Road Movie: Yo no vi a Justin Bieber
No les voy a mentir. No lo vi desde la caseta porque no tenía ángulo ni perspectiva. No lo vi en la toma de la transmisión porque sólo tuve ojos para Neymar, como corresponde a todo buen pelotero. Y no lo vi en el ascensor, bajando hacia la alfombra roja, como si lo vieron Palma y Vera, porque estaba todavía en la caseta. En suma, no vi a Justin Bieber. Y tampoco me importa.
Estaba también Jamie Foxx, que ganó un Oscar por “Ray”, cuya validez no voy a juzgar ahora. Y Lewis Hamilton. Pero a la gente sólo le importó Justin, la selfie, los gestos exagerados, el afán de figurar. Debe ser porque estamos –estábamos- en Los Ángeles, que esto es Hollywood, y que el Rose Bowl es apenas otra de las hermosas escenografías de una ciudad donde la fama es lo único que vale.
Escribo a punto de subirme al avión. Vamos a Phoenix, la ciudad que llora a Muhammad Alí, el más grande. Anuncian 46 grados a la sombra, lo que no debería importarle mucho a México ni a Uruguay, eventuales rivales de Chile en segunda ronda, porque el estadio tiene techo, aire acondicionado y las condiciones para qué jugar en esas condiciones no sea un pecado. La ciudad despide a Alí con respeto, pero el funeral será en unos días más en Louisville, su ciudad natal.
Repaso el desconsolado llanto de Kervens Belfort, el desafortunado jugador de Haití que falló el gol del empate en el último segundo del partido con Perú y entiendo su desazón: perdió su minuto de fama. El que tuvieron Julio Bascuñán y el guardalíneas Astroza, chilenos ambos, que anularon la jugada de Ecuador que pudo haber significado su primer triunfo ante Brasil en los cien años de la Copa América porque consideraron que la pelota había traspuesto la línea antes del centro. El cobro, en su defensa, se produjo un segundo antes que el arquero Alisson fallara miserablemente y tirara la pelota dentro del arco. Si el nombre del portero brasileño es raro, más extraño es el de su hermano Marion, que lo reemplazará en el arco del Internacional de Porto Alegre.
Lo que importa es lo que Justin Bieber sabe mejor que nadie: dar que hablar, hacerse notar, ganarse un espacio en las redes sociales, aprovechar el minuto de fama.
En Los Ángeles, Hollywood y Pasadena. Aunque ahora vale para todo el mundo.