Robert Funk: “Mucha gente le tiene cariño a Boric, le gustaría que le vaya bien, pero de alguna forma le está diciendo que primero gobierne”
La presidencia de Gabriel Boric ha significado un cambio para Chile más allá del estilo de gobernar.
En el mismo Chile que eligió a Gabriel Boric como el presidente más joven de su historia, hoy es común escuchar cuestionamientos a su pericia en el cargo que ejerce desde hace un año.
Una encuesta de la firma Cadem publicada este fin de semana indica que apenas 12% de los chilenos cree que Boric, de 37 años, tiene experiencia para gobernar y concluye que, junto con los problemas de seguridad pública, esta es la "principal razón" de su nivel de desaprobación de 62%.
Son cifras paradójicas para un país que desde octubre de 2019 exigió en las calles cambios, rechazó masivamente a la clase política tradicional y en diciembre de 2021 consagró en las urnas al presidente de menor edad de América Latina.
"Muchas veces el electorado quiere ver caras nuevas pero también quiere experiencia", dice Robert Funk, profesor de ciencia política en la Universidad de Chile, en una entrevista con BBC Mundo. "Es contradictorio, pero es una cosa bastante común".
Este experto -que en las últimas elecciones chilenas explicaba que la gran división política del país es generacional-, cree que la edad ha jugado en contra y también a favor de Boric en su primer año de mandato.
Y señala que, si bien el presidente izquierdista tiene experiencia política, ha cometido errores de novato desde el poder, como llevar a votación del Congreso una reforma tributaria clave sin asegurarse el apoyo necesario (el proyecto naufragó el miércoles 8 de marzo en Diputados).
Lo que sigue es un resumen del diálogo telefónico con Funk, que también es socio de la empresa consultora Andes Risk Group.
¿Cuán importante cree que ha sido el cambio generacional durante el primer año de gobierno de Boric?
Hay dos aspectos.
Uno es que el electorado chileno quería ver una nueva generación en el poder, nuevas ideas, personas que se dirigían a algunos temas que son más del siglo XXI, como el cambio climático. Y vieron en Boric esa posibilidad.
Robert Funk es docente de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile.
Efectivamente, hay en el gobierno toda una generación de personas de 30 o 35 años gobernando.
Lo que pasa es que muchas veces, cuando llega una nueva generación, tiene todas las bondades de la juventud, pero también sus debilidades. Y una de ellas es una relativa falta de experiencia.
Boric lleva 10 años en la política, estuvo en el Congreso y fue líder estudiantil, pero liderar un gobierno, manejar un aparato estatal, no es fácil, especialmente si muchas de las personas que lo rodean comparten esa falta de experiencia.
Entonces estamos viendo de alguna forma en los últimos tiempos los resultados de esa falta de experiencia: simplemente no saber cómo avanzar en su propia agenda.
¿Qué significa ser un político de nueva generación en Chile hoy?
La cuestión de fondo tiene que ver con algo que es común en todo el mundo: hay nuevos temas que mucha gente esperaba que los partidos y los políticos solucionaran.
Boric en su campaña se dirigía a esos temas, como el medioambiente, los derechos de comunidades indígenas o el acceso al agua.
En el caso chileno, eso coincide con una demanda de mucho tiempo.
Nuestro sistema político ha estado regido por una Constitución escrita en dictadura y que la clase política, pese a las reformas que le han hecho, sintió que no tenía el poder o la capacidad de eliminar y hacer una nueva.
Del mismo modo, esa generación anterior pensó que tenía que mantener el modelo económico heredado del régimen militar, con muchos cambios pero esencialmente muy enfocado en el mercado.
Por lo tanto, viene una generación que no tiene los temores de la anterior y dice: "Vamos a hacer una nueva Constitución, a cambiar el sistema económico y avanzar hacia un modelo más socialdemocrático de Estado".
No es solamente un cambio político y surge de la llegada al poder de una generación sin los traumas de la anterior.
¿Pero ha logrado impulsar esa nueva agenda desde el gobierno?
En algunos aspectos sí y en otros no.
Si uno ve por ejemplo el tema de igualdad de genero, ha habido un discurso mucho más presente, intentos de tener gabinetes paritarios, nombrar más mujeres en cargos importantes, etcétera. Creo que hay un esfuerzo.
Pero vemos muchos otros ejemplos, como el propio rechazo a la propuesta constitucional el año pasado o a la reforma tributaria que era una parte clave de la agenda de reformas de Boric y fue rechazada en el Congreso.
El rechazo al cambio constitucional en septiembre fue uno de los reveses que ha recibido Boric en el gobierno.
Entonces vemos que el camino no es tan fácil, en parte porque Boric no tiene mayoría en el Congreso y eso lo obliga a negociar y llegar a acuerdos con distintos partidos políticos, lo que básicamente significa diluir un poco sus posturas y preferencias políticas.
Eso es algo que él y su generación siempre criticó de la generación anterior, porque lo atribuían a una especie de temor al pasado, a la derecha, a Pinochet, etcétera.
Pero ahora se da cuenta que eso es parte también de la política cotidiana.
La juventud de Boric pudo haber sido una ventaja para que ganara la elección. ¿Sigue siéndolo ahora que es presidente?
Sí y no. Sin duda la juventud de Boric, particularmente en el escenario internacional, hace que la gente lo vea como una especie de nueva izquierda.
Uno ve que su forma de ser de izquierda es muy distinta a la de Alberto Fernández, Lula, Petro y AMLO. Es alguien que no teme criticar a Venezuela o Nicaragua por abusos a derechos humanos.
Eso viene también de su juventud y tiene que ver con que su camino hacia el poder ha sido muy distinto al de líderes anteriores.
Hay además esa estética de un líder que no se pone corbata y no le tiene temor a llorar, abrazar, aparecer mucho más cercano con la población. Es otro tipo de liderazgo.
El otro lado de esa moneda es que a veces se requiere un liderazgo tal vez más duro, más fuerte, donde alguien tiene que tomar las decisiones y tal vez no consensuar tanto, tener la experiencia de saber cómo se maneja el Estado.
Las encuestas muestran que una amplia mayoría de los chilenos cree que a Boric le falta experiencia para gobernar y sugieren que esta es una de las razones detrás de su índice de desaprobación. ¿Cómo se explica esto si al mismo tiempo los chilenos no querían más políticos experimentados en el gobierno, sino políticos nuevos?
Creo que es un fenómeno global también. Muchas veces el electorado quiere ver caras nuevas pero también quiere experiencia, quiere ver juventud pero también una persona que tenga cierta autoridad.
En Chile tenemos una historia de preferir liderazgos como el de Ricardo Lagos, que muestran autoridad.
No quiero decir que sean autoritarios, pero por lo menos que cuando es necesario golpean la mesa y muestran autoridad.
Las sociedades latinoamericanas en general tienen esa preferencia.
Es contradictorio, pero es una cosa bastante común. La gente quiere ver caras nuevas, pero quiere sentir que la persona a cargo del país realmente está a cargo.
Creo que en parte hay una crítica un poco injusta hacia Boric, porque simplemente por su juventud dicen que no tiene la experiencia. Como digo, lleva 10 años en la política nacional y fue líder estudiantil.
Entonces no es una persona sin mucha experiencia política. Pero la gente dice: "Es muy joven".
Boric cumplió el 11 de marzo un año desde que asumió el gobierno de Chile.
Y muchas veces se ve reflejada su juventud en las mismas cosas que lo hacen cercano a la gente, cuando se refiere a los cantantes de los cuales es fan, o a que le gusta Pokémon.
Eso hace que personas mayores digan que tal vez le falta experiencia. Es muy difícil hacer cuadrar ese círculo.
¿Qué errores de novato ha cometido Boric en su primer año de gobierno?
Tal vez un buen ejemplo es lo que ocurrió con la reforma tributaria, que es necesaria para financiar su agenda.
Llevó este proyecto a votación en el Congreso confiado en que estaban los votos y todo el mundo se sorprendió cuando no estaban.
No fue solamente un voto de oposición, sino que había diputados y diputadas de izquierda que no estuvieron presentes.
Entonces ese trabajo previo de asegurar que uno lleva un proyecto y tiene los votos es bastante básico en el manejo del poder. Y ahí tal vez se reflejó un poco la falta de experiencia.
Después del duro revés que sufrió en el plebiscito de septiembre de 2022, con 62% de los votos contra el texto de la nueva Constitución que se proponía, Boric introdujo cambios en su gabinete y recurrió a políticos experimentados de la centroizquierda tradicional, por ejemplo para la secretaría de la Presidencia o el ministerio del Interior. ¿Fue esa una forma de admitir que le faltaba destreza en su gobierno?
Sí, absolutamente. Creo que fue una forma de admitir no solamente que le faltaba destreza o experiencia; fue también una forma de reconocer el desafío que tenía y que el gobierno estaba en problemas, que tenía que hacer una cirugía mayor.
El viernes vimos otro cambio de gabinete por la misma razón: la derrota de la reforma tributaria y otros problemas que ha tenido.
Otros exdirigentes estudiantiles que han integrado el gobierno de Boric siendo treintañeros y que representan ese cambio generacional, como Giorgio Jackson, ministro de Desarrollo Social, y Camila Vallejo, ministra vocera del gobierno, tienen algunos de los índices más bajos de aprobación del gabinete en encuestas recientes, mientras que los ministros mejor evaluados superan todos la franja de 50 años de edad. ¿Es esto mera casualidad?
Tienen estilos de hacer política a los cuales tal vez todavía no estamos acostumbrados.
Ha habido una especie de suposición por parte de los políticos jóvenes de que Chile era como ellos, un país posmoderno al que le importaban las mismas cosas que a ellos.
Y la verdad es que, más allá de ciertos sectores de Santiago o ciertas ciudades grandes, Chile sigue siendo aparentemente una sociedad relativamente moderada y conservadora, donde los temas de la política tradicional siguen siendo muy importantes.
Camila Vallejo, ministra secretaria general de Gobierno, es una de las figuras jóvenes del gabinete de Boric.
Es decir, a la gente le importa poder pagar las cuentas, tener empleo, seguridad y eso viene mucho antes que pensar en el medioambiente o en la diversidad sexual.
¿Los chilenos no entienden la forma de hacer política de Boric?
Creo que lo entienden e incluso no les desagrada.
Mucha gente le tiene cariño a Boric y le gustaría que le vaya bien, pero de alguna forma le están diciendo primero que gobierne y que se preocupe de las cosas que son como la tarea principal del gobierno.
¿Lo están juzgando con los mismos parámetros de siempre?
Sí, así es.
¿El caso de Boric es particular a nivel internacional o ha ocurrido lo mismo con otros gobernantes jóvenes en el mundo?
La particularidad del caso chileno es que nuestra situación está cruzada por esta dinámica de dictadura-post dictadura.
La forma de hacer política en Chile durante 30 años, que fue muy exitosa, con crecimiento económico y buenos resultados, estuvo muy guiada por las reglas y condiciones que dejó el régimen de Pinochet.
Entonces, cuando viene esta nueva generación, el cambio para Chile es dejar atrás ese legado. Y eso es algo particularmente chileno.
En muchos países vemos tensiones entre liderazgos nuevos y antiguos.
Por ejemplo en el Partido Demócrata de Estados Unidos hay una ala con Alexandria Ocasio-Cortez y otros líderes jóvenes que tratan de empujar hacia la izquierda, y un Joe Biden más moderado.
Y el Partido Laborista de Reino Unido ha tenido un gran debate respecto a la dirección que va a tomar.
¿El segundo año del gobierno de Boric será clave?
Creo que el segundo año va a ser muy parecido al primero.
Lamentablemente para Boric, va a ser un año dominado por el debate constitucional y sobre temas de seguridad y recuperación económica.
Mejorar el desempeño de la economía chilena es uno de los desafíos que enfrenta Boric.
Creo que no hay mucho espacio para que el presidente haga grandes experimentos en términos de estilo y de política.
Va a tener que concentrarse simplemente en solucionar estos temas, porque ya después del segundo año uno entra casi a pensar en las próximas elecciones.
Particularmente tendrá que enfocarse en seguridad, violencia y narcotráfico: si el gobierno no empieza a controlar esos problemas, las posibilidades de entregarle el país a un gobierno de derecha, incluso de una derecha más dura tipo Bolsonaro, van a ser mayores.