-¿Qué quisiste contar en este libro, que tiene un título bastante expresivo, El Fracaso?
-Es una crónica explicativa respecto de cómo la Convención se va desarmando por dentro. Funciona bajo la tesis de que fue una experiencia de tele realidad, similar a un reality show. Donde las pantallas juegan un rol central.
-¿Cuáles fueron los momentos en que empezaste a darte cuenta de que algo no funcionaba?
-El primer hito es antes de la instalación, en julio de 2021, que es cuando el Partido Socialista nos notifica que ellos van a funcionar hacia la izquierda y que la ex Concertación no va a existir en la Convención.
-¿Quién notifica eso?
-Ricardo Montero, obviamente. Ahí empieza la mala relación que tuvimos con el PS, pese a que habíamos compartidos listas. Pero en la Convención decidieron funcionar por la suya. Pienso que Álvaro Elizalde tiene muchísima responsabilidad en eso, porque era el presidente del partido, armó las listas de constituyentes, y Ricardo Montero, que funcionó como jefe fáctico de este grupo, fue electo en su distrito.
Y ellos nos notifican que no va a existir este grupo que se llamaba Unidad Constituyente, Socialismo Democrático, sino que ellos van a funcionar en una especie de alianza hacia el Frente Amplio y la izquierda. Yo fui elegido como independiente por el Partido Radical y me doy cuenta que el asunto no iba para ninguna parte.
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-¿Qué genera esa decisión?
-Eso genera un quiebre en los que éramos la ex Concertación. Eso impidió que jugáramos de forma colectiva y derivó en el camino propio del PS dentro de la Convención. Dentro del colectivo socialista había vociferantes como Baradit, como Carlos Calvo, Malucha Pinto y otros, que no querían tener relaciones con el centro político, sino que querían ser aliados de La Lista del Pueblo, del Frente Amplio.
-¿Qué otros episodios revelas en el libro?
-El PS nos dice que estamos solos, los Squella, Fernández, yo, Chahin, Harboe. Después Fernández se va con los socialistas, por ende quedamos más solos. Y después yo decido funcionar como independiente dentro de la Convención y ahí me desligo de todo el mundo.
Después vino la instancia de las comisiones provisorias, que fue otro espectáculo más. Yo estuve en la comisión que propuso los famosos plebiscitos dirimentes. Hubo un episodio donde cuadraron una postura de espaldas a los medios, a la ciudadanía. No hay acta, no hay nada. Hubo un acuerdo político y una indicación que se presentó.
-¿En qué sentido dices que fue de espaldas?
-Se juntaron entre gallos y medianoche y metieron una indicación que sustituyó la propuesta original y llegaron con eso y los votos listos. Y no hubo ninguna deliberación pública respecto a los famosos plebiscitos dirimentes. Ganó la propuesta que armó Constanza Schönhaut. Antes de entrar al fondo, lo que critico es la forma en que se hicieron las cosas.
Un tercer episodio es la aparición pública de los constituyentes con sus discursos de instalación en octubre. Cada uno hizo una performance transmitida a miles de personas. Ahí aparece la política de la identidad. El 4 de enero de 2022 cae la candidatura a la presidencia de Cristina Dorador, también Ramona Reyes, de los socialistas, después intentan ganar con Pato Fernández, apoyado por la derecha. El PS quedó en la lona.
-Uno de los momentos más complejos fue “el papelón”, como le llamaron, de la Comisión de Sistema Político.
-Claro, es el fracaso total, el colapso de la comisión de sistema político. Llega al plenario una propuesta de triunvirato y es rechazado el 97% del informe, porque era intragable. Toda la opinión pública, incluso medios internacionales, El País, la BBC, hablando del bochorno que había sido.
-Tú estabas en esa comisión. ¿Qué pasó?
-Atria, Bassa, Schönhaut y otros más, que eran una minoría, querían un sistema parlamentarista y como había una mayoría presidencialista, lo que hizo la minoría parlamentarista fue tensionar hacia un sistema semipresidencial. Ahí colapsa la convención, cuando se ve que la comisión de sistema político, la más importante, está haciendo cualquier cosa.
-¿A qué crees que se debe este “fracaso”? ¿A la personalidad de los convencionales?
-No, yo creo que ese es un tema menor. Todo ese relato que se ha armado respecto de que hubo errores individuales, es cierto que los hubo, pero es poco riguroso echarle la culpa a eso. Esto no tiene tanto que ver con las subjetividades individuales, sino con un mal diseño institucional. Por ejemplo, se habló de que el quórum de dos tercios daba garantías democráticas, pero en la comisión era quórum simple. Es absurdo.
La comisión de Sistema Político aprobó el triunvirato con 13 votos de 25. O la comisión de medio ambiente, que se llenó de eco constituyentes, tuvieron la mitad más uno de los votos, y después fueron al plenario e hicieron el loco. Algo básico y elemental es que el quórum de la comisión deba ser el mismo que el del pleno.
-¿Qué piensas del nuevo proyecto constituyente?
-Yo creo que tiene mucho de continuación del proceso anterior. Hay una experiencia de tele realidad, que se vuelve a repetir, donde la mesa de negociación aparece como una mesa de tele negociación, donde todo tiene que ser informado minuto a minuto, y en paralelo se forma la mesa para otro tele reality, que termina con el Pancho Malo.
Los políticos y los medios se han entrelazado de una forma de convivencia que es esta tele realidad, donde la negociación política es muy difícil, por una lado, y los medios tampoco tienen una información del todo precisa, porque cada cual sale a dar su versión de lo que ocurrió, igual que en un reality. Estamos en un camino ciego de tele realidad.
-¿No se están tomando las lecciones del caso anterior?
-No se han inteligido. No se ha reflexionado sobre esta experiencia que son las pantallas, las cámaras y la transmisión permanente y cómo eso afecta la política y a las personas. No solo a través de la tele, sino en las pantallas de tu teléfono, en tu bolsillo; cada constituyente hace un live, en Instagram, YouTube, Facebook.
La hipótesis es que hubo una experiencia de tele realidad, pero también hay un resultado de fracaso jurídico, que es importante analizar paso a paso cómo se va incendiando. Qué sucede cuando las personas están trabajando, redactando algo, y su entorno, simbólicamente, empieza a quemarse, al punto que mueren todos chamuscados como en la Iglesia de la Compañía. En los jardines del ex Congreso estaba la Iglesia de la Compañía, justo ahí donde funcionó la Convención. Esa es la metáfora. Tal como se incendió la iglesia que estaba ahí, aquí hubo un incendio en el patio, un incendio político.
-¿No ha habido suficiente autocrítica?
-Ha habido una especie de reality show de la autocrítica, insisto en esto. Lo que hay que mirar críticamente es la lógica institucional en la cual se desarrolló la Convención. Más que si el muchacho se duchó o no mientras votaba, salir de la experiencia individual y observar la lógica institucional fallida.