Earvin "Magic" Johnson e Isiah Thomas son considerados dos de los mejores jugadores de la historia del baloncesto en Estados Unidos.
Su gran rivalidad en la cancha hacia fines de los años 80 fue sólo comparable a la amistad que profesaban fuera de ella.
Hasta que sus caminos se comenzaron a distanciar a partir de las finales que jugaron Los Angeles Lakers de Johnson contra los Detroit Piston de Thomas en 1988 y 1989, que terminaron con un anillo para cada uno.
Allí apareció la chispa que detonó la mayor enemistad que se recuerda de la NBA, que llegó a su punto más bajo con la confesión de Johnson en el libro que escribió juntó a Larry Bird en 2009: When the Game Was Ours (Cuando el juego fue nuestro).
Allí "Magic" admitió que fue él quien mantuvo a Thomas por fuera del equipo de ensueño que ganó la medalla de oro en las Olimpiadas de Barcelona en 1992, considerado el mejor equipo de baloncesto de todos los tiempos.
Su razón fue que él estaba convencido que el jugador de Pistons fue quien estuvo detrás de los rumores que se propagaron sobre su sexualidad luego que el jugador de los Lakers anunciara que era portador de virus de la inmunodeficiencia humana, conocido como VIH, en 1991.
Desde entonces sus vidas siguieron caminos paralelos, sin la más mínima señal de un posible acercamiento.
"Si ese día no llega, entonces es que no llega", aseguró Johnson en una conferencia de prensa por el lanzamiento de su libro.
"Ahora mismo los dos tenemos muchas cosas que hacer", dijo.
El día llegó
La escena fue emotiva, con los dos protagonistas sentados frente a frente en un plató de la cadena de televisión de la NBA.
"Este ha sido un día tremendo", admitió Johnson.
"Mi esposa, mi madre, mi padre me decían que teníamos que volver a estar juntos. Por eso que cuando alguien llamó me dije sin dudarlo que lo iba a hacer".
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"Y estar sentado al frente de ti y recordar todos esos momentos de diversión, excelencia, trabajando duro, soñando en grande".
"Tú eres mi hermano. Déjame pedirte perdón si te hice daño, que no hemos estado juntos. Dios es bueno por reunirnos otra vez", se sinceró.
Las palabras de Johnson conmovieron a Thomas, quien no pudo contener las lágrimas.
Luego se fundieron en un abrazo durante un minuto, sellando la reconciliación que la mayoría de los aficionados al baloncesto en Estados Unidos estaban esperando.
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