-A propósito de la cuenta pública de mañana del Presidente Boric, se ha criticado que le falta una hoja de ruta más clara. ¿Hay un déficit en el manejo de la agenda?
-Creo que el triunfo de Boric implicaba un tremendo cambio en términos de la generación que asume el poder. Pero ha sido complejo. Es una generación que tiene que hacerse cargo de una sociedad que es muy distinta de lo que ellos imaginaban, una sociedad donde el principal actor social son los camioneros o los grupos que queman micros en el centro de Santiago. Todo esto en un escenario donde el respaldo a la Convención decae y hay más dudas que certezas respecto de la nueva constitución, en el cual la cuestión de la seguridad y el control de la violencia están en el primer lugar de la agenda de buena parte del país, sobre todo fuera de Santiago.
-¿Es un impacto que se reflejó en los problemas de instalación?
-Ha sido un shock de proporciones. En cierto modo, esta generación y este gobierno vivieron en los primeros 80 días lo que Piñera le tocó vivir con el 18 de octubre. O sea, una serie de acontecimientos, de eventos, que te obligan a repensar todas las cosas. Uno esperaría que en la intervención de mañana del Presidente se haga cargo de este cambio en las condiciones, de este impacto.
Además, es un impacto mayor sobre todo porque está generación que tiene la hegemonía sobre la vía política del país, por su propia trayectoria vital, es bastante insensible a estos fenómenos. Insensible a la inflación que asoma en las crisis económicas, bastante insensible a los temas de la violencia y la inseguridad; bastante insensible a los temas de la escasez que afecta en términos individuales a las personas y también a la escasez de recursos del Estado, en la medida que la economía entra en recesión.
-¿Dices que Boric en estos dos meses ya ha vivido lo que vivió Piñera en dos años, incluyendo el estallido?
-La movilización de los camioneros en el sur fue heavy, digamos. Llevó al Gobierno a promulgar el estado de excepción, decisión que es admirable, porque Boric mostró una ductilidad extraordinaria. La situación de los liceos emblemáticos en Santiago o lo del Barrio Meiggs, donde murió esta joven periodista, también obligó al gobierno a una postura mucho más dura y no tuvo mayor empacho.
Ahora, esto hay que llevarlo hoy día a un relato, que va a marcar a este gobierno. ¡Los gobiernos quedan definidos por los acontecimientos que les toca encarar! Piensa en Bachelet y la crisis de 2008, piensa en Piñera 1 y los 33; Piñera 2 y octubre de 2019. A este gobierno le cayó muy fuerte el tema de la seguridad y la violencia.
-¿Cuál podría ser un relato adecuado o convincente para estos momentos?
-Así como esta generación en un momento encarnó la bandera de No al Lucro hoy tiene que levantar la bandera No a la Violencia. Y el no a la violencia tiene muchas expresiones: no a la violencia en los hogares, en los barrios, en las escuelas y liceos, no a la violencia en La Araucanía, en dos provincias del Biobío y que se expande por todo el sur. Es no a la violencia en las calles, en el norte; y a nivel internacional, es un mensaje a la Rusia de Putin. Es más, la posibilidad que tenemos en Chile de establecer un régimen de paz depende hoy día de que esta generación en el gobierno asuma la bandera del combate a la violencia. Porque eso hace que la lucha contra la violencia deje de ser una causa conservadora entre comillas o de la derecha o de los viejos, entre comillas, y pase a ser una causa nacional.
-¿Eso le puede abrir flancos con el PC o sectores que justificaron la violencia?
-No estoy seguro, porque el PC históricamente ha sido pacífico. Durante la UP fue el partido contra la violencia, contra la Guerra Civil.
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-Pero cambió en los 80.
-Es cierto, cambió en los 80. Pero desde el 90 en adelante los comunistas han sido actores de la democracia. No creo que el Partido Comunista vaya a ser un obstáculo para eso. Y si lo fuera, se va. Esta es una materia tan delicada, sobre la cual pesa el juramento fundamental de un Presidente de la República, que no puede ser puesta en duda.
Por lo demás, para enfrentar buena parte de los problemas que tenemos en Chile necesitamos del Estado, incluso la Convención está poniendo al Estado en el centro de sus propuestas. Pues bien, si el Estado no cumple su función esencial que es garantizar la seguridad de las personas todo lo demás se desploma. Este gobierno, que pensó que contaba con un Estado a partir del cual se podían hacer cambios, se tiene que dar cuenta que se hizo cargo de un Estado cuyas bases están en arenas movedizos.
-¿Un Estado un poco fallido?
-En buena parte del territorio es fallido. Y Boric va a tener que hacerse cargo de la tarea más básica, que es restablecer el imperio del Estado, y eso pasa por ser capaz de imponer la paz. Tenemos una oportunidad como sociedad: que esta tarea le corresponda a la generación de Boric. A todas las generaciones nos ha tocado alguna vez la tarea de restablecer la paz, con todos los costos que eso implica. Todos hemos sido Partido del Orden alguna vez. Y también le corresponde a esta generación.
-¿Es necesario una cambio de gabinete para lograrlo?
-A mi no me gustaría. Lo que me interesaría es que este mismo elenco, con este mismo liderazgo, estos partidos, este presidente, estos parlamentarios, asuman esta tarea nacional.
-¿La Convención puede aportar o polariza?
-Yo creo que ayuda mucho. El proceso constituyente no va a terminar el 4 de septiembre, gane el Apruebo o Rechazo. Pero este incorporar al sistema institucional a actores que estaban excluidos, que no vienen de la clase política; el hecho de conversar, deliberar y concordar con dos tercios un nuevo orden social y político; todo eso le da legitimidad al Estado y la democracia. No es la bala de plata. La ilusión de que íbamos a abrazarnos todos, en la casa común, era una ilusión. Pero las cosas serían mucho más difíciles si no tuviéramos más alternativa que la Constitución actual.
-¿Y decidiste tu voto ya?
-No quiero andar pronunciándome. Pero estimo que sumando y restando, el proceso que hemos vivido ha sido muy saludable. Y es indispensable para encarar los problemas de violencia que tenemos, particularmente en el sur. Algunos dirán que es un tema subjetivo, porque si nos comparamos con otros países de América Latina no estamos tan mal. Pero los problemas son siempre subjetivos. Y este es un tema que ya nos invadió.