Director del CEP: "En esta elección presidencial han resucitado varios fantasmas del pasado"
-Escribiste en tu última columna en El Mercurio, que “Pinochet y el comunismo estarán muy presentes en la elección presidencial”. ¿Crees que esa dicotomía será un eje de la elección? En otras palabras, ¿el miedo ante esas alternativas definirá la votación?
-Consciente o inconscientemente esa dicotomía entre comunismo y Pinochet está presente. Es otra de esas ironías de la historia. La nueva y joven elite política creó su propia epopeya de lo que fue el Golpe y las abuelas y abuelos se sumaron a ese coro del “no son los 30 pesos sino los 30 años”. Fue la deconstrucción de los treinta años la que permitió la construcción de esta nueva y a ratos delirante épica. ¿No le parece increíble que busquen reemplazar a Pinochet por Piñera, y que el estallido social juegue el rol de la revolución que las abuelas y abuelos no hicieron? Mataron o sacrificaron la transición para crear la fantasía de una nueva transición refundacional. En fin, en esta elección presidencial han resucitado, consciente o inconscientemente, varios fantasmas del pasado.
-Esta es una de las elecciones más peleadas del último tiempo. Cada bando ve al otro como un peligro para el país. Francisco Covarrubias, sin embargo, dijo que ni Kast es fascista, ni Boric comunista. ¿La elite está polarizada y también los electores? ¿A qué se debe?
-Estoy de acuerdo con Covarrubias. No se pueden negar las credenciales democráticas de Kast ni de Boric y tampoco se les puede acusar de fascista o comunista. De eso no cabe duda. El problema no son los candidatos, que escucharon y se mueven al centro, sino de los nietitos en los extremos de cada bando. Y en cuanto a ver al otro bando como un peligro, aunque es natural que así sea en una elección, esta polarización hacia los extremos es otra ironía. Por razones difíciles de explicar y entender, la élite intelectual de la izquierda joven más radical admira a Carl Schmitt, el cerebro del Tercer Reich que entiende la política como una lógica entre amigos y enemigos, entre nosotros y ellos. Esto se ha manifestado en ese proceso de deconstrucción que liquidó a la Concertación y en la narrativa de unos contra otros, de los buenos contra los malos. Acuérdese que hasta hace poco no se podía hablar de acuerdos por temor a la “cocina” de los malos. Si tuvieron que inventar eso de los “mínimos comunes”. Lo importante es que los electores no están tan polarizados como la política.
-El resultado es incierto, pero algo parece claro: el país probablemente quedará dividido en dos. Sectores opuestos que tendrán que conversar y ponerse de acuerdo. ¿Quien sea el que gane tendrá una oposición muy dura o ves posible la cooperación?
-Hoy ya tenemos 21 partidos en el Congreso. Sin embargo, es posible que la fragmentación de partidos genere más ruido, pero quizá también más acuerdos. Por otra parte, la nueva conformación del Senado, que es otra curiosidad de nuestra historia, una especie de reencarnación o resurrección de un binominal en llamas, dará más estabilidad. Ojalá haya pasado la resaca revolucionaria del estallido social que encendió los ánimos de tantos líderes e intelectuales. Es evidente que las recientes elecciones hablaron, y también que los chilenos quieren y valoran los acuerdos.
-Se ha dicho bastante que el triunfador, fuera de su color político, tendrá un desafío enorme respecto a la gobernabilidad. No sólo por la polarización, sino también porque deberá convivir con una Convención que incluso puede acortar su mandato. ¿Es un riesgo para la estabilidad?
-La Convención ahora está trabajando en la discusión sustantiva y debe cumplir con un cronograma ambicioso. Esta institución es un hijo del Congreso y de los partidos construido a imagen y semejanza del Parlamento. Al igual que con los diputados, elegimos 155 miembros. Pero no creo que la Convención vaya a ser ni un hijo pródigo ni un Frankenstein que arriesgue la estabilidad. Seguirá siendo algo intermedio, con sus altos y bajos. Lo importante es que esta nueva institución cumpla con su tremenda responsabilidad republicana y deje atrás los delirios de un nuevo poder soberano. En cuanto a acortar el mandato presidencial, no conviene convertir el plebiscito de salida en algo político y si se acorta o alarga, que quede para el próximo período.
-La Convención Constitucional debe decidir el régimen político del país. ¿Cambiar a un semipresidencialismo o parlamentarismo sería un salto al vacío, que iría contra una tradición arraigada en el país? ¿Sería poner más grados de incertidumbre a una sopa ya caliente?
-Pienso que no son los tiempos ni existe el tiempo para cambios copernicanos. Tengo la impresión de que transitaremos a un presidencialismo atenuado. Lo que sí es preocupante es la idea de un sistema unicameral. Eso atentaría contra todo lo que se ha avanzado en términos de descentralización y regionalización. Es muy importante tener un senado o una segunda cámara que represente a las regiones. Con un sistema unicameral que proporcionalmente representaría a la Región Metropolitana, tendríamos un Transantiago detrás de otro.
-A propósito de esto, ¿cómo evalúa los cinco meses de la Convención? Se ha criticado su ideologismo al punto que puede poner en cuestión el resultado del plebiscito de salida. ¿Es pesimista? ¿Qué consecuencias tendría que gane el No?
-Han trabajado mucho más de lo que gente cree o ve. Sacaron un Reglamento, muy largo, pero en general razonable. Tienen un cronograma ambicioso. En fin, rayaron la cancha y ahora entraron a jugar. Siempre está el riesgo de los intereses muy particulares, de los futuras y futuros alcaldes y parlamentarios que saltarán de la Convención, de la política de la identidad y de todos aquellos que quieren que vivamos como ellos estiman que es bueno o mejor. Esto último es preocupante en la Comisión de medio ambiente y modelo económico, que traspira un espíritu antimoderno contra el progreso y el crecimiento. Pero es evidente que las recientes elecciones fueron un baño de realidad que facilitará un trabajo más serio.
-Se dieron a conocer los programas renovados o corregidos de José Antonio Kast y Gabriel Boric. ¿Cuál de los dos sintonizó mejor con las expectativas del país? ¿Cuál escuchó más a los técnicos y entiende de mejor manera el complejo panorama económico?
-Ambos programas tenían desprolijidades, pero ambos se tomaron en serio la tremenda responsabilidad y acogieron a los técnicos, corrigiendo y mejorando. Claramente el mensaje de Kast con el tema del orden sintonizó. Tanto que Boric rápidamente se subió a ese carro. Además, creo que hoy ya existe más consciencia acerca de lo que se nos viene el año próximo. Los ignorados y a ratos despreciados economistas volvieron al ruedo. Es muy posible que vivamos un frenazo económico.
-Los dos candidatos han tenido volteretas. ¿Es una expresión de genuino giro a la moderación o una simple táctica para ganar? ¿Le crees a Kast cuando habla de los derechos de la mujer y a Boric cuando se refiere a orden público, por ejemplo? ¿Hay un transformismo electoral?
-No veo un transformismo electoral, sino el necesario y realista giro a la moderación que finalmente es el triunfo de la democracia. Ambos candidatos escucharon a la gente y mueven sus ejes a ese equilibrio del cual nos alejamos.