Douglas Castro nació en Castro, Chiloé, el año 1987. En su infancia era fánatico del metal y el rock y a los 13 años su mamá le compró un bajo. Su ídolo era el bajista de Iron Maiden, Steve Harris, y todo lo que lo acercara a él le parecía un éxito. En ese tiempo tocaba en bandas en su ciudad natal y la música consumía gran parte de su tiempo.
A los 16 años postuló a una beca para estudiar en el extranjero y hacer intercambio escolar: fue seleccionado para irse a Finlandia, su primera prioridad. Allá se respira metal en todas las esquinas, dice.
“Gran porcentaje de las mejores bandas del mundo, de este estilo de música, vienen de acá, eso siempre me causó mucha curiosidad, quería conocerlo”, afirma. Se enamoró. Vivió un año con una familia finlandesa pero tuvo que regresar a Chile.
“Cuando volví tenía una depresión gigante y solo quería volver a Finlandia, pero no sabía cómo”, recuerda Castro. Se graduó y decidió irse a Santiago a estudiar electrónica en el Inacap, y ahí -recuerda- “me fui dando cuenta que mi pasión por la electrónica era tan grande como mi pasión por la música, y me obsesioné con conectar ambas”. Empezó a elaborar sus propios amplificadores y pedales para bajo, además de diseñar para sus amigos y ganar un poco de dinero.
Pasaje sin regreso a Finlandia
En 2010 volvió al país de sus sueños y fundó Darkglass Electronics. Los dos primeros años fueron duros. “No tenía ni uno, me vine sin redes y tuve que vivir dos meses en la calle, el negocio no prendía”, recuerda. Arrendaba un taller por el día y cuando los dueños del local se dieron cuenta de su situación y vieron que venía el invierno, le dijeron que podía dormir ahí. Pese a ello, dice: “Fue duro, pero fueron los dos mejores meses de mi vida, aprendí todo, sin eso no estaría aquí”.
Después de aquellos dos meses las ventas empezaron a subir, se acercaron artistas internacionales y había manera de sobrevivir el negocio. Lo contactaron ganadores del Grammy y llegó un momento en que ya no podía dar abasto, pues él construía todo a mano.
Desde ahí no ha parado. “La tentación de volver a Chile fue brutal, mi mamá me preguntaba todos los días si tenía un pasaje listo, pero yo no quería volver así: ya había repetido como loco que iba a Finlandia a romperla. Lo dije tanto, que no podia volver con un fracaso”, confiesa.
En 2014 empezaron a ir a conferencias y eventos, tenían un stand de 3x3 y eran un equipo de tres personas. “Llegó el bajista de Faith no More, de Sepultura y de Meshuggah a vernos”, asegura. Tres referentes de la industria. Castro dice que todos se conocen en ese mundo, y la voz se empezó a correr rápido.
“Lo que había diseñado era la distorsión del bajo perfecta”, relata. Según él, la competencia era poca, porque en general las empresas se dedican a la guitarra. Ese año vendieron US$ 250 mil. El negocio siguió creciendo, les compró Taylor Swift y Foo Fighters y “hoy somos el estándar en bajo, es muy difícil escuchar un bajista en los Grammy que no use un pedal Darkglass”, asegura el fundador.
Este año llegaron a tener 30 empleados y vender US$ 5 millones anuales. En abril, la empresa japonesa Korg compró Darkglass Electronics.
La startup, Coldplay y Britney Spears
Cuenta Castro que en 2016 otras grandes empresas que, como él, trabajaban en equipos digitales, “empezaron a copiar nuestro sistema de sonidos y ponerlos en sus productos, sin pagar royalty ni patentes”. “Es algo totalmente legal y parte de la industria”, dice el CEO, quien reconoce que comenzó a sentir el temor a quedarse atrás en innovación.
Por eso, junto a Francisco Cresp, un amigo de Punta Arenas, decidió fundar Neural DSP Technologies, una empresa de software y hardware musical que busca sonidos de sintetizador de clase mundial para guitarristas. Una startup, que en jerga de este ecosistema, pertenece a la industria musictech.
Los seis primeros meses de sueldo a los cinco empleados los pagó de su bolsillo y la empresa empezó a ser rentable. En 2017 lanzaron un segundo producto al mercado y vendieron US$ 60 mil en seis meses. El 2018 cerraron con ventas superiores a los US$ 500 mil, al año siguiente US$ 2,2 millones, luego US$ 6,6 millones y este año pretenden cerrar con ventas por sobre los US$ 40 millones.
Tienen clientes como el guitarrista de Britney Spears y bandas como Coldplay y Slipknot y asegura que “nuestro producto de hardware se ha ganado todos los premios que se pueden ganar en la industria, es el número uno del mercado”.
Levantaron una ronda ángel de US$ 200 mil, luego una seed de US$ 500 mil y terminaron con una serie A de US$ 6 millones. Desde el 2019 no han necesitado buscar más capital, comenta.
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El bajista destaca que Chile es su mejor mercado de Sudamérica, pero aun así es una parte minoritaria del negocio. Un 40% de las ventas vienen de Estados Unidos, 30% de Europa, luego Japón y el rezago en otros países.
El emprendedor del año en Finlandia
¿Alguna vez se imaginó este éxito? Él dice que sí. “Siempre visualicé esto, siempre lo quise y lo soñé, lo vi en mi mente todos los días desde que tenía 15 años. Cuesta creer que resultó, a veces pienso que es un sueño, que me voy a despertar mañana y no sé dónde voy a estar, es muy surreal todo”.
El año pasado fue reconocido por EY como el emprendedor del año en Finlandia, el primero en recibir aquella distinción sin ser de ese país, De 100 postulantes fue seleccionado entre los diez mejores, y tuvo que hacer un pitch frente a un jurado de inversionistas y académicos.
Este premio que han recibido los fundadores de Notco y Betterfly en Chile, entre otros, le da la oportunidad de competir por ser el emprendedor mundial del año, con una ceremonia que se celebra en Mónaco todos los años.
En diciembre el emprendedor visitará su ciudad, Castro, luego de años sin estar en sus tierras. Aunque su familia lo ha visitado en Helsinki, dice que el trabajo lo ha consumido y no ha tenido tiempo para viajar. Será una Navidad distinta, sin la nieve europea y los decibeles de la música. Esta vez, cerca del curanto y el sonido de las aves chilotas.