericanos, venezolanos o dominicanos.
Trabajadores y republicanos
"Con los años, Hialeah se convirtió en un centro de clase netamente trabajadora, de clase obrera. Las pocas factorías de Miami están en Hialeah fabricando ropa y textiles y son controladas por latinos", dice el profesor Grenier.
Esa realidad fue plasmada por el cineasta Joe Cardona en su largometraje de 1999 "Agua, fango y factoría" (frase con la que se conoce a Hialeah), y con el que recorrió festivales del país mostrando al mundo la ciudad en la que vivió hasta los 18 años.
"Hialeah se reinventa todos los días, y eso es muy excitante. Es una ciudad muy peculiar, muy trabajadora, tiene un ritmo completamente distinto", le cuenta a BBC Mundo.
"Creo que a veces uno pierde el sentido o el conocimiento del hecho de que estás en EE.UU., como que estás en otro país, para bien y para mal. Creo que Hialeah es tal vez un retrato de lo que pueden ser muchas ciudades en el futuro de este país", opina.
En cuanto a la política, Hialeah destaca por ser uno de los grandes bastiones en el condado del Partido Republicano, un perfil conservador con el que coinciden muchos cubanos emigrados a Estados Unidos y del que las nuevas generaciones comienzan a alejarse.
Paradójicamente, pese a esta tendencia, Hialeah fue la ciudad del país en la que más personas se inscribieron a ObamaCare, la Ley de Salud Asequible promovida por el demócrata Barack Obama.
"No es que votemos a un partido que está en contra de la inmigración. Está en contra de quienes vienen al país con drogas y a hacer maldades", asegura Julio, un obrero que trabaja en las calles de Hialeah empapado en sudor.
"Zona de confort"
Algunos vecinos dicen que Hialeah "es segura" y se quejan de que la frecuente aparición en medios de comunicación de sucesos en la ciudad los estigmatiza.
Según hizo público en 2016 el Departamento de Policías de Florida, los crímenes violentos y delitos contra la propiedad en Hialeah durante el año anterior habían disminuido más de un 14%, siendo el quinto año consecutivo que esta tasa descendía.
Lo cierto es que al "Agua, fango y factoría" le sustituyó en los últimos años otro eslogan: "La ciudad que progresa". Una frase con la que muchos vecinos bromean, asegurando que Hialeah no ha avanzado tanto como debería.
"En lo que se refiere a trabajos, ha estado un poco parada durante muchos años", opina Jacqueline, de la tienda Ñooo Qué Barato.
Pero según los expertos, la "zona de confort" que supone vivir en un lugar como Hialeah en la que los latinos no se alejan de sus raíces es también uno de los principales motivos para no progresar en el mercado laboral.
"Lo bueno y lo malo de Hialeah y Miami es que no tienes que aprender inglés para trabajar", resume Grenier.
Y según el sociólogo, eso tiene un costo.
"No te estás integrando en una sociedad dominada por angloparlantes y con leyes norteamericanas. Tienes que conocer mas de esa cultura para manejarla y aprovechar todas las opciones que se te ofrecen".
"Los pies en la tierra"
Esta y otras razones llevan también a muchos cubanos a cambiar de destino después de haber elegido Hialeah, donde viven familiares y amigos, como punto de entrada inicial al país.
Fue el caso de Yamilet Hernández, cubana que tras menos de un año en "la ciudad que progresa", decidió mudarse a Miami Beach.
Eso sí, asegura que su madre, que también vive en la playa, es una de tantas personas que regresan a Hialeah para comprar productos que cree que no se encuentran en ningún otro lugar.
"Y la verdad es que al barrio siempre puedes volver", dice mientras toma una colada y un pastel de guayaba en la cafetería y bakery Toma Pan, abierta en Hialeah desde finales de los 60.
"Pero esto es más Cuba, es calor humano. ¿Ve? Enseguida hemos empezado a hablar. Eso es lo que le falta a este país", dice una de las dependientas.
El documentalista Cardona, de padres cubanos y que actualmente reside en Miami, asegura que vuelve "feliz" a Hialeah en cuanto tiene ocasión y critica a los "arrepentidos", aquellos cubanos que menosprecian a quienes eligen quedarse en "la ciudad que progresa".
"Regresar me mantiene los pies en la tierra, me nutre el alma y me recuerda quién soy. Para cualquiera que esté desarraigado y viva fuera de su país, sea el que sea, creo que es importante mantenerse siempre en contacto con sus comienzos y sus raíces".