1. Infancia marcada por la extrema pobreza. Luis Inácio Lula (calamar en portugués, un apodo que incorporó a su nombre) da Silva nació hace 77 años en Garanhuns, en una familia de extrema pobreza, en el noroeste de Brasil. Sus padres eran analfabetos. Séptimo de 8 hermanos, su padre los abandonó cuando era pequeño y se instaló en Guarujá, balneario cercano a Sao Paulo. Cuando tenía 7 años su madre viajó con todos los hijos a buscar a su marido y se encontró con una sorpresa: había formado otra familia. En una biografía autorizada describe a su padre Arístides como “alcohólico” y un “pozo de ignorancia”.
2. Tornero mecánico y accidente laboral. Abandonó el colegio por necesidades económicas y desde los 12 años trabajó en varios oficios para ayudar a su familia como vendedor ambulante, mensajero y lustrabotas. A los 15 años recibió educación como tornero. Comenzó a trabajar en empresas metalúrgicas y, un año después, perdió su dedo meñique de su mano izquierda en un accidente laboral.
3. Nace el líder sindical. Con 21 años, fue contratado por Industrias Villares en Sao Bernardo do Campo, suburbio industrial de Sao Paulo y sede de la poderosa industria automovilística. Ahí se convertiría en líder sindical. Su hermano José era militante del Partido Comunista, pero Lula tenía distancia de la política partidaria. “En esa época a Lula le interesaba sobre todo el Corinthians (el club de fútbol más popular del país)”, ironizaría después su hermano.
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4. Salto a la política. En 1972, fue elegido secretario general del Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo, con 90 mil afiliados. Tres años después asumió la presidencia gracias a que la legislación impedía la tercera reelección del presidente de entonces, líder indiscutido del sindicato y colaborador del régimen militar. Fue un mal cálculo: eligió a Lula como sucesor pensando que tras su período volvería cómodamente a ocupar el cargo, un error de proporciones históricas. En 1978 lideró la primera huelga contra el régimen militar y se convirtió en líder de la izquierda, un salto donde fue clave el apoyo del sector progresista de la Iglesia Católica.
5. Fundación del PT. En 1980 fundó el Partido de los Trabajadores (PT). Su base, además del movimiento sindical, fueron sobre todo intelectuales de izquierda y una ensalada de grupos de esa tendencia. Dos meses después, encabezó una huelga declarada ilegal donde participaron más de 300.000 trabajadores. Una corte marcial lo condenó a 3 años y medio de cárcel, pero los años de plomo habían llegado a su fin con la apertura política y la sentencia se cayó en una apelación.
6. Tres fracasos en elecciones presidenciales. En 1986, fue elegido diputado. Con un discurso muy cargado a la izquierda, se presentó a las elecciones presidenciales de 1989, y perdió por 6 puntos en segunda vuelta. Después fue derrotado inapelablemente en las elecciones de 1994 y 1998 por Fernando Henrique Cardoso.
7. Giro al centro y triunfo presidencial. Después de tres intentos fallidos por llegar a la presidencia, ganó los comicios de 2002, en alianza con sectores del centro político del país, representados por el Partido Liberal (PL) y por influyentes personalidades de centro. Su candidato a vicepresidente fue el empresario José Alencar. En su victoria fue clave ese giro al centro, que en esta elección ha buscado profundizar, y que incluyó una “Carta a los brasileños”, en realidad destinada a los inversionistas, donde daba garantías de una política económica moderada. Ganó en segunda vuelta con un 61% de los votos. Fue reelegido 4 años después al triunfar contra el centroderechista Geraldo Alkmin, su actual compañero de lista contra Bolsonaro.
8. Gobiernos exitosos y caso Mensalao. En sus dos gobiernos, Lula se benefició del auge de los commodities, tuvo una relación amigable con los empresarios y lanzó una serie de programas sociales que lograron bajar la pobreza del 33,3% al 15,5% de la población entre 2001 y 2008. Brasil pasó de ser de la 11° a la sexta economía del mundo. También se redujeron la inflación y el desempleo.
- Sin embargo, su gobierno también enfrentó un caso de corrupción que complicó al gobierno, el mensalao, que consistía en pagarle mesadas a los congresistas para apoyar los proyectos del gobierno. Todo su círculo de hierro terminó en tribunales. Sin embargo, logró reelegirse el 2006 y al final de su último mandato ostentaba un 80% de apoyo. Logró elegir como sucesora a su poco carismática ministra Dilma Roussef, pensando volver en 4 años. En privado se arrepentiría amargamente de su opción.
9. Lavajato y caída de Dilma. El 2014 fue un año negro para Lula. Se inició la investigación judicial bautizada Lavajato. Una trama que involucraba sobornos gigantescos de empresas constructoras brasileñas para obtener contratos en empresas estatales, sobre todo Petrobras, y en países del continente. En ese momento Brasil vivía una crisis económica, delincuencia desatada y un fuerte hastío ciudadano con la clase política. Sin la habilidad política de Lula, Dilma no solo fue incapaz de manejar la crisis, como la profundizó, lo que le costaría el cargo con acusaciones de mal manejo presupuestario. En realidad, cayó cuando el establishment brasileño decidió destituirla para terminar con los gobiernos del PT.
10. 580 días en la cárcel. En paralelo con la crisis que condujo a la caída de Dilma surgieron acusaciones de corrupción personal de Lula, que lo llevaría a pasar 580 días en la cárcel, entre abril de 2018 y noviembre de 2019. Fue condenado a 10 años por el juez Sergio Moro, de la ciudad de Curitiba. Su condena, ratificada por unanimidad por tres tribunales distintos, fue anulada por motivos formales por la Corte Suprema, donde jugaron un factor decisivo evidencias de que Moro había sido parcial.
- Oficialmente, la condena se anuló porque los juicios a la Petrobras no deberían haber sido radicados en Curitiba. Intentó ser candidato en las elecciones presidenciales de 2018 (estaba primero en las encuestas de primera vuelta), pero los tribunales se lo impidieron. El candidato de su partido Fernando Haddad perdió por más de 10 puntos frente a Jair Bolsonaro.
- Poco antes de entrar la cárcel conoció a la socióloga Rosangela Da Silva, 21 años menor, con quien se casaría en mayo de 2022. Fue su tercer matrimonio. En 1969 se casó por primera vez, pero su mujer murió durante el parto de su primer hijo, que no sobrevivió. Quedó viudo de su segunda mujer, con quien tuvo cuatro hijos, el 2017. Tiene otra hija de una relación que tuvo después de su primera viudez.
11. Campaña contra Bolsonaro. Lula obtuvo el 48,4% de los votos en la primera vuelta presidencial del 2 de octubre, cuando las encuestas vaticinaban que superaría el 50% y que aventajaría por un margen de entre 10 y 15 puntos a Bolsonaro. Nada de ello ocurrió: La ventaja fue de solo 5 puntos y lo que parecía una carrera electoral ganada se transformó en una elección estrecha de cara a la segunda votación. Su fórmula de campaña ha sido similar a la de su primera elección, como lo demuestra la opción de Alkmin como compañero de lista. Además recibió apoyos de adversarios históricos, como el ex presidente Cardoso.
12. Un país fracturado. La primera vuelta mostró además un país fracturado: Lula arrasó en los estados del noreste, que fueron los principales beneficiados de los planes sociales de su gobierno, y perdió en casi todos los estados más desarrollados del país, del sur y del sudeste.
- “Pequeño dictadorcito”, “mentiroso”, “caradura”, “miliciano” y “genocida”. Son algunas de las palabras que usó Lula da Silva para referirse a Jair Bolsonaro, quien no se quedó atrás en materia de insultos y descalificaciones. La tasa de rechazo de ambos es gigantesca para dos candidatos competitivos: 50% no votarían de ninguna forma en Bolsonaro y 45% dicen lo mismo de Lula, según las encuestas.
- La principal debilidad de Lula son las acusaciones de corrupción. Pero además ha recibido críticas porque, pese a su giro al centro, no ha querido ser muy específico en sus propuestas económicas y, al contrario de su primera elección, no ha querido divulgar el nombre del ministro de Economía que escogería si es electo. En todo caso, muchos economistas liberales que lo criticaron con fuerza durante su gobierno han adherido a su candidatura como mal menor frente a un Bolsonaro que estiman una amenaza para las instituciones y la democracia.