La victoria de Mauricio Macri en Argentina se debió a los muchos flancos débiles que ofrecía la administración Kirchner, pero eso justamente representa un gran desafío para su nuevo gobierno, opina Bernd Wulffen.
Con el 51,4 por ciento de los votos, el exalcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, ganó las elecciones presidenciales y será el nuevo presidente de Argentina. Su triunfo es, al mismo tiempo, un castigo a la era Kirchner, que no sacó al país adelante. El candidato del oficialismo, Daniel Scioli –hasta ahora gobernador de la Provincia de Buenos Aires, clave para los comicios- no logró, a pesar de sus intentos, despojarse de la herencia de los Kirchner y perfilarse con sus promesas de renovación. Sus objetivos y puntos de partida no fueron creíbles para la mayoría de los votantes, sobre todo porque Scioli se presentó como candidato del kirchnerista Frente para la Victoria.
Sin embargo, su porcentaje de votos del 48,6 por ciento es considerable. Es importante también resaltar que su partido, el Frente para la Victoria (FpV), estuvo a punto de reconquistar justamente a la Provincia de Buenos Aires, bastión tradicional del peronismo, que en las elecciones para gobernador, el 25 de octubre de 2015, se volcó claramente al partido de Macri, Cambiemos.
Cambio y nuevo comienzo en un país clave
La victoria de Macri se debe a un concepto convincente basado en el cambio, en la ruptura con el pasado y en un nuevo comienzo. Los expertos que lo asesoran a él y a la joven y simpática gobernadora electa de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, prometen tomar las medidas progresistas que el país tan urgentemente necesita para salir del callejón sin salida económico y político en el que se encuentra. Macri y su equipo –entre los que se cuentan, además de Ernesto Sanz, Elisa Carrió, Rogelio Frigerio y Alfonso Prat Gay- representan un nuevo inicio, pero también una renovación moral para la cual están dispuestos a movilizar recursos humanos y económicos. La sinceridad y el entusiasmo juvenil son otros de los atributos del cambio en este país clave para América Latina.
El éxito de Macri solo fue posible con el apoyo de los votos destinados a los peronistas disidentes liderados por Sergio Massa y por el actual gobernador de la Provincia de Córdoba, José Manuel de la Sota. El peronista Massa, que ya se había alejado hace años del kirchnerismo, obtuvo el 25 de octubre un 20 por ciento de las boletas. Con eso se convirtió en la tercera fuerza y, por tanto, en el fiel que inclinó la balanza. Si bien nunca se pronunció explícitamente por Scioli ni por Macri, sí apoyó indirectamente a este último al tomar partido por Cambiemos. Ese quiebre con el peronismo va totalmente a cuenta de la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, quien gobernó el país durante siete años de manera autoritaria y muchas veces sin concesiones, rodeándose de gente que no tenía ni la experiencia ni la reputación necesarias. Sus declaraciones faltaron muchas veces a la verdad. Y, a la larga, no se puede gobernar un país por medio de la manipulación y el engaño.
Pesada herencia y gran desafío
La era Kirchner podría simbolizar también una época de impunidad para delitos graves, de una desbordante corrupción, de la profusión del narcotráfico, así como de planes sociales fracasados y mal encaminados. El hecho de que el vicepresidente, Amado Boudou, no haya presentado su renuncia a pesar de los juicios que aún se están llevando a cabo en su contra y que en Tucumán se votó a un nuevo gobierno peronista al votar a Manzur, sobre quien pesan graves acusaciones, son solo ejemplos de lo antes mencionado. Las constantes intervenciones del gobierno en la economía desembocaron en una crisis permanente en la producción y las exportaciones y dejaron pesadas cargas como herencia. A eso se suma una alta tasa de inflación, incluso para un país latinoamericano, además de otros factores que el gobierno puso a disposición para beneficiar a las capas más bajas de la población. A Macri se le abrieron diversos flancos débiles que supo usar hábilmente para propagar sus propios enfoques contrapuestos a esa política que, a menudo, solo eran un bosquejo, pero que le permitieron proclamar el ansiado “cambio” que quería la mayoría de los argentinos.
A pesar de las difíciles condiciones y de los pronósticos negativos, Macri logró por fin forjar una alianza partidaria para la cual cuenta con el tradicional partido argentino Unión Cívica Radical (UCR), que todavía juega un papel clave en varias provincias argentinas. Con ello se le abrió también una plataforma electoral fuera de la Provincia de Buenos Aires. Sin descuidar los problemas sin solucionar que le deja el gobierno de Cristina Kirchner, Macri tendrá que ir con pie de plomo para mantener a su lado a sus socios de coalición. Lo más complicado serán las reformas en aquellas áreas que tienen que ver con los sindicatos, que todavía son marcadamente peronistas. También puede ser problemático para el nuevo gobierno el hecho de que no contará con una mayoría en el Congreso en los próximos dos años, de tal modo que deberá hacer concesiones a fin de lograr el necesario consenso suprapartidario.
El diplomático alemán Bernd Wulffen fue cónsul alemán en Buenos Aires y Ciudad de México entre 1970 y 1991, y embajador en Cuba desde 2001 hasta 2005. Es autor del libro "Deutsche Spuren in Argentinien" (Huellas alemanas en Argentina. (Ch. Links Verlag Berlin).