El profesor Shaul Ladany acaba de cumplir 80 años, pero nada indica que esté bajando el ritmo.
Para celebrar su cumpleaños, a principios de abril, caminó 80 kilómetros alrededor de la ciudad en la que vive, Omer, en el sur de Israel, bajo un sol abrasador, mientras su familia y amigos le cantaban "Feliz cumpleaños".
"Una de las características que se necesitan para ser un buen marchista de larga distancia es tener dientes excelentes", le dijo a la BBC Ladany mientras hacía su caminata.
"Cuando duele, uno aprieta los dientes y continúa".
"Además, se necesita cierto tipo de personalidad orientada a cumplir la misión".
Nadie describiría a Ladany como alguien que se rinde.
De hecho, debido a que vivió algunos de los eventos más traumáticos de la historia reciente, se le ha llamado "el sobreviviente por excelencia".
El apelativo le causa gracia: "No sé si sea cierto, lo que sí lo es, es que en mi vida no ha habido un momento aburrido", dijo en una entrevista para el diario británico The Independent hace unos años.
Cuando tenía 5 años
"Yo vivía en Belgrado cuando el ejército alemán empezó a bombardear Yugoslavia. Nos metimos en un sótano y mi abuela se tiró encima de mí para protegerme. Por suerte no nos pasó nada, pues en el sótano de al lado varias personas perecieron".
Poco después escapó con su familia a Hungría. Pasaron tres años huyendo, temiendo por sus vidas, hasta que lo dejaron en un monasterio para que estuviera seguro.
Pero para él, fueron las dos semanas más aterradoras de su vida.
"No tengo ninguna queja del monasterio. Lo que me asustaba, a la edad de 8 años, era saber que mi vida corría peligro si decía que era judío".
Vivía aterrado de que lo descubrieran por no estar familiarizado con los rezos y rituales católicos.
"Siempre digo que después de esa experiencia, no le tuve miedo a nada más".
Eventualmente la suerte se acabó.
Su familia fue apresada y enviada al campo de concentración Bergen-Belsen, en lo que hoy es el estado de Baja Sajonia en Alemania.
Bergen-Belsen, el horror que sobrevivió la familia inmediata de Ladany.
"Recuerdo el hambre, el frío y el estar consciente de estar en peligro constante".
"Notaba que quienes me rodeaban estaban todo el tiempo asustados, pero no entendía qué estaba ocurriendo exactamente", recuerda Ladany, quien pasó seis meses encerrado antes de que él y su familia fueran liberados gracias a un acuerdo entre Alemania y el movimiento sionista en Estados Unidos.
"Llegué a entrar a la cámara de gas, pero me indultaron, Dios sabrá por qué".
Sus abuelos maternos, así como gran parte de sus familiares, no corrieron con la misma fortuna. Terminaron en Auschwitz, donde "los volvieron jabón".
Soledad y esfuerzo
Lo que quedó de su familia pasó los últimos años de la guerra en Suiza, antes de emigrar a Israel.
En el colegio, Ladany resultó ser un buen estudiante, pero no mostró mucha habilidad para el atletismo.
Fue sólo cuando sirvió en el ejército que descubrió que tenía un talento singular para marchar largas distancias. Y entrenó duro para desarrollarlo.
La carrera de marcha quizás no es uno de los eventos más populares en las Olimpiadas, pero requiere una dedicación casi fanática.
El animado contoneo de su exagerado estilo de caminar es inmensamente exigente físicamente.
Además es un deporte solitario.
"En 1962 alguien me sugirió que compitiera en una carrera corta de 2.000 metros. No sólo gané, sino que derroté al campeón israelí reinante hasta entonces. Y le saqué una ventaja de toda una vuelta".
Uno de sus triunfos: Juegos Macabeos en Israel 1969.
Pronto se convirtió en un marchista de larga distancia de talla mundial. En 1968 fue escogido para ir a las Olimpiadas de México.
Cuatro años más tarde, rompió el récord mundial de 50 millas, en Nueva Jersey, una marca que hasta el día de hoy no ha sido batida.
Y lo escogieron para que fuera a las Olimpiadas de Múnich, en 1972.
Perdió, pero volvió a sobrevivir
Tenía la esperanza de ganarse la medalla de los 50 kilómetros, pero terminó en el decepcionante puesto 19.
Tres días más tarde, estaba dormido en su apartamento en la Villa Olímpica cuando sus compañeros de cuarto lo despertaron.
"Dormía con otros cinco atletas. Abrí la puerta y vi a uno de los atacantes cuando estaba negociando o hablando con cuatro guardias y retorné al apartamento".
"Los apartamentos 1 y 3 fueron atacados pero el nuestro, el 2, no".
El grupo responsable se autodenominaba "Septiembre Negro", una facción de la Organización para la Liberación Palestina, liderada por Yasser Arafat.
"Decidí no irme hasta avisarle al líder del equipo lo que pasaba, que estaba en el apartamento 5. Apenas lo hice, nos fuimos juntos".
Tras 48 horas, el gobierno alemán pretendió haber aceptado las exigencias de los 8 atacantes que demandaban un avión para ir a El Cairo.
Pero el plan era atrapar a los delincuentes cuando estuvieran camino al avión. Algo que resultó desastroso.
Al final, los once miembros del equipo olímpico israelí que habían sido secuestrados fueron asesinados. Cinco de los miembros de Septiembre Negro también murieron.
Obra del artista estadounidense Mark Podwall en memoria de los atletas israelíes que participaron en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 y perdieron su vida en manos del grupo palestino Septiembre Negro. El dibujo fue publicado por primera vez en el New York Times en 1972.
Ladany y los otros sobrevivientes del equipo olímpico regresaron a Israel con los cuerpos de sus compañeros.
"Por mucho tiempo pensé que tenía una suerte inusualmente buena, pero luego caí en cuenta de que debió haber sido parte del plan de los atacantes, pues en mi habitación dormían dos tiradores deportivos y, según las reglas de las Olimpiadas, ellos podían tener sus armas y municiones consigo".
De manera que quizás no quisieron enfrentar oposición armada.
Ni un paso atrás
Ladany estaba decidido a no dejarse vencer por el terror y sólo dos meses después de la que se conoce como "La masacre de Múnich" desafió a las autoridades israelíes al competir en el Campeonato Mundial en Suiza.
Ganó la medalla de oro por los 100 kilómetros, un evento que requiere de reservas extraordinarias de vigor y concentración.
Ladany fue a Suiza y ganó. Pero le habría gustado quedarse en las Olimpiadas pues opina que retirarse, le concedió otra victoria a los atacantes.
No sólo continuó compitiendo profesionalmente, con hitos como el de 2006 cuando se convirtió en la primera persona de 70 años en caminar 160 kilómetros en menos de 24 horas.
Además, se labró una distinguida carrera como académico. Aún trabaja en la Universidad Ben Gurión, donde es profesor emérito de Ingeniería Industrial.
Habla nueve idiomas, ha escrito más de una docena de libros científicos y tiene ocho patentes de inventos que van desde un termostato sensible a la humedad hasta un cable de extensión compacto.
Recientemente sobrevivió a un cáncer y, hace 8 meses, a una cirugía de bypass cuádruple, suficiente para hacer que la mayoría de nosotros tiremos la toalla.
Sin embargo, para el gran sobreviviente Shaul Ladany, son sólo más obstáculos a superar.
Anualmente, en abril, marca su cumpleaños caminando su edad en kilómetros.
"No sé si podré aumentar la distancia cada año por mucho tiempo; todos somos humanos y morimos".
"Sólo que yo prefiero morir caminando".