Este gobierno llegó con altas expectativas en el mundo de la cultura, pero para algunos ha sido bastante decepcionante. ¿Que está pasando en el Ministerio de Cultura?
Yo creo que no hubo, desde el principio, un diagnóstico claro de qué es lo que necesitaba el sector cultural. Más allá de decir: Necesitamos más plata. Pero yo creo que el problema no está en la cantidad de recursos. Me parece que ese es un problema de tercer orden.
Acá hay dos problemas principales. Uno es de gestión y otro institucional. En el primero, los problemas se deben a la inoperancia particularmente de los dos primeros ministros: Julieta Brodsky y Jaime de Aguirre.
En el segundo, hay fallas en la arquitectura institucional que se arrastran desde hace 20 años. Pero eso no justifica la proliferación de malas noticias, como los desaguisados en Frankfurt y Venecia, que hemos visto en este ministerio.
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¿Se echa de menos una mirada más estratégica?
Ha faltado mirar el problema cultural en el largo plazo. La cultura no alcanza el 0,4% del presupuesto nacional, pero yo creo que hay desafíos más urgentes que la plata. La ministra Arredondo ha tratado de lidiar con los problemas que le legaron sus dos predecesores. Mientras el gobierno no aborde los problemas más estructurales del sector, va a ser difícil que esto avance. El sector cultural está famélico no por falta de plata del Ministerio, sino por falta de gestión principalmente.
¿Quizás ha faltado un diseño acá?
Uno sabe cuando es ministro que, en el mejor de los casos, tiene cuatro años. Yo sabía que tenía que meter la ley del Ministerio de Cultura. Ingresó bajo mi mandato, pero se aprobó en otro. Hay que entender que los gobiernos no funcionan solos, sino que toman la posta de lo que venían haciendo los otros ministros. Yo tomé la posta de Paulina Urrutia, de José Weinstein. Tomamos un programa que ya venía del gobierno anterior, que era el de centros culturales en zonas de más de 50.000 habitantes y le dimos un impulso.
La mayor controversia ha sido rechazar la invitación de honor a la Feria de Frankfurt. ¿Qué falló?
En el ámbito internacional hemos hecho agua. Nosotros fuimos a Guadalajara como país invitado de honor, la segunda feria más grande del mundo y jamás hubiéramos rechazado Frankfurt. Es un absurdo. Ha habido demasiados problemas de gestión, falta de visión institucional y menos problemas de plata. Pero aún así la gestión no luce.
También fue muy comentado lo de la bienal de Venecia. Incluso la revista ARTnews de EEUU criticó el proceso chileno. ¿Te pareció poco prolijo?
En el año 2009 recién se tuvo un pabellón espectacular en Arsenale. Asumimos el 2010 y llevamos a Alfredo Jaar, a Fernando Prats, manteniendo una política que ya venía del año pasado, que se consiguió con mucho esfuerzo. En algún momento tuve la idea de comprar ese lugar, pero era tremendamente caro. Era un pabellón que nos querían quitar todos los años porque está súper bien ubicado y nosotros proseguimos con eso.
Uno trata de ponerse ciertos objetivos necesariamente tomando la posta de los logros anteriores. Pero acá nuevamente aparece la lógica refundacional del Gobierno: todo lo que se hizo antes no sirve, vamos a partir de cero. Y estos son los resultados.
También hay un tema de patrimonio. ¿Se ha abandonado como prioridad?
Está absolutamente dejado de lado y por varias razones. Primero, porque la nueva ley de patrimonio que estamos discutiendo, que agrega nuevas categorías y franquicias tributarias para que el mundo privado pueda aportar, no logra ser aprobada. Hay un mundo dentro del Frente Amplio que no cree en eso y que ha hecho todo lo posible al interior del Gobierno, por impedir que la Ley del Patrimonio avance. Para eso ocupan cargos dentro de la Subsecretaría del Patrimonio.
¿Hay un prejuicio contra lo privado en la cultura en el Frente Amplio?
Exactamente. Hay una especie de animadversión y desconocimiento del mundo privado. Los edificios antiguos, que han sido rescatados por empresas a un alto costo, son un aporte para la ciudadanía. El Estado no puede hacerse cargo de todo. Precisamente por eso modificamos la Ley de Donaciones Culturales, que tiene mejores franquicias. Ojalá fueran más, pero acá tenemos una ley de Monumentos que es del año 1970, que tiene millones de dólares detenidos en proyectos. Cuando se encuentra algún objeto en las excavaciones, se detienen obras completas. Estoy hablando de hospitales, estoy hablando de carreteras.
¿El Consejo de Monumentos necesita reformas?
Tenemos un consejo de monumentos que ya está absolutamente fané. Necesitamos que el gobierno entienda que su primera misión es sacar adelante la Ley del Patrimonio. Y no hemos tenido movimiento en dos años. Se supone que están haciendo una consulta indígena, que ha sido la excusa. Marcel dijo: preocupa y casi desespera la Ley de Monumentos Nacionales.
¿Qué otros aspectos estructurales hay que corregir?
Eliminar la duplicidad de la Subsecretaría de Patrimonio y el Servicio de Patrimonio. Tenemos una duplicidad absurda. Y tercero, revisar los requisitos de transferencia de los montos que van a instituciones culturales que no pueden estar año a año concursando. Hay que darles un marco que sea bianual, trianual, pero sometidos a un régimen muy estricto.
¿Hay cierto desconocimiento en el ministerio?
Hay un desconocimiento y una falta de gestión para entender cómo funciona el mundo de la cultura. Vivimos un momento cultural famélico, con un ministerio que no se hace cargo. Entre otras cosas, de un desempleo enorme que hay en el mundo artístico, que es algo que también hay que atender.
El ministerio se maneja a veces con cierto hermetismo, ¿no debería estar difundiendo más?
El ministerio está un poco agotado después de todo lo que le ha pasado. Yo era ministro de cultura en el primer gobierno de derecha desde Pinochet. Decían que íbamos a terminar con los fondos, íbamos a terminar con la cultura. Por el contrario, tomamos la posta de lo que se venía haciendo, tratamos de mejorar en infraestructura, en recursos para los fondos concursables. Los aumentamos en un 35%. Pusimos en movimiento la economía cultural. Eso no lo entendieron ni De Aguirre ni Brodsky. A veces pareciere que en el ministerio no saben muy bien cómo funciona el sector.
Ha sido tal la cantidad de pasos en falso, que yo creo que también el ministerio debe estar asustado. El Observatorio de Políticas Culturales los apuntó con el dedo diciéndoles que no habían metido un proyecto en un año y medio al Congreso. Hay un proyecto de los premios nacionales que viene hace muchos años. Pero es muy poco.
Yo espero que mejore la gestión. Recuerdo que tuve gente que no era afín a mi sector político, pero que quería aportar y era buena. Y yo creo que eso se ha perdido. Se ha metido mucha persona que viene con una idea mucho más politizada de lo que es la cultura.