Rodrigo Eyzaguirre V. |
Jueves 8 de septiembre, 21.30 horas en la costa este de Estados Unidos, y una patada da comienzo a la mayor pasión deportiva en el país del norte: la NFL y su ultramillonario fútbol americano, un negocio que genera US$ 13 mil millones al año.
La historia de esta liga data desde 1920 y entre sus más preciadas tradiciones destaca la de comenzar a jugar en septiembre y desarrollar casi toda la competencia en el otoño boreal.
A eso siempre apostó Donald Trump cuando un día compró un equipo de fútbol americano en la década de los 80, pero que a la larga terminó como uno de los fracasos más llamativos de su vida empresarial. Una historia de la que no le gusta hablar, y las pocas veces que lo ha hecho, reacciona mal y culpando al resto.
Los Generales de Trump
Salvo alguna participación escolar en campeonatos de fútbol americano, fútbol o béisbol, Donald Trump nunca estuvo muy relacionado con los deportes. Pero a los 38 años, a esta altura ya todo un millonario en el negocio de los bienes raíces e incluso con la Trump Tower completamente edificada en el corazón de Manhattan, el empresario decidió comprar un equipo de fútbol americano.
Corría 1984, el fútbol americano comenzaba a superar al béisbol como el deporte más popular en Estados Unido y la NFL se expandía rápidamente desde el punto comercial. Pero era, y es, una liga corta, con una temporada regular que va desde comienzos de septiembre a fines de diciembre, concentrada principalmente en el otoño boreal. Es mucho más corta que la NBA y el béisbol de las Grandes Ligas y ni hablar al compararla con las competencias futbolísticas de Europa y Latinoamérica. Son apenas 16 partidos, ocho de local y ocho de visita, más los duelos de los playoffs durante enero y el Super Bowl el primer domingo de febrero.
A los dueños y a la liga les encantaría jugar más partidos, pero sus deseos chocan contra el muy poderoso sindicato de futbolistas, que por la dureza y lesiones de este deporte, no permite más encuentros.
Con eso mente, un grupo de empresarios creó una liga paralela: la bautizaron USFL (United States Football League). No tenían ninguna intención de chocar con la NFL y por eso organizaron el campeonato entre marzo y julio, esencialmente en la primavera de Estados Unidos.
La USFL nació con 12 equipos, casi todos ellos en las mismas ciudades y mismos estadios que las instituciones de la NFL. Por ejemplo, los Chicago Blitz jugaban en Soldier Field y los Generals en el Giants Stadium de Nueva Jersey. La nueva liga firmó contratos televisivos con la cadena ABC y con la naciente ESPN.
La primera temporada de la USFL en 1983 tuvo resultados positivos, con un promedio de 25 mil personas por partido y ratings televisivos más que decentes.
Además, mediáticamente la USFL tuvo un impacto positivo. Le llamaron “la liga entretenida” porque que no había restricciones a las celebraciones de los jugadores, prevalecía la ofensiva aérea, los mariscales arriesgaban hasta con cuatro receptores, le agregaron la conversión de dos puntos y fueron los primeros en utilizar el desafío a las decisiones arbitrales. A eso le sumaron muy buenos jugadores, como Herschel Walker, quien de la Universidad de Georgia saltó a los Generals con el trofeo al mejor jugador de la NCAA en la mano.
Esos buenos resultados, atrajeron a Donald Trump, quien a cambio de US$ 9 millones, compró a los New Jersey Generals.
Apenas llegó a la USFL, el magnate de los bienes raíces dejó en claro que no iba a jugar por las reglas establecidas y que su intención era ir a enfrentarse directamente con la NFL. “Si Dios hubiera querido fútbol americano en primavera no habría inventado el béisbol”, es la tristemente célebre frase de Trump para explicar porque quería cambiar el calendario de la liga.
Con Trump en el medio, cualquier intención que tenía la USFL por controlar los gastos y establecer un tope salarial, se esfumaron. Los Generals comenzaron a gastar mucho en sueldo y tentaron a varios jugadores de la NFL para que cruzaran la frontera.
El gran opositor de Trump era John Bassett, el dueño de los Tampa Bay Bandits, quien apostaba por consolidar la liga en primavera y evitar que los gastos se expandieran. Pero por esos años a Bassett le diagnosticaron un cáncer, comenzó a perder fuerzas y la prepotente voz de Trump no tuvo contrapeso en la USFL.
La degradación
El negoció funcionó de manera espectacular para Donald Trump. Su equipo nunca ganó un título ni tampoco llegó a la gran final, pero le dio al millonario empresario la atracción mediática de Nueva York que por tanto tiempo venía buscando.
Trump se convirtió en el referente de la USFL y después de dos años, logró convencer a los otros equipos de comenzar a jugar en el otoño boreal de 1986. Una arriesgada apuesta, un choque directo con la NFL, que en el fondo buscaba una fusión de ambas ligas.
Antes, claro, Trump tuvo otra idea: acusar de monopolio y demandar a la NFL por US$ 1,3 mil millones, dinero que iba a ser destinado a rescatar de la crisis a varios equipos de la USFL. La justicia norteamericana le encontró la razón a los demandantes, pero con una compensación de apenas 3 dólares. Sí tal cual, US$ 3, a los que con intereses se les agregaron otros 76 centavos.
Aquel fue el golpe de nocaut en contra de la USFL. Varios equipos ya habían decidido no jugar en 1986 por las deudas económicas, se cayeron los contratos de televisión y la liga decidió suspender el torneo de eso año. Tampoco hubo actividad en 1987 y a la larga, tanto los clubes que seguían vigentes como la USFL, quebraron.
La participación de Donald Trump en la USFL ha sido motivo de varios artículos periodísticos en Estados Unidos durante los últimos 30 años. Entre estos reportajes, destaca el documental “Small Potatoes: ¿quién mató a la USFL?” de la serie 30 por 30 emitida por ESPN.
El nombre del documental, “Small Potatoes”, fue la frase que utilizó Trump para referirse a la USFL y es un dicho que apunta a calificar de “insignificante” a algo o alguien.
En este reportaje de casi una hora, el magnate de los bienes raíces y ex dueño de los New Jersey Generals es apuntado como el gran responsable de “matar a la USFL”. Diferentes voces acusan que Trump utilizó al equipo de fútbol americano esencialmente para lograr figuración en los tabloides neoyorquinos y con una remota opción de ingresar por la ventana, vía fusión, a la NFL.
“Él fue una figura muy dinámica, pero dinámica para los intereses de Donald Trump y no de la liga”, dijo a ESPN Keith Jackson, relator de la cadena ABC para los partidos de la USFL.
Desde entonces, salvo un esporádico interés por los Buffalo Bills de la NFL, Donald Trump no ha intentado comprar ningún equipo deportivo. Ahora, claro, sus afanes están puestos en controlar la Casa Blanca.