Far West en el Norte Grande (2): Perú y países asiáticos son el destino del cobre robado por mafias
Detención en la frontera. El 11 de octubre del año pasado la Policía de Investigaciones de Arica quedó sorprendida por la audacia del ciudadano boliviano Víctor Barra Castillo, quien, a eso de las 08:00 y a bordo de una van Ford Ecoline, intentaba cruzar a unos 100 metros del complejo fronterizo Chacalluta, que une a Chile y Perú, por el sector de Pampa Concordia. Sin embargo, el vehículo tuvo una falla mecánica y funcionarios de la PDI procedieron entonces a fiscalizarlo.
Solo el primer robo significó un pérdida de 600 millones de pesos.
- En la diligencia encontraron en el vehículo 100 cátodos de cobre con un peso de 4.500 kilos, los que Barra pretendía transportar a Perú.
- La indagatoria llevó a los detectives a una bodega ubicada en el sector de Quebrada Encantada, en el Cerro Chuño de Arica. Ahí hallaron otros 290 cátodos y 12 ánodos de cobre (12.820 kilos, valorados en unos $140 millones). En el lugar detuvieron a otro boliviano, Juan Agustín Mamani Villacorta.
- Las investigaciones posteriores se dirigieron al origen del ilícito y la mirada se enfocó en Antofagasta. Todo indicaba que el cobre había sido robado en Mejillones el jueves 6 o el sábado 8 de ese mes, en dos violentos asaltos con intimidación que afectaron a dos trenes del Ferrocarril Antofagasta Bolivia -FCAB- cargados con cátodos de propiedad de la empresa Minera Zaldívar- ataques que aparentemente fueron protagonizados por la banda que encabezaba Rigoberto Valderrama.
- El modus operandi en los dos casos (solo el primer robo significó un pérdida de 600 millones de pesos) fue similar a los cometidos por la banda de Jonathan Olave: sujetos vestidos como paramilitares, armados, que se movilizaban en varios vehículos y que utilizaban un camión pluma, pero había una diferencia: la presencia de un boogie en el cual se movilizaba el individuo que daba las instrucciones.
- Lo ocurrido en Chacalluta confirmó una hipótesis: que parte importante del cobre que es robado por bandas armadas en el norte es muchas veces enterrado en el desierto para, pasadas unas semanas, sacarlo de allí y llevarlo una serie de fundiciones clandestinas ubicadas en Perú, en Moquehua y Arequipa, o exportarlo directamente a países compradores, especialmente asiáticos.
- Ese es el otro destino frecuente del cobre robado en el norte. De hecho, el 26 de octubre, también en Arica, personal de Aduanas detectó 20 toneladas de cobre robado en un contenedor que estaba en el puerto, a punto de ser despachadas a Corea del Sur, robado desde el tendido aéreo de la vía pública, las que se suman a otras 13 toneladas decomisadas en junio en el mismo lugar y que tenían el mismo destino.
¿A China? Hasta mediados de la década pasada uno de los destinos finales era China, el mayor consumidor mundial de cobre, adonde se enviaba con la rotulación de “Desperdicios y desechos de fundición de hierro o acero”, pero luego de una serie de investigaciones efectuadas en la Fiscalía Metropolitana Occidente ya nadie embarca “chatarra” a China, aunque sí a otros países asiáticos, lo que para muchas fuentes ligadas a las investigaciones no es más que una forma de blanquear el destino final.
- Las cifras que figuran en los registros de Aduanas respecto de dichas exportaciones (que son las que declaran los exportadores y que, por lo general, son mucho más bajas que las reales) no son menores: US$70,2 millones en 2018, US$65,8 en 2019, US$51,2 millones en 2020, US$35,8 millones en 2021. Hasta octubre de 2022 el total era de US$57 millones.
- El resumen de los cinco años recientes da cuenta que se vendieron al exterior US$ 280,1 millones en supuesta chatarra de hierro y los principales países compradores fueron Bangladesh, Perú, Taiwán, India y Vietnam.
- Sin embargo, ese no es el único expediente utilizado para exportar cobre en forma fraudulenta, pues también existe la categoría de “Desperdicios y desechos de cobre”, que en 2021 registró envíos por US$ 145,7 millones, según la glosa del sistema armonizado de Aduanas.
- Juan Castro Bekios, fiscal Jefe del Sistema Regional de Análisis Criminal y Focos Investigativos (Sacfi) de la Región de Antofagasta, reconoce que esta sería una de las principales formas de sacar el mineral del país sin despertar mayores sospechas.
- Sin embargo, el persecutor dice que también tiene indicios de que hay fundiciones clandestinas en el sector de La Chimba, en Antofagasta, y en Quilicura, en la Región Metropolitana, que reciben el cobre robado y lo funden, blanqueando su origen.
- Otras fuentes consultadas en la industria coinciden y señalan que grupos delincuenciales organizados, formados por chilenos y extranjeros, han elaborado un completo sistema destinado a eliminar la trazabilidad de lo robado, el que incluye, entre otras técnicas, transportarlo hasta maestranzas irregulares, especializadas en cortar el cobre en pedazos más pequeños para borrar su procedencia.
- Otra modalidad es guardar el cobre al interior de automóviles viejos, que luego son compactados y enviados al exterior como chatarra, lo que hace muy difícil revisar el contenido real.
- A diferencia de lo que ocurre con el robo de madera en el sur del país, donde la Corporación chilena de la Madera (Corma) tiene una estimación de lo robado (94 millones de dólares en el último año), en el caso del cobre ni las organizaciones gremiales ni las empresas afectadas han calculado dicha estadística.
La escalada. Solo el FCAB transporta todos los días un aproximado de US$30 millones en cátodos de cobre y cobre concentrado, entre otros minerales, prestando servicios a siete faenas: El Abra, Gabriela Mistral, Spence, Zaldívar, Centinela, Chuquicamata y Escondida, todas ubicadas en la precordillera antofagastina. La estadística da cuenta que los robos a material de Chuquicamata (Codelco) y Escondida (operada por la australiana BHP) son los más afectados.
“Hoy nos enfrentamos a bandas organizadas, armadas y con medios logísticos y materiales no antes vistos […] grúas para trasladar los cátodos a los camiones, uso de armas de fuego, chalecos antibalas y otros para cometer estos ilícitos en pleno desierto”.
- Ambos trayectos superan levemente los 200 kilómetros hasta los puntos de destino, en los puertos de Antofagasta o Mejillones. No obstante, el viaje exige entre 12 y 15 horas: la marcha media es de un máximo de 50 km/h, aunque varios tramos deben desarrollarse a menos de 10 km/h. Las bandas, grandes o pequeñas, tienen una ventaja enorme: todos los trayectos son fijos en su recorrido y horario.
- Lo más complejo es la soledad que acompaña el viaje. Entre Escondida y Antofagasta no hay ningún centro urbano y entre Calama y la capital regional apenas aparecen los pequeños poblados de Sierra Gorda y Baquedano. El resto es el paisaje propio del desierto más árido del mundo, acompañado de cientos de piques mineros y kilómetros de caminos no mapeados, que funcionan como alternativas de escape.
- Además, hay varias zonas de silencio comunicacional que impiden contactos a los maquinistas con la base del ferrocarril o Carabineros.
- “Hoy nos enfrentamos a bandas organizadas, armadas y con medios logísticos y materiales no antes vistos. Nos referimos al uso de radios, camionetas acondicionadas de alta cilindrada, el uso de camiones mineros para transportar lo robado, grúas para trasladar los cátodos a los camiones, uso de armas de fuego, chalecos antibalas y otros para cometer estos ilícitos en pleno desierto”, detalló Katharina Jenny, gerenta general del FCAB.
- Hasta hace algunos años el tren solo registraba el hurto de cátodos en el sector de La Chimba, cuando los convoyes entraban a muy baja velocidad a la zona urbana de Antofagasta, pero ya en 2019 el FCAB se vio obligado a instalar jaulas en sus vagones para proteger el transporte. Se han sumado cámaras de seguridad e inspectores de vías que acompañan a los maquinistas en el desierto (los que no usan armas de fuego).
- Ya se dispone de teléfonos satelitales para aquellas zonas de silencio y se está constituyendo una mesa de trabajo junto a los puertos, empresas mineras, otros transportistas, que también se han visto afectados.
Otros robos. En el Cerro Los Morros, donde están instaladas las antenas de comunicaciones de todas las televisoras, emisoras radiales y centros de comunicación de Carabineros, Onemi y servicios de emergencias de Antofagasta, el hurto de cables de cobre y otros equipamientos tienen una frecuencia nunca observada. En varias ocasiones la ciudad ha quedado sin la operación de las sirenas que alertan la posible ocurrencia de un tsunami, debido a la sustracción de los cableados y sistemas que permiten dar cuenta de alguna contingencia, explica Ricardo Munizaga, director regional de la Oficina Nacional de Emergencia, Onemi, quien apunta al 2014 como el momento en el que los ilícitos comenzaron a multiplicarse.
- Partieron con uno al año, luego fueron dos, después cuatro y hoy es uno al mes. Lo mismo ocurre en otros sitios donde hay antenas repetidoras. Más allá del daño económico (unos $6 millones en promedio) aparece otro problema: reponer los equipos está demorando hasta 15 días, lo que genera “un daño a la ciudadanía, pues con los robos se inhibe la capacidad de alertar a la población ante una emergencia”, explica.
- Eduardo Guggiana, Director de Radio Sol UCN, ha experimentado los efectos de los robos en el cerro Los Morros, donde las instalaciones de la emisora han sido atacadas seis veces, a partir de 2019.
- Otro de los grandes afectados es la Compañía General de Electricidad -CGE-, la compañía de distribución eléctrica que atiende a más de tres millones de clientes entre las regiones de Arica y Parinacota y La Araucanía. Entre septiembre de 2021 y octubre de 2022 se han registrado 548 eventos de robo de cables en su zona de concesión, en sus instalaciones de media y baja tensión.
- Las bandas delictuales se han apropiado de aproximadamente 37 toneladas de cable de cobre de propiedad de CGE, con un valor estimado de 330 millones de pesos, mientras el gasto incurrido por la compañía para normalizar los servicios eléctricos y la infraestructura dañadas alcanza los dos mil 300 millones de pesos en el mismo periodo. Solo en el último año han perdido más de 151 mil metros de cable de cobre (151,8 kilómetros). Esto es casi el triple de los 53,3 kilómetros de cable robados entre enero y diciembre de 2021.
- Además, todos reconocen que el modus operandi en torno al robo de cobre hoy es muy semejante al del narcotráfico, no sólo porque existen bandas grandes, medianas y pequeñas, así como sujetos dedicados a la exportación y al blanqueo de capitales, sino por la extrema violencia con que actúan las organizaciones ilícitas que operan en el terreno, las cuales no solo roban y exhiben el dinero que consiguen ilegalmente, sino que viven en medio de una extrema violencia, como lo refleja la vida de Rigoberto Valderrama, de quien hablaremos en la tercera parte y final de este reportaje.