Gerd Müller, mi héroe
¿Gerd Müller en el hogar de ancianos? ¿Dependiente de la ayuda de otros? El máximo goleador alemán de todos los tiempos, ¿enfermo de Alzheimer? La noticia realmente me afectó. Hubo tiempos, cuando yo tenía unos nueve años, en los que estaba convencido de que Gerd Müller podía lograrlo todo; llegaría a cumplir 100 años y hasta entonces marcaría 10.000 goles. Que pudiera envejecer y enfermar resultaba inconcebible.
Nunca fui hincha del Bayern. Pero sobre mi cama colgaba un enorme póster con la imagen de Müller en el mundial de 1970 en México. Llevaba una camiseta verde (la de visitante) y acababa de anotar un gol. Celebraba corriendo por la cancha con los brazos abiertos. En su cara había la certeza de que marcar un tanto en un Mundial era para él una obviedad. Cuánto me habría gustado ser como él. Pero no lo era. Era un chico más bien tímido. En mi equipo de fútbol, muchos (no todos) eran mejores que yo. Poco después del Mundial metí mi primer gol, un tiro casual, pero daba lo mismo: corrí con los brazos extendidos por la cancha, sintiendo que vestía una camiseta verde.
Años más tarde lo vi, en un partido amistoso de la selección alemana contra Suecia, en Hamburgo. Los alemanes perdieron, según recuerdo. Pero eso me daba igual. Mi héroe estaba ahí, en persona.
Müller nunca fue muy dado a la retórica. Pero entonces se produjo el triunfo en el Mundial de Múnich, en 1974 (Müller anotó el tanto de la victoria), y el posterior escándalo en el banquete. Las mujeres de los jugadores no habían sido invitadas, pero sí las de los funcionarios del fútbol. Paul Breitner y mi héroe, Gerd Müller, boicotearon por eso el evento.
Posteriormente las cosas no marcharon tan bien parea él. Se fue a Estados Unidos y abrió un restaurante que quebró. Bebía demasiado. El Bayern lo trajo de vuelta y lo apoyó, como lo hacen en Múnich con todos los héroes. Hace unos años apareció en un spot publicitario. Se veía mayor y cansado, pero seguía siendo reconocible.
Luego salió en la prensa la noticia de que Müller había abandonado un campo de entrenamiento del Bayern en Italia y se había subido a un tren con rumbo a Alemania, sin saber muy bien dónde se encontraba. Me pareció algo infinitamente triste. Un antiguo astro de Bayern lo visitó en el hogar de ancianos la semana pasada, según el periódico Bild. Contó que apenas había hablado, pero lo saludó por su apodo. Eso volvió a conmoverme. Pero por ningún motivo quiero ver una foto suya en el hogar geriátrico. Quiero guardar la imagen del hombre que marcó para Alemania un número de goles mayor que el de partidos jugados con la selección, con la camiseta verde y los brazos extendidos.